21. Respuesta o Esponja Mojada
(Canto Responsorial)
Había una vez un convento piadoso. No sólo vivían allí unos monjes, sino
también muchachos a los que los monjes enseñaban latín y griego y muchas cosas
de astronomía. Los muchachos tenían que estudiar duro y dedicarse bastante. Sin
embargo, a mediodía y en la noche les dieron de comer una buena sopa y un gran
pedazo de carne y muchos ricos postres. Alrededor del convento había sus buenos
campos para hacer deporte. También había una piscina temperada. En las
cercanías podían visitar grandiosas catedrales, castillos, obras de arte. Allí
olvidaban todo cansancio y preocupación. Pero cuando caía la noche estaban muy,
pero muy cansados. Bastaba mirar la cama y ya estaban dormidos. Y la noche era
corta.
En la mañana, estaba aún oscuro, eran despertados todos. Uno de los muchachos
mayores iba de una cama a otra. A cada muchacho dormido le llamaba diciendo:
"¡Alabado sea Jesucristo!" Este entonces debía contestar: "¡Por
toda la eternidad. Amén!" Cuando el muchacho seguía durmiendo y no
contestaba nada, él encargado de la diana clamaba con más fuerza:
"¡Alabado sea Jesucristo!" Cuando a la tercera llamada no había
respuesta, entonces el encargado tomaba una esponja mojada de agua fría y se la
lanzaba a la cara de "la bella durmiente". La respuesta no sonaba
como: "¡Por toda la eternidad. Amén!" Pero pueden estar seguros que
había una respuesta.
Cada palabra espera una respuesta. Cuando alguien nos habla, sería sumamente descortés
de no contestar. Solamente, cuando el discurso quiere ofendernos o herirnos,
entonces la mejor respuesta es el silencio. En la Santa Misa es Dios quien nos
habla. Tenemos que contestar. Para poder hacerlo bien Dios mismo nos regala las
palabras de la respuesta en sus salmos. Así la Misa nos ofrece un canto de
respuesta (responsorial) hecho de versículos de salmos.
En realidad, estos salmos responsoriales reclaman el canto. Por lo menos, la
frase central, el llamado versículo responsorial que se repite a lo largo del
salmo, debería ser cantado. No basta cantar cualquier canción.
A veces cuando hay dificultades la gente dice: "Habría que entrar en
dialogo". La Santa Misa quiere llevarnos al dialogo con Dios. Él ha dicho
su parte en la proclamación de la lectura. Si no contestamos, no hay diálogo.
Estamos durmiendo. Nos haría bien una esponja mojada en agua fría. No se estila
en el templo.
Cuando respondemos, estamos en dialogo con Dios. No se necesita una esponja
mojada, no se necesita un susto para despertarnos. Porque el dialogo con Dios
es descanso y paz.
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