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miércoles, 2 de diciembre de 2015

9 lecciones para aprender el verdadero amor: A amar se aprende… amando


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Para aprender a amar es necesario entender que el amor es salirse de sí para darse al otro. Que el amor puede más que cualquier padecimiento, que todo defecto personal o ajeno y que cualquier clase de brecha que pueda herir al corazón humano. A este aprendizaje se niegan quienes se dejan arrastrar por la soberbia, viendo solo la paja en el ojo ajeno, sin ver la viga en el propio. El verdadero amor vence el egoísmo.
Aquí algunas lecciones para ese aprendizaje.
Manejo de las emociones: Ante las inevitables discrepancias y disparidades de opinión e incluso cierto enfrentamiento, permitir que “la olla suelte presión” aflojando la válvula con gestos, bromas, chistes, no tomarse tan en serio a la hora de las discusiones. Cambiar de tono para controlar las emociones del momento. Acordar el esperar a serenarse y ver con mayor objetividad lo que se desea comunicar, para buscar soluciones sin recriminaciones inútiles que solo quitan la paz.
Sobre los mutuos defectos: Ser capaces de apreciar en el conyugue, más virtudes que defectos, pues casi siempre tendemos a agrandar los defectos y a minimizar las virtudes. En el noviazgo lo normal es ver a la pareja con muchísimas virtudes y pocos defectos. Esta actitud se debe mantener a lo largo de la vida matrimonial, ya no de un modo idealista, sino de una forma madura, consciente y responsable, y ante los defectos, amarse con todo y ellos. Acercarse en vez de alejarse, adquiriendo una mayor conciencia de que ambos los tienen.
Crear espacios para el otro: Pensar más en el otro, darse tiempo para comprenderlo poniéndose en su lugar. Hacer un alto en las prisas, ocupaciones, preocupaciones y darle la posibilidad de sentir que es atendido y comprendido. Escuchándolo, apoyándolo evitando prejuicios.
Aprender a conceder: Admitir cuando el conjugue considera que la conversación le incomoda, que su condición anímica no es la propicia para escuchar quejas o reclamos. Discutir, compartir presiones o preocupaciones es parte de la relación, pero se debe aprender a hacerlo, aguardando el momento y las circunstancias más propicias para tratar los temas álgidos o que les preocupan.
Valorar las emociones del otro: Comprender, no ignorar los sentimientos y las aflicciones emocionales del cónyuge como si se tratase de problemas absurdos, triviales y aburridos, esperando solo a que pasen. Aprovechar los momentos emocionales como una oportunidad para acercarse a la pareja, para   ayudarlo. No Permanecer emocionalmente en un estado neutro, considerando que una tormenta emocional siempre es necesaria para madurar, sin intentar mostrar al cónyuge una respuesta emocional alternativa.
Evitar el manipular: No tratar de suavizar las perturbaciones recurriendo a la negociación y a los sobornos para lograr que el otro deje de estar triste o disgustado, solo por considerarlo algo molesto.
Apoyo y respeto: No ser desaprobadores, burlescos, duros en las críticas; prohibiendo y reprimiendo con evidente desprecio cualquier manifestación emocional de la pareja.
Entregarse: Las pruebas de nuestro amor son precisamente los defectos y limitaciones del otro, que necesita de ayuda y comprensión para superarse, no olvidarlo jamás.
Ante las pruebas que llegan de afuera: La aflicción puede marchitar las mejillas pero no abatir el amor, porque el amor intensifica esa forma de ser junto al otro, comprometiendo todo nuestro ser. El amor supera cualquier quebrantamiento que le pueda suceder al hombre en esta vida, porque el amor no pertenece al tiempo, lo trasciende como un reflejo del amor divino.
“que el amor en el alma vive; /y si ella a otra vida pasa,/no muere el amor, sin duda, /puesto que no muere el alma”.
CALDERON DE LA BARCA

Por Orfa Astorga de Lira
Orientadora familiar.
Máster en matrimonio y familia.
Universidad de Navarra.

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