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jueves, 20 de abril de 2023

Evangelio del día


 

Libro de los Hechos de los Apóstoles 5,27-33.

Los guardias hicieron comparecer a los Apóstoles ante el Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les dijo:
"Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!".
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo.
A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen".
Al oír estas palabras, ellos se enfurecieron y querían matarlos.


Salmo 34(33),2.9.17-18.19-20.

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en El se refugian!

pero el Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.

El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males,
pero el Señor lo libra de ellos.


Evangelio según San Juan 3,31-36.

El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de la tierra. El que vino del cielo
da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie recibe su testimonio.
El que recibe su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida.
El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Bulle

San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal 29-31 (Les catéchèses, coll. Les Pères dans la foi n° 53-54, Migne, 1993), trad.sc©evangelizo.org


Hemos recibido la indefectible promesa de Vida eterna

La Vida subsistente y verdadera, es el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo, que versa sobre todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible de la Vida eterna. Tenemos que creer, “porque todo es posible a Dios” (Mt 19,26). (…)
Abundan las pruebas de la Vida eterna. A nuestro deseo de obtenerla, responden las divinas Escrituras indicando la forma de llegar. En primer lugar, la Escritura enseña que se llega con la fe: “El que cree en el Hijo tiene la Vida eterna” (Jn 3,36). (…) La Escritura también indica el martirio y la confesión en Cristo: “El que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna” (Jn 12,25). La Vida eterna se adquiere anteponiendo Cristo a riquezas y parientes: “El que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre,… obtendrá como herencia la Vida eterna” (Mt 19,29). Igualmente, al guardar sus mandamientos, “No matarás, no cometerás adulterio,…” (Mt 19,18), tal como responde Jesús a su interlocutor que había preguntado “Maestro, ¿qué obras debo hacer para conseguir la Vida eterna?” (Mt 19,16). Asimismo, teniéndose lejos de las malas obras y sirviendo a Dios, afirma Pablo: “Ustedes están libres de pecado y sometidos a Dios: El fruto de esto es la santidad y su resultado, la Vida eterna” (Rom 6,22).
La búsqueda de la Vida eterna comporta tantos aspectos que los he dejado de lado, a causa de su gran número. En efecto, el Señor misericordioso no ha abierto una o dos puertas, sino numerosas puertas para entrar en la Vida eterna, para que todos y cada uno, según dependa de él, pueda beneficiarse sin dificultad. (EDD)

Oración

Padre Bueno, Tú siempre buscas mi bien y sólo mi bien.
Tú quieres mi salvación eterna.

Me hiciste para vivir en intimidad contigo en el tiempo y en la eternidad.
¡Qué más puedo desear! ¡Gracias, Padre!

No me impones un destino, me hiciste libre y quieres que yo elija.
Pero a veces preferiría no tener que elegir; temo equivocarme.
Tú conoces mi debilidad, tú sabes cómo a veces me confundo, se me nubla la mente y no sé qué camino tomar.
No siempre es fácil saber qué es lo que tú quieres, qué es lo que más me conviene.
No quiero contristarte, no quiero hacer daño a las personas.

Sólo quiero agradarte, hacer el bien y alcanzar la vida eterna.
Quiero obedecerte porque quiero agradarte.
Quiero lo que Tú quieras porque te quiero.
Y si hago lo que tú quieres me irá siempre bien.
Quien hace tu Voluntad se salva.
Padre Nuestro, hágase tu voluntad.


Tú amas a los que cumplen tus mandamientos:
"Quien hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana." (Mt 12, 49-50)
Tu Voluntad es que cumpla tus mandamientos.
Se dice fácil, pero en las circunstancias concretas de la vida,
no es tan sencillo y no siempre sé cuál es tu voluntad.
Cuando tengo delante el bien y el mal, es fácil distinguir, pero a veces tengo que elegir entre dos bienes.
Por eso ahora, como Jesús en Getsemaní, me abandono en tus brazos con absoluta confianza
y te digo: No se haga mi voluntad sino la tuya" (Lc 22,42)
Que se haga tu voluntad en mí.
Me guste o no me guste, sé que obedecerte será lo mejor para mí.
Padre Santo, hágase tu voluntad.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
"Que en la tierra reine la paz como en el cielo." (San Ambrosio)

¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes
apenas oyen la voz de su palabra!
¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos,
sus servidores, los que cumplen su voluntad! (Sal 102,20-21)

Así como los ángeles te obedecen, que así también yo.
Que así como ellos ven con claridad el modo de agradarte,
como ellos hacen el bien sin que ninguna miseria les desvíe,
que así también yo te obedezca y te bendiga.

Padre Nuestro, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

(Autor: P. Evaristo Sada, L.C.; publicado originalmente en: http://www.la-oracion.com)



























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