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jueves, 27 de octubre de 2016

La Santa Misa contada en Historietas 22




22. El Cambio de Agustín
(Lectura del Nuevo Testamento)


Sobre Milán ha bajado un calor insoportable. Casi uno no se atreve a respirar, mucho menos moverse. El joven y famoso profesor de oratoria, Aurelio Agustín, ha salido de su estudio al jardín. Hay una caída de agua. Las palmeras y los arbustos ofrecen un poco de sombra y refrigerio. Se sienta en un rincón bajo la sombra para preparar su próxima conferencia. Sin embargo, sus pensamientos están distraídos. Ha escuchado las prédicas del obispo milanés Ambrosio. Quería observar cual profesor de oratoria las homilías del obispo. Valía la pena. La locución, la presentación, los finos contrapuntos eran un placer para Agustín. Pero también el contenido llamaba poderosamente la atención. El joven profesor era el hijo de un matrimonio mixto entre Mónica, que era católica y un pagano. Desde hace tiempo Agustín pertenecía a la secta de los maniqueos, una mezcla de ideas paganas, cristianas y orientales. El obispo Ambrosio está cuestionando todo esto. Su exposición transparente, el valor interior, el calor humano y la dignidad que traslucen las palabras fascinan. ¿Habría que dar por fin la razón a su madre Mónica y hacerse cristiano? Las preguntas lo confunden.

Hay un gran silencio en el jardín. De repente se escuchan voces de niños. Están cantando y jugando: "Toma y lee, toma y lee, toma y lee". Siempre las mismas palabras.

Esta canción de los niños lo toca como un rayo. Es como si fuera una voz del cielo. De repente se acuerda: en la mesa del jardín hay una Biblia. Se levanta y desenrolla las Escrituras. Se encuentra con la carta de San Pablo a los Romanos (13, 11) justo donde dice: "Es tiempo de levantarse del sueño. La noche avanza, el día se acerca. Despojémonos de las obras de las tinieblas y pertrechémonos de las armas de la luz. Como en pleno día caminemos honestamente... Revestíos de nuestro Señor Jesucristo".

Esta palabra provoca un cambio. Agustín cambia el rumbo de su vida. Toma la decisión de hacerse bautizar. Va donde el obispo Ambrosio y le pide ser admitido entre los candidatos al bautismo. Desde este bautismo crece otro Agustín: un profesor cuyas obras son hasta hoy parte de la enseñanza de la Iglesia; un pastor, que vive con el pueblo y habla al pueblo; un santo que permanece vivo en la cristiandad.

"¡Toma y lee!". Sin que se pronuncie esta canción de los niños también se nos hace presente en la Santa Misa. El lector abre el libro, menciona el título y el autor de la palabra de hoy. Percibimos que se nos dice: "Toma y lee". Al profeta Ezequiel hasta se dice: "Toma y devora este libro".

Más que leernos la lectura de la Liturgia de la Palabra nos la ponen delante. Nosotros mismos debemos leer, o escuchar y acogerla. Leer es otra cosa que sobrevolar los titulares del periódico, los titulares del desayuno. Leer es algo para el espíritu lo que es para el cuerpo el comer y el beber.

No sólo se trata de acoger la lectura. Hay que digerirla, hay que dejar que tenga su efecto. Debe llevarnos a cambiar, a convertirnos. Debe hacer de nosotros otra persona. Debe hacernos hombres nuevos. Esto solamente lo puede hacerla Palabra de Dios de la sagrada Escritura.

Puesto que la lectura tiene tal finalidad tenemos que escuchar con atención y meditar. El lector tiene la obligación de leer claramente para que todos puedan escuchar. Debe hacer que se haga presente la dignidad de la lectura.

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