El Papa presidió la
Misa de Nochebuena en la Basílica de San Pedro. Su homilía fue una oportunidad
para meditar sobre el significado del pesebre en el que Cristo nació en Belén,
deteniéndose en tres palabras esenciales: la cercanía, la pobreza y lo concreto.
Sebastián Sansón
Ferrari – Ciudad del Vaticano
Son las siete y veinte
de la tarde en Roma del sábado 24 de diciembre y la Basílica de San Pedro está
engalanada con flores rosas y blancas para la Santa Misa de Nochebuena y
Natividad del Señor, presidida por el Santo Padre. Son llevadas en procesión
por 12 niños de Italia, India, Filipinas, México, El Salvador, Corea y Congo
hasta el pesebre colocado en el templo. Por primera vez después de los dos años
de pandemia, la capital del cristianismo recibe a peregrinos de todas partes
sin restricciones sanitarias. Además de la Basílica (7.000 personas), en la
Plaza unos 3.000 fieles siguen la ceremonia a través de las pantallas gigantes,
en una noche serena y adornada con el árbol y el belén inaugurados el 3 de diciembre
pasado.
Un grupo de niños
presenta una ofrenda floral a los pies del Niño Dios.
“¿Qué es lo que le
sigue diciendo esta noche a nuestras vidas?”. A partir de esta interrogante el
Papa articula su homilía, en la que recuerda que, “después de dos milenios del
nacimiento de Jesús, después de muchas Navidades festejadas entre adornos y regalos,
después de todo el consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, hay
un riesgo: sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero nos olvidamos del
significado”.
Luego, se pregunta
cómo encontrar de nuevo el sentido de la Navidad, dónde buscarlo y dice que “el
Evangelio del nacimiento de Jesús parece estar escrito precisamente para esto,
para tomarnos de la mano y llevarnos allí donde Dios quiere”.
En efecto, explica el
Pontífice, “comienza con una situación parecida a la nuestra”, en un mar de
ocupaciones, “disponiendo la realización de un importante evento, el gran
censo, que exigía muchos preparativos”. En este sentido, insiste que “el clima
de entonces era semejante al que rodea hoy la Navidad”. Pero acota que “la
narración evangélica toma distancia de aquel escenario mundano; se separa de
esa imagen para ir a encuadrar otra realidad, sobre la que insiste”. Es decir,
“fija su atención en un pequeño objeto, aparentemente insignificante, que
menciona tres veces y en el que convergen los protagonistas de la narración”:
el pesebre.
24/12/2022
Las
celebraciones de Navidad del Papa con Ucrania en el corazón
En la Sala Marconi de
Radio Vaticana se efectuó el tradicional briefing sobre las retransmisiones en
Mundovisión de las celebraciones navideñas, en particular la Misa de esta noche
...
Hay que volver al
pesebre
Para redescubrir el
sentido de la Navidad, “hay que mirar allí, al pesebre”, afirma el Obispo de
Roma, quien reflexiona sobre la relevancia de este elemento. “Es el signo —no
casual—, asegura el Papa, con el que Cristo entra en la escena del mundo. Es el
manifiesto con el que se presenta, el modo con el que Dios nace en la historia
para hacer renacer la historia”.
Para ilustrar el
mensaje del belén en el siglo XXI, Francisco selecciona tres aspectos: la
cercanía, la pobreza y lo concreto.
La cercanía
"El pesebre sirve
para llevar la comida cerca de la boca y consumirla más rápido. Puede así
simbolizar un aspecto de la humanidad: la voracidad en el consumir”, según el
Papa. “Mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en
el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus
vecinos, a sus hermanos”, añade.
Una vez más, como
profeta de paz, Francisco exclama: “¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares,
todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean”. “Y las principales
víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles”,
subraya. Hoy como ayer, como le sucedió a Jesús, una “humanidad insaciable de
dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños
por nacer, a los pobres, a los olvidados”. Su mirada se dirige, en especial, a
los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia.
“Pero Jesús llega
precisamente allí, un niño en el pesebre del descarte y del rechazo. En Él,
niño de Belén, está cada niño. Y está la invitación a mirar la vida, la
política y la historia con los ojos de los niños”.
El Pontífice: "Te
vemos tan cercano, que estás junto a nosotros por siempre. Gracias,
Señor".
Precisamente, “en el
pesebre del rechazo y de la incomodidad, Dios se acomoda, llega allí, porque
allí está el problema de la humanidad, la indiferencia generada por la prisa
voraz de poseer y consumir”.
“Cristo nace allí y
en ese pesebre lo descubrimos cercano. Llega donde se devora la comida para
hacerse nuestro alimento. Dios no es un padre que devora a sus hijos, sino el
Padre que en Jesús nos hace sus hijos y nos nutre de ternura. Llega para
tocarnos el corazón y decirnos que la única fuerza que cambia el curso de la historia
es el amor. No permanece distante y potente, sino que se hace próximo y
humilde; Él, que estaba sentado en el cielo, se deja recostar en un pesebre”.
Hablando al corazón de
cada hombre y mujer del Santo Pueblo Fiel de Dios, el Sucesor de Pedro nos dice:
“Esta noche Dios se
acerca a ti porque para Él eres importante. Desde el pesebre, como alimento
para tu vida, te dice: “Si sientes que los acontecimientos te superan, si tu
sentido de culpa y tu incapacidad te devoran, si tienes hambre de justicia, yo,
Dios, estoy contigo. Sé lo que vives, lo he experimentado en el pesebre.
