Evangelio según San Juan 20,11-18.
María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro |
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. |
Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?". María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". |
Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. |
Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?". Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". |
Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir "¡Maestro!". |
Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes'". |
María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Simeón el Nuevo Teólogo (c. 949-1022) |
“Mujer, ¿a quién buscas?” (Jn 20,15)
No te canses, alma mía, en la búsqueda del Maestro. |
Como un alma que se ha librado voluntariamente a la muerte, |
no vayas a tientas en la búsqueda de tu comodidad, no persigas la gloria |
ni el goce del cuerpo ni el afecto de tus cercanos. |
No mires a la derecha y a la izquierda, |
sino, tal como comenzaste y, aún más, corre. |
¡Apresúrate, sin descansar, para alcanzar y tomar al Maestro! |
Aunque desaparezca diez mil veces y diez mil veces te aparezca, |
que así lo inalcanzable sea para ti alcanzable, |
diez mil veces, o más bien tanto como tus respiraciones. |
¡Redobla de ardor para seguirlo y corre hacia él! |
Él no te abandonará, no te olvidará. |
Al contrario, poco a poco, cada vez más se mostrará. |
Alma mía, la presencia del Maestro se hará más frecuente |
y después de haberte perfectamente purificado por el brillo de su luz, |
el autor del mundo vendrá en ti, |
habitará en ti, será contigo. |
Poseerás la riqueza verdadera que el mundo no posee, |
que sólo posee el cielo y los que son inscritos en el cielo. (…) |
El Maestro de la tierra, que creó al cielo |
y todo lo que está en el Cielo y está en el mundo, |
el Creador, el único Juez, el único Rey, |
habita en ti, se muestra en ti. |
¡Que te ilumine completamente con su luz |
y te haga ver la belleza de su rostro, te acorde verlo en persona |
claramente y te dé parte en su gloria! |
Dime, ¿existe algo más grande? (EDD) |
Oración
Asimilemos el himno del monje Simeón
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