Francisco celebró este sábado la misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro, concelebrada con numerosos cardenales y obispos presentes en Roma.
La celebración comenzó con el canto de la Calenda, el Anuncio de Navidad, que relata brevemente la historia de la humanidad en la expectativa de su Salvación con el nacimiento de Cristo.
A continuación se descubrió la imagen del Niño Jesús situada frente al altar, mientras sonaban las campanas. Al finalizar la misa, el Papa fue llevado ante esa imagen en silla de ruedas, para recogerla y, acompañado de un grupo de niños de distintos países ataviados con sus trajes nacionales, llevarla hasta el nacimiento de la basílica.
Contemplemos el pesebre
La homilía del Papa giró en torno al pesebre como clave para comprender el significado de la Navidad.
"Después de dos milenios del nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades festejadas entre adornos y regalos, después de todo el consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, hay un riesgo", advirtió al comienzo: "Sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos de su significado".
¿Cómo reencontrarlo? ¿Dónde buscarlo?, se preguntó. Precisamente en el Evangelio del nacimiento de Jesús leído minutos antes, donde San Lucas hace mención por tres veces a "un pequeño objeto, aparentemente insignificante, en el que convergen los protagonistas de la narración": el pesebre. El cual es tan importante "porque es el signo -no casual- con el que Cristo entra en la escena del mundo".
Un momento de la homilía del Papa en la Nochebuena. Foto: Vatican Media.
¿Y qué nos quiere decir con él? "Al menos tres cosas: la cercanía, la pobreza y lo concreto", enumeró Francisco, que consagró sus palabras a explicarlo.
Cercanía: el Dios que nos ama
Francisco explicó que el pesebre sirve para acercar la comida a la boca y consumirla más rápido, y simboliza por tanto "la voracidad" humana, tanto con la "comida" como con el "poder" y el "dinero", por los cuales los hombres "devoran a sus hermanos" y se pisotean "la dignidad y la libertad", siendo las principales víctimas "los frágiles, los débiles".
"En esta Navidad, una humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados", continuó. Por eso Jesús llega precisamente ahí, Él es "un niño en el pesebre del descarte y del rechazo".
De este modo, "Dios se acomoda en el pesebre del rechazo y de la incomodidad, porque allí está el problema de la humanidad, la indiferencia generada por la prisa voraz de poseer y consumir": Dios "no permanece distante y potente, sino que se hace próximo y humilde; Él, que estaba sentado en el cielo, se deja recostar en un pesebre".
"Hermano, hermana", concluyó Francisco esta parte, "esta noche Dios se acerca a ti porque para Él eres importante: "El pesebre de Navidad, primer mensaje de un Dios niño, nos dice que Él está con nosotros, nos ama, nos busca... No hay mal, no hay pecado del que Jesús no quiera y no pueda salvarte. Navidad quiere decir que Dios es cercano".
Pobreza: la misión de la Iglesia
El pesebre de Belén también habla de pobreza, siguió comentando el Pontífice. Jesús "no tuvo a nadie alrededor, sino a aquellos que lo querían: María, José y los pastores; todos eran pobres, unidos por el afecto y el asombro; no por riquezas y grandes posibilidades".
De esta forma nos dio la lección de que "las verdaderas riquezas de la vida" no son "el dinero y el poder, sino las relaciones y las personas".
Lo cual nos obliga a una interpelación: "¿Queremos estar a su lado? ¿Nos acercamos a Él, amamos su pobreza, o preferimos quedarnos cómodos en nuestros intereses? Sobre todo, ¿lo visitamos donde Él se encuentra, es decir, en los pobres pesebres de nuestro mundo?".
Al finalizar la misa, el Papa llevó al Niño Jesús hasta el belén de la basílica.
"Nosotros estamos llamados a ser una Iglesia que adora a Jesús pobre y sirve a Jesús en los pobres", proclamó Francisco: "No es verdaderamente Navidad sin los pobres. Sin ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en Navidad, Dios es pobre".
Lo concreto: una fe hecha carne y vida
Por último, el pesebre nos habla de lo concreto, señaló el Papa. Es una escena "que impacta, hasta el punto de ser cruda", pero "nos recuerda que Dios se ha hecho verdaderamente carne".
