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miércoles, 19 de octubre de 2016

El perdón también se aprende en la familia

¿Cómo afecta a los hijos, familiares y amigos?

El perdón también se aprende en la familia


Las parejas jóvenes no aprendieron a reconciliarse, porque el machismo predominante de los esposos y padres, sobre todo en otro tiempo, no dio margen a esta actitud del perdón; muchas veces se pensó que pedir perdón era humillarse ante el otro; en este caso fallaba incluso la educación, la cortesía de pedir una  excusa; fallaba la nobleza personal de reconocer la falta, el error cometido. Se pensaba que solo el inferior (la mujer, el hijo, el subalterno) era quien debía pedir perdón al superior; este no fallaba.

Muchos parejas de esposos no se percatan de que sus hijos son buenos observadores: aprenden más por lo que ven que por lo que oyen. Incluso, llegan a hacer sus reflexiones personales al respecto. Hemos tenido ocasión de oír a hijos (as) de 10, 12 años, al ver a sus padres discutir, ofenderse mutuamente, guardarse rencor, etc, que dicen: ”¿Esto es el matrimonio?. Si así es, mejor no casarse. Yo no me casaré en el futuro”.  Unos tales padres de familia destruyen con estas actitudes la ilusión de futuro que puedan tener los hijos.

Por el contrario, unos padres de familia que saben dialogar, deliberar juntos, perdonarse, pedirse excusas, están haciendo escuela del perdón en su propio hogar; los hijos que ven este testimonio dicen: “¡Qué bonito es el matrimonio! Si yo me llego a casar, que mi hogar sea como el de mis padres”. Esto es crear ilusiones positivas para el futuro entre los hijos.

Los hijos tienen el derecho a que los padres se reconcilien: es una situación ambivalente, incómoda, para los hijos encontrarse ante los padres en riña o altercado: ¿Por quién sacar la cara?  Él es mi papá, ella es mi mamá.

Los hijos no saben a quién dar la razón de la contrariedad.  Muchas veces se oye decir: él o ella me ofendió… Por tanto, que me pida perdón. En este caso, la persona que se reconozca más noble, más consciente, que dé el primer paso hacia la reconciliación.  Incluso, que los padres pidan perdón a sus hijos; es un buen testimonio.

Respecto del perdón existen ideas equivocadas; por ejemplo: perdonar no es olvidar la ofensa; si así fuera deberíamos sufrir de amnesia; el perdón no es una obligación que se me impone; el perdón no es el restablecimiento de la situación previa a la ofensa; el perdón no es renuncia a un derecho; el perdón no es expresión de una superioridad moral; en este caso el perdón se convertiría en una humillación para el ofensor.

Descartando estas falsas concepciones del perdón, nos preguntamos entonces ¿Qué es el perdón?  El perdón es amar intensamente; en el caso de la pareja, el perdón deberá ser generoso y pleno si es un amor auténtico, capaz incluso de dar la vida por la persona que ama; perdonar es defender la causa de la humanidad, porque el que perdona lo que hace es reconocer también su condición de pecador ante quien le ha ofendido; perdonar es un acto liberador que consiste en ser capaz de romper la cadena que liga  causas y efectos; el perdón rompe la irreversibilidad de los actos humanos; perdonar es ir más allá de la justicia, pues ésta no puede ser un freno al perdón.

En la vida de pareja,  tal vez lo más difícil es la condición de no exigir  reciprocidad, pues muchas veces es preciso renunciar al derecho que tenemos de ser compensados por algo que nos ha hecho el otro; igualmente, no siempre nos es solicitado el perdón, ni contamos con la humildad y el reconocimiento de quien nos ofendió. Es más sencillo cuando podemos ver  el arrepentimiento del otro y los deseos de enmendar su proceder, pero muchas veces las personas nos ofenden o nos hacen daño sin darse cuenta.

El arrepentimiento, la verdadera humildad del otro ante su error es un elemento muy importante para facilitar el proceso de la reconciliación; exige desarrollar una visión comprensiva del otro y hacernos cargo de nuestras emociones y del efecto que éstas han generado en los demás. También el sentido del perdón es tener la oportunidad de enmendar el error, generar actos de reparación del daño y, a través de ellos, obtener tranquilidad y aprendizajes importantes para la vida.

Sobre todo, es importante tener en cuenta que el perdón posee dimensiones trascendentales; reconstruye la relación herida y maltratada y su efecto va más allá de la pareja: afecta positivamente a los hijos, familiares y amigos. La actitud evangélica de Jesús de Nazaret  es emblemática para todos: ‘perdonar hasta 70 veces siete, lo que significa  ‘perdonar  siempre’.

Para mas informacion, visite: Iglesias Domesticas



Artículo publicado por Por tu matrimonio

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