Conozco tus miserias y tu historia. He nacido para decirte que estoy y estaré
siempre cerca de ti”.
“El pesebre de
Navidad, primer mensaje de un Dios niño, nos dice que Él está con nosotros, nos
ama, nos busca”, sostiene el Papa, animándonos a no dejarnos vencer por el
miedo, la resignación o el desánimo. Porque “Dios nace en un pesebre para
hacerte renacer precisamente allí, donde pensabas que habías tocado fondo. No
hay mal, no hay pecado del que Jesús no quiera y no pueda salvarte. Navidad
quiere decir que Dios es cercano”. “¡Que renazca la confianza!”, pide.
El Obispo de Roma
llama a renacer la caridad en Navidad.
La pobreza
Desglosando la segunda
clave de lectura del belén, el Papa describe su austera composición, sin muchas
cosas a su alrededor: maleza, algún animal y poco más. “María, José y los
pastores; todos eran pobres, unidos por el afecto y por el asombro; no por riquezas
y grandes posibilidades”, asevera Bergoglio, quien reivindica que el humilde
pesebre “saca a relucir las verdaderas riquezas de la vida: no el dinero y el
poder, sino las relaciones y las personas”.
Y la primera persona,
la primera riqueza, es Jesús. Sin embargo, “¿queremos estar a su lado? ¿Nos
acercamos a Él, amamos su pobreza, o preferimos quedarnos cómodos en nuestros
intereses? Sobre todo, ¿lo visitamos donde Él se encuentra, es decir, en los
pobres pesebres de nuestro mundo?”, nos interpela el Pontífice. En los pobres
Él está presente, deja claro el Papa, y nos recuerda que estamos llamados a ser
una Iglesia que adora a Jesús pobre y sirve a Jesús en los pobres.
En su alocución,
Francisco retoma el mensaje pastoral de Año Nuevo de San Óscar Arnulfo Romero,
del 1º de enero de 1980: “La Iglesia apoya y bendice los esfuerzos por
transformar estas estructuras de injusticia y solo pone una condición: que las
transformaciones sociales, económicas y políticas redunden en verdadero
beneficio de los pobres”. El Santo Padre reconoce que “no es fácil dejar la
tibia calidez de la mundanidad para abrazar la belleza agreste de la gruta de
Belén, pero recordemos que no es verdaderamente Navidad sin los pobres”. “Sin
ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en
Navidad, Dios es pobre. ¡Que renazca la caridad!”, prosigue.
Santa misa de
Nochebuena en la Basílica de San Pedro.
Lo concreto
Un niño en un pesebre
representa, para el Pontífice argentino, “una escena que impacta, hasta el
punto de ser cruda”.
“Nos recuerda que
Dios se ha hecho verdaderamente carne. De manera que, respecto a Él, no son
suficientes las teorías, los pensamientos hermosos y los sentimientos
piadosos”.
El Salvador, que nació
pobre, “vivirá pobre y morirá pobre”, “no hizo muchos discursos sobre la
pobreza, sino la vivió hasta las últimas consecuencias por nosotros”, expresa
el Papa.
“Desde el pesebre
hasta la cruz, su amor por nosotros fue tangible, concreto: desde su nacimiento
hasta su muerte, el hijo del carpintero abrazó la aspereza del leño, la rudeza
de nuestra existencia. No nos amó con palabras, no nos amó en broma”.
Jesucristo “no se
conforma con apariencias”, aclara Su Santidad. Por el contrario, remarca que
“busca una fe concreta, hecha de adoración y de caridad, no de palabrería y
exterioridad”; “nos pide verdad, que vayamos a la verdad desnuda de las cosas,
que depositemos a los pies del pesebre las excusas, las justificaciones y las
hipocresías”. También, “quiere que nos revistamos de amor”.
El Sucesor de Pedro en
la Misa de Nochebuena dice que, en nombre de Jesús, hagamos renacer un poco de
esperanza a quien la ha perdido.
Los tres pedidos
del Papa
Francisco exhorta a no
dejar pasar esta Navidad sin hacer algo de bueno. Ya que es la fiesta, el
cumpleaños del Mesías, "hagámosle a Él regalos que le agraden",
sugiere. "En Navidad, Dios es concreto, en su nombre hagamos renacer un
poco de esperanza a quien la ha perdido", aconseja.
La oración al final de
la homilía
"Jesús, te
miramos, acurrucado en el pesebre. Te vemos tan cercano, que estás
junto a nosotros por siempre. Gracias, Señor. Te contemplamos pobre,
enseñándonos que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en las
personas, sobre todo en los pobres. Perdónanos, si no te hemos reconocido y
servido en ellos. Te vemos concreto, porque concreto es tu amor por
nosotros, ayúdanos a dar carne y vida a nuestra fe. Amén".
Por la erradicación de
la violencia
En las cinco oraciones
de los fieles, junto a las de chino, francés, portugués y malayalam, destaca la
invocación, en árabe, al "Padre de todos, que ama y da la paz, para que
conceda a quienes tienen responsabilidades políticas, sociales y económicas el
valor de rechazar la violencia y construir la amistad entre los
pueblos".
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