Por tanto, sobre Dios "no son suficientes las teorías, los pensamientos hermosos y los sentimientos piadosos". Jesús no hizo grandes discursos sobre la pobreza, pero "la vivió hasta las últimas consecuencias" pues "desde el pesebre hasta la cruz, su amor por nosotros fue tangible, concreto... Abrazó la aspereza del leño, la rudeza de nuestra existencia".
Por tanto, exige de nosotros algo más que "apariencias" o "buenos propósitos": "Busca una fe concreta, hecha de adoración y de caridad, no de palabrería y exterioridad"; nos pide "que depositemos a los pies del pesebre las excusas, las justificaciones y las hipocresías".
"No dejemos pasar esta Navidad sin hacer algo de bueno. Ya que es su fiesta, su cumpleaños, hagámosle a Él regalos que le agraden. En Navidad Dios es concreto, en su nombre hagamos renacer un poco de esperanza a quien la ha perdido", concluyó el Papa.
Francisco nos invita a soltar lastre: «Apego al poder y al dinero, soberbia, hipocresía, mentira»
El Papa imparte la bendición Urbi et Orbi desde el balcón de San Pedro
solamente dos días al año, en Navidad y en Pascua de Resurrección.
A las doce de la mañana de este domingo, miles de personas se congregaron en la Plaza de San Pedro para escuchar el tradicional discurso de Navidad del Papa, al que siguió la bendición Urbi et Orbi, que, con las condiciones establecidas, permite ganar a quien la reciba la indulgencia plenaria.
"El Señor viene al mundo en una cueva y es colocado en un pesebre para los animales", comenzó recordando Francisco, quien consagró precisamente al pesebre su reflexión en la homilía de la misa de Nochebuena. El Niño viene a nosotros "en el silencio y la oscuridad de la noche", porque "Él mismo es la Palabra que da sentido a la existencia, Él es la luz que ilumina el camino". Así, Dios comparte con nosotros "alegrías y dolores, esperanzas e inquietudes", todo lo necesita y "llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar calor y refugio".
La Guardia Suiza y el Ejército italiano formaron para escuchar los respectivos himnos y el discurso de Navidad del Papa y recibir la bendición Urbi et Orbi.
El Papa invitó a los presentes a dejarse "envolver" por esa luz y vencer "el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta que hacen olvidar quién es el festejado". Ese Jesús es "nuestra paz, esa paz que el mundo no puede dar".
Pero para ello debemos despojarnos de los pesos que nos tienen bloqueados, que son "el apego al poder y al dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira".
Escenarios de conflicto
Francisco constató también "con dolor" que, mientras nos es dado el Príncipe de la paz, continúan soplando "vientos de guerra" sobre la humanidad. Mencionó la "guerra insensata" de Ucrania; la Siria "martirizada"; la Tierra Santa, donde "en los últimos meses han aumentado las violencias y los choques, con muertos y heridos" y para la que pidió "confianza recíproca entre palestinos e israelíes"; Líbano, para que pueda "volver a levantarse" con el apoyo de la comunidad internacional; la región del Sahel, que ve sacudida la "pacífica convivencia" entre pueblos y tradiciones; Yemen, Myanmar e Irán, para los que pidió tregua y reconciliación; o Haiti y otros países de América sometidos a "tensiones políticas y sociales".
Francisco recordó que Belén significa "casa del pan", lo que nos debe hacer pensar "en las personas que pasan hambre, sobre todo los niños, mientras todos los días se tiran grandes cantidades de alimentos y se consumen recursos en las armas". También, y cuando en estos días "disfrutamos de la alegría de reencontrarnos con los nuestros, pensemos en las familias más heridas por la vida, y que en estos tiempos de crisis económica sufren el desempleo y carecen de lo necesario para vivir".
Por último, el Papa pidió sacudirnos la "enfermedad de la indiferencia" hacia los pobres, los refugiados, los marginados, las personas solas, los encarcelados, los huérfanos y los ancianos, que corren "el riesgo de terminar descartados".
Mirando la sencillez de Belén, concluyó, "dejémonos sorprender por el suceso impensable de que Dios se hace hombre por nuestra salvación, dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, quien se ha despojado de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud".
ReL
No hay comentarios:
Publicar un comentario