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Hace algunos años leí sobre un sacerdote al que secuestraron y torturaron. Sus captores le hicieron la vida imposible. Terminaron los años de la persecución y fue liberado. De alguna forma logró sobrevivir a su cautiverio.
Un día, caminando por una céntrica avenida, se encontró de frente con su torturador que caminaba en vía contraria hacia él.
Cuando vio al sacerdote disminuyó sus pasos y bajó la cabeza para no ser reconocido. Muy tarde. Nuestro sacerdote lo había visto y estaba a unos pasos de él. Se apresuró para tenerlo enfