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martes, 27 de diciembre de 2022

Evangelio del día


Evangelio según San Juan 20,2-8.

El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Bulle

San Agustín (354-430)
obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Comentario sobre la 1ª Carta de Juan, 1 Jn, 1,1 (trad. breviario 27/12 rev.)


“Vio y creyó.”

“Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y han tocado nuestras manos acerca de la Palabra de la vida...” (1Jn 1,1ss). Esta Palabra que se hizo carne, para que pudiera ser tocada con las manos, comenzó siendo carne cuando se encarnó en el seno de la Virgen María; pero no en ese momento comenzó a existir la Palabra, porque el mismo san Juan dice que existía desde el principio. Ved cómo concuerdan su carta y su evangelio, en el que hace poco oísteis: “En el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios.”
Quizá alguno entienda la expresión ‘la Palabra de la vida' como referida a la persona de Cristo y no al mismo cuerpo de Cristo, que fue tocado con las manos. Fijaos en lo que sigue: Pues la vida se hizo visible. Así, pues, Cristo es la Palabra de la vida. ¿Y cómo se hizo visible? Existía desde el principio, pero no se había manifestado a los hombres, pero sí a los ángeles, que la contemplaban y se alimentaban de ella, como de su pan. Pero, ¿qué dice la Escritura? El hombre comió pan de ángeles. (Sal 77,25).
Así, pues, la Vida misma se ha manifestado en la carne, para que, en esta manifestación, aquello que sólo podía ser visto con el corazón fuera también visto con los ojos, y de esta forma sanase los corazones. Pues la Palabra se ve sólo con el corazón, pero la carne se ve también con los ojos corporales. Éramos capaces de ver la carne, pero no lo éramos de ver la Palabra. La Palabra se hizo carne, a la cual podemos ver, para sanar en nosotros aquello que nos hace capaces de ver la Palabra… “Os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó” (1Jn 1,2). (EDD)

Oración

¡En este día, creo más que nunca en Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y vuestra acción creadora, salvadora y santificadora que tiene su culmen en la proclamación de la resurrección de los muertos al final de los tiempos para la vida eterna! ¡Gracias, Señor, porque con tu resurrección darás la vida a nuestros cuerpos mortales por medio del Espíritu que habita en nosotros! ¡Gracias, Señor, porque eres el principio y causa de nuestra futura resurrección! ¡Señor, abro hoy mi corazón de par en par para vivir en comunión con los fieles difuntos, especialmente los de mi familia y amigos! ¡Te ofrezco mi oración para que sean liberados del pecado y gocen de tu presencia en el cielo! ¡Te pido por los difuntos que todavía están purificándose antes de entrar en la visión beatífica del cielo! ¡Señor, que eres la resurrección y la vida, creo, y desde mi fe soy consciente que el centro de todo mi creer es tu resurrección y, por lo tanto, la resurrección personal de todos los seres creados por ti! ¡Señor, mi fe en la resurrección me hace amar más la vida, me invita a desterrar de mi corazón todo aquello que signifique o que lleve a la muerte, me invita a vivir la vida con esperanza, con alegría, con amor, con eficacia, con generosidad, con entrega y, por encima de todo, con dignidad por las personas! ¡Señor, yo amo la vida, anhelo la vida eterna, por eso te pido que me ayudes a hacer más feliz la vida de las personas con las que vivo a diario! ¡Señor, pongo en mi oración a los difuntos que tanto he querido para que lejos de olvidarles, sigan muy presentes en lo cotidiano de mi vida, en mi oración, en la Misa de cada día, y ayúdame a que el testimonio que me dejaron con sus palabras y sus buenas obras, se mantenga vivo y presente en mi vida, para que la fe que profesaron sea para mi un revulsivo para mantener al día mi esperanza en Ti que eres el camino, la verdad y la vida!  

(orarconelcorazonabierto)




























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