Francisco invitó a los once mil jóvenes presentes en el Sportarena de Budapest a la oración y a ser protagonistas de su vida confiando en Jesús como Maestro, Amigo y Hermano.
Once mil jóvenes abarrotaron el Sportarena de Budapest desde horas antes del encuentro que mantuvieron con el Papa en la tarde del sábado. Un tiempo que estuvo amenizado por actuaciones musicales y vídeos mostrando distintos momentos del pontificado de Francisco.
El pontífice llegó en un papamóvil descubierto y pequeño que le permitió algunos intercambios con los presentes antes del comienzo del acto, durante el que recibió algunos regalos típicos, entre ellos el popular cubo inventado en 1974 en la capital húngara por el arquitecto Ernö Rubik.
A continuación, cuatro jóvenes ofrecieron al Papa sus testimonios de fe y sus inquietudes y vivencias espirituales, a las que fue respondiendo Francisco en sus palabras posteriores.
Pidió a los jóvenes que no acepten para sus preguntas “respuestas fáciles o preconcebidas”, sino las que les ayuden “a aceptar sin miedo el desafío de la aventura de la vida en busca de respuestas grandes”.
Repetid: "Dios perdona siempre"
Confirmando lo dicho por uno de los jóvenes, dijo que “Jesús no es un personaje de fábula o el superhéroe de un cómic, es Dios en carne y hueso, el Dios vivo que se hace cercano a nosotros: el Amigo, el mejor de los amigos; el Hermano, el mejor de los hermanos”. Y “muy bueno haciendo preguntas”, añadió Francisco recordando algunas de las que se leen en los Evangelios: “Él, que es el Maestro, antes de responder, pregunta”.
Fue entonces cuando llegó uno de los momentos clave del encuentro, cuando explicó a los jóvenes que “Dios no quiere condenar, sino perdonar”: “Meteos esto en la cabeza, Dios perdona siempre”. Preguntó al traductor cómo se decía “Dios perdona siempre” en húngaro y lo hizo repetir a los presentes: “¡No lo olvidéis! ¡Él siempre está presto a levantarnos en nuestras caídas! Por eso no debemos temer caminar con Él por la vida”.
Jesús no quiere que sus discípulos sean “colegiales que repiten una lección”, continuó, sino “jóvenes libres que caminen en compañía de un Dios que escucha sus necesidades y está atento a sus sueños”.
Y no destruye esos sueños, “sino que corrige el modo de realizarlos”, como cuando aceptó el deseo de los hijos de Zebedeo de sentarse a la derecha y a la izquierda de su trono, pero rectificó el modo de conseguirlo: “No se engrandece uno pasando por encima de los demás, sino descendiendo hacia los demás; no a costa de los demás, sino sirviéndoles".
Para triunfar en la vida, señaló, hay que hacer como en el deporte: apuntar alto con los talentos que tenemos, y entrenarlos. Y para entrenarlos, el mejor entrenador posible es Jesús: “Él te escucha, te motiva, cree en ti, sabe sacar lo mejor de ti, y te invita a hacer equipo… Si quieres madurar y crecer en la vida, ve adelante haciendo equipo en la comunidad, viviendo experiencias comunes”, señaló, citando como lugar de encuentro la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, a principios de agosto.
“No te cierres a un grupito de amigos y a hablar solo con el teléfono móvil: esto es algo -si me permitís la palabra- un poco estúpido”, dijo: “Aunque muchos lo hagan, aunque sea lo que te apetece hacer, no es bueno”.
Silencio, oración, amor
“No temáis ir contracorriente”, siguió, “y encontrad un tiempo de silencio todos los días para encerraros y rezar… El silencio es el terreno donde cultivar las relaciones beneficiosas, porque permite confiar a Jesús lo que vivimos, llevarle rostros y nombres, entregarle afanes, orar por los amigos. El silencio nos da la posibilidad de leer una página del Evangelio que hable a nuestra vida, de adorar a Dios encontrando la paz del corazón”.
E insistió: “¡Por favor…! La vida es real, no virtual, no sucede en una pantalla, sucede en el mundo. No virtualicéis la vida, que es muy concreta”.
Francisco, con un grupo de jóvenes en el Sportarena de Budapest. Les invitó a relacionarse menos con el móvil y más en persona, y a buscar el silencio para orar. Fotos: Vatican Media.
“El silencio, pues”, resumió, “es la puerta de la oración, y la oración es la puerta del amor. La oración es diálogo con Jesús, como la misa es un encuentro con Él y la confesión es el abrazo que se recibe de Él… Rezar no es aburrido, somos nosotros quienes lo hacemos aburrido. Rezar es un encuentro con el Señor”.
Por último, y siempre en diálogo con los jóvenes que le habían precedido con sus experiencias y refiriéndose a ellas, Francisco recordó que “el Señor, como se refleja en cada página del Evangelio, no hace cosas grandes con personas extraordinarias, sino con personas auténticas, limitadas como nosotros”. Por ello invitó a los jóvenes a ser “auténticos”, no “falsos”: “El Señor nos quiere como somos, no os asustéis de vuestras miserias”.
“Ayudemos al mundo a vivir en paz”, concluyó: “Dejémonos incomodar por ello. Preguntémonos, ¿qué hago por los demás, qué hago por la sociedad, qué hago por la Iglesia, qué hago por mis enemigos? Interroguémonos sobre nuestra capacidad de amar según Jesús, esto es, de amar y servir… Amigos, cada uno de vosotros es precioso para Jesús, y también para mí. Recordad que ninguno puede ocupar vuestro puesto en la historia del mundo y de la Iglesia. Nadie puede hacer lo que solo tú puedes hacer”.
Jesús M.C., ReL
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