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El Papa Francisco ha abierto hoy la Puerta Santa de la basílica de San Pedro y ha ingresado en la misma, seguido en procesión por Benedicto XVI, los cardenales, los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. La ceremonia, muy sencilla, ha sido seguida por medios de comunicación de todo el mundo.
Dos abrazos con Benedicto XVI
Ha iniciado así en Roma el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por la bula Vultus Misericordiae y que durará hasta la solemnidad litúrgica de Cristo Rey, el 20 de noviembre de 2016. Durante este período, el Papa invita a “dejarse sorprender por Dios", porque "Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida”.
El cortejo inició con los salmos 121 y 122, de alegría, y fue llenando lentamente el atrio de la basílica de San Pedro. Poco después el Santo Padre se dirigió delante de la Puerta Santa, la cual es de bronce y fue donada por los católicos de Suiza después de la Segunda Guerra Mundial, en agradecimiento por haberse salvado de los horrores del conflicto.
Allí Francisco después de abrazar a Benedicto XVI, rezó: "Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo con la misericordia y el perdón, dónanos vivir un año de gracia, tiempo propicio para amarte y amar a los hermanos en la alegría del Evangelio" (...) "Él es la Puerta a través de la cual venimos a ti, manantial infinito de consolación para todos, belleza que no conoce ocaso, alegría perfecta en la vida sin fin".
Y antes de abrirla hizo un pedido y el coro respondía en gregoriano: "Esta es la puerta del Señor: por esta entran los justos. Abrid las puertas de la justicia; entraré para agradecer al Señor. Por tu gran misericordia entraré en tu casa, Señor; me postraré hacia tu templo santo".
Tras un instante de silencio, el Pontífice empujó con fuerza y se abrió lentamente la Puerta Santa. Francisco entró por ella, rezó nuevamente y le siguió el Papa emérito.Ambos se saludaron nuevamente y en procesión entraron cardenales y religiosos hacia la tumba del apóstol Pedro y el Altar de la Confesión, en el que recitó una oración final.
El domingo pasado, en la catedral de Bangui, capital de República Centroafricana, el Papa abrió la primera Puerta Santa del Jubileo. Era el primer Domingo de Adviento.
La plenitud de la gracia en María
Antes de este acto, en la Santa Misa de la fiesta de la Inmaculada, el Papa Francisco invitó a abandonar “toda forma de miedo y temor” y vivir con alegría el encuentro con Cristo, que puede transformar la vida de cada hombre, así como participar en este Jubileo que muestra “la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos”.
El Santo Padre celebró a las 9,30 horas de Roma la Santa Misa de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y la apertura de la Puerta Santa con la que se ha dado inicio al Jubileo de la Misericordia, que se clausurará en todo el mundo el 20 de noviembre de 2016, fiesta de Cristo Rey.
En su homilía, Francisco pidió vivir “la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo” y explicó que la Virgen María “es llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor ha hecho en ella”.
“La gracia de Dios la ha envuelto, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, hasta el misterio más profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella en un motivo de alegría, de fe y de abandono a la palabra que se revela”.
Por tanto, “la plenitud de la gracia puede transformar el corazón, y lo hace capaz de realizar un acto tan grande que puede cambiar la historia de la humanidad”.
El Papa señaló que “la fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor de Dios” puesto que además “Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva”.
La tentación de la desobediencia
Francisco reconoció que “siempre existe la tentación de la desobediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios”. “Es esta la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios”, sin embargo, “la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona”.
“Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”.
Como el Buen Samaritano
Sobre el Jubileo de la Misericordia afirmó que “es también un don de gracia”. “Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.
“Será un año para crecer en la convicción de la misericordia”, añadió: "Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia”.
“Sí, es precisamente así. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia”. Así, “atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, nos hace sentir partícipes de este misterio de amor.
El Santo Padre recordó el Concilio Vaticano II y pidió recordarlo como un “verdaderoencuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo”: “Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero”.
Pero también “un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo”.
“El Jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio. Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”, dijo al concluir.
Dos abrazos con Benedicto XVI
Ha iniciado así en Roma el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, convocado por la bula Vultus Misericordiae y que durará hasta la solemnidad litúrgica de Cristo Rey, el 20 de noviembre de 2016. Durante este período, el Papa invita a “dejarse sorprender por Dios", porque "Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida”.
El cortejo inició con los salmos 121 y 122, de alegría, y fue llenando lentamente el atrio de la basílica de San Pedro. Poco después el Santo Padre se dirigió delante de la Puerta Santa, la cual es de bronce y fue donada por los católicos de Suiza después de la Segunda Guerra Mundial, en agradecimiento por haberse salvado de los horrores del conflicto.
Allí Francisco después de abrazar a Benedicto XVI, rezó: "Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo con la misericordia y el perdón, dónanos vivir un año de gracia, tiempo propicio para amarte y amar a los hermanos en la alegría del Evangelio" (...) "Él es la Puerta a través de la cual venimos a ti, manantial infinito de consolación para todos, belleza que no conoce ocaso, alegría perfecta en la vida sin fin".
Y antes de abrirla hizo un pedido y el coro respondía en gregoriano: "Esta es la puerta del Señor: por esta entran los justos. Abrid las puertas de la justicia; entraré para agradecer al Señor. Por tu gran misericordia entraré en tu casa, Señor; me postraré hacia tu templo santo".
Tras un instante de silencio, el Pontífice empujó con fuerza y se abrió lentamente la Puerta Santa. Francisco entró por ella, rezó nuevamente y le siguió el Papa emérito.Ambos se saludaron nuevamente y en procesión entraron cardenales y religiosos hacia la tumba del apóstol Pedro y el Altar de la Confesión, en el que recitó una oración final.
El domingo pasado, en la catedral de Bangui, capital de República Centroafricana, el Papa abrió la primera Puerta Santa del Jubileo. Era el primer Domingo de Adviento.
La plenitud de la gracia en María
Antes de este acto, en la Santa Misa de la fiesta de la Inmaculada, el Papa Francisco invitó a abandonar “toda forma de miedo y temor” y vivir con alegría el encuentro con Cristo, que puede transformar la vida de cada hombre, así como participar en este Jubileo que muestra “la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos”.
El Santo Padre celebró a las 9,30 horas de Roma la Santa Misa de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y la apertura de la Puerta Santa con la que se ha dado inicio al Jubileo de la Misericordia, que se clausurará en todo el mundo el 20 de noviembre de 2016, fiesta de Cristo Rey.
En su homilía, Francisco pidió vivir “la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo” y explicó que la Virgen María “es llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor ha hecho en ella”.
“La gracia de Dios la ha envuelto, haciéndola digna de convertirse en la madre de Cristo. Cuando Gabriel entra en su casa, hasta el misterio más profundo, que va más más allá de la capacidad de la razón, se convierte para ella en un motivo de alegría, de fe y de abandono a la palabra que se revela”.
Por tanto, “la plenitud de la gracia puede transformar el corazón, y lo hace capaz de realizar un acto tan grande que puede cambiar la historia de la humanidad”.
El Papa señaló que “la fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor de Dios” puesto que además “Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva”.
La tentación de la desobediencia
Francisco reconoció que “siempre existe la tentación de la desobediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios”. “Es esta la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios”, sin embargo, “la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona”.
“Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”.
Como el Buen Samaritano
Sobre el Jubileo de la Misericordia afirmó que “es también un don de gracia”. “Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”.
“Será un año para crecer en la convicción de la misericordia”, añadió: "Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia”.
“Sí, es precisamente así. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia”. Así, “atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, nos hace sentir partícipes de este misterio de amor.
El Santo Padre recordó el Concilio Vaticano II y pidió recordarlo como un “verdaderoencuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo”: “Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero”.
Pero también “un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo”.
“El Jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio. Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano”, dijo al concluir.
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