Silvana Ramos, catholic-link
No pocas veces he escuchado decir: “Dios me ha abandonado”,
“Dios no me escucha” o “no sé dónde está Dios”.
Vivimos apurados, inmersos en la rutina y en las miles de actividades que el mundo de hoy nos exige. Tanta actividad puede hacernos perder el sentido de nuestra vida y en algún momento llegarnos a sentir desorientados, solos.
Dios, nuestro creador, está presente siempre, así no lo podamos sentir. Si prestamos un poco más de atención, y nos detenemos a pensar un instante, podemos darnos cuenta que efectivamente, en cada paso que damos, en cada situación que vivimos, buena o mala, Dios está ahí. Esperando lo escuchemos y alegrándose cuando lo encontramos.
Creo que, equivocadamente, muchos de nosotros creemos que sólo podemos encontrar a Dios en momentos extraordinarios. Momentos de oración profunda o milagros sobrenaturales. Y Dios está en esos momentos, pero también está a nuestro lado en cada paso que damos, esperando le abramos la puerta y escuchemos su voz, sus detalles, sus cuidados, sus enseñanzas y hasta su sentido de humor.
Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.Mateo 28, 20
Cristo ha subido al cielo, no para alejarse de nosotros sino para poder estar más cercano a nosotros. Necesitamos abrir la puerta de nuestra fe consciente para darle la oportunidad.
"Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" Apocalipsis 3, 20.
Aquí les presentamos 18 situaciones de la vida cotidiana en la que Dios nos revela su presencia.
Cristo ha subido al cielo, no para alejarse de nosotros sino para poder estar más cercano a nosotros. Necesitamos abrir la puerta de nuestra fe consciente para darle la oportunidad.
"Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" Apocalipsis 3, 20.
Aquí les presentamos 18 situaciones de la vida cotidiana en la que Dios nos revela su presencia.
1
Cuando despierto y mi primer pensamiento es
para Dios.
Abrir los ojos y reconocer que mi vida es un regalo de amor infinito, a pesar de los momentos difíciles y de prueba.
Abrir los ojos y reconocer que mi vida es un regalo de amor infinito, a pesar de los momentos difíciles y de prueba.
2
Cuando mis dones se hacen presentes.
Existen momentos en los que reconozco habilidades que son sólo mías, desde poder dar un buen consejo, arreglar algo, pintar para mis hijos, cantar, sonreír...dones que me hacen único e irrepetible, así como Dios me pensó.
3
Cuando la ira me hace la batalla y de pronto tomo conciencia de lo que está pasando y evalúo mi reacción.
La presencia de esa reflexión en mi vida, es una señal de que hay algo más que me mueve. Que no soy simplemente impulsos, la conciencia revela la presencia de Dios en mi.
4
Cuando me siento solo y una imagen me reconforta.
5
En mis momentos de soledad y oración.
6
Cuando el dolor de otros se convierte en mi dolor.
Ver el dolor en personas que nunca conoceré, o en lugares que tal vez nunca visite y de pronto los siento como si fueran míos ese el sello de saberme hija de Dios, amando como EL.
7
Cuando observo las maravillas de su creación.
8
Cuando soy testigo del amor que mis hijos se tienen.pixabay.com
La inocencia y pureza en un beso de niños pequeños, a los que aún no les has enseñado mucho. El sello del Creador visible desde una edad tan tierna.
9
Cuando veo la alegría de las personas que han consagrado su vida a Dios.
Me llama la atención la alegría de mis amigos consagrados. Cuando conversamos, cuando veo cómo acogen a otros. Cuando cuentan su experiencia irradian una alegría que viene de algo mucho más grande, una compañía constante, una unión especial con Dios.
10
En sus caritas llenas de arrepentimiento.
Cuando mis hijos hacen una travesura y de pronto entienden que han obrado mal. El arrepentimiento, tan importante para volver a empezar. Dios está ahí enseñándome a ser mamá y enseñándoles a obrar el bien.
11
Cuando ayudo a otros.
El amor tiene que ver con el dar y servir. Cada vez que ayudo a alguien conocido o desconocido, mi corazón desborda de alegría y compruebo el sentido del mandamiento nuevo que Jesús nos dejó: Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.
12
Cuando recuerdo a los que ya no están.
El dolor de recordar a aquellos que he amado tanto como mis abuelos, mis tíos, mis amigos que partieron antes. Dios siempre llega a mi pensamiento con Su consuelo y la promesa de volvernos a ver en la eternidad.
13
Cuando celebro el don de tener buenos amigos.
14
Cuando me sorprendo de las inmensa capacidad creadora del hombre.
15
Cuando las nubes me recuerdan el cielo... ¿a quién no le ha pasado?
16
Cuando me siento agradecido de poder sentir amor en mi corazón.
17
En esos momentos en que me doy cuenta que mi corazón se rebela ante el hecho que la vida es pasajera.
18
Cuando se encienden en mi corazón sentimientos o pensamientos que no sé de dónde salieron.
Muchas veces tenemos la palabra correcta, la solución o de pronto una inspiración que no sabemos de dónde viene. Sin embargo, es siempre a tiempo. Me demuestra que Alguien está a mi lado susurrándome y cuidándome siempre.
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