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martes, 19 de abril de 2022

Evangelio del día


 

Evangelio según San Juan 20,11-18.

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto".
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo".
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!".
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'".
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022)
monje griego
Himnos 48 (SC 196, Hymnes III, Cerf, 2003), trad. sc©evangelizo.org


“Mujer, ¿a quién buscas?” (Jn 20,15)

No te canses, alma mía, en la búsqueda del Maestro.
Como un alma que se ha librado voluntariamente a la muerte,
no vayas a tientas en la búsqueda de tu comodidad, no persigas la gloria
ni el goce del cuerpo ni el afecto de tus cercanos.
No mires a la derecha y a la izquierda,
sino, tal como comenzaste y, aún más, corre.
¡Apresúrate, sin descansar, para alcanzar y tomar al Maestro!
Aunque desaparezca diez mil veces y diez mil veces te aparezca,
que así lo inalcanzable sea para ti alcanzable,
diez mil veces, o más bien tanto como tus respiraciones.
¡Redobla de ardor para seguirlo y corre hacia él!
Él no te abandonará, no te olvidará.
Al contrario, poco a poco, cada vez más se mostrará.
Alma mía, la presencia del Maestro se hará más frecuente
y después de haberte perfectamente purificado por el brillo de su luz,
el autor del mundo vendrá en ti,
habitará en ti, será contigo.
Poseerás la riqueza verdadera que el mundo no posee,
que sólo posee el cielo y los que son inscritos en el cielo. (…)
El Maestro de la tierra, que creó al cielo
y todo lo que está en el Cielo y está en el mundo,
el Creador, el único Juez, el único Rey,
habita en ti, se muestra en ti.
¡Que te ilumine completamente con su luz
y te haga ver la belleza de su rostro, te acorde verlo en persona
claramente y te dé parte en su gloria!
Dime, ¿existe algo más grande? (EDD)

Oración

Asimilemos el himno del monje Simeón





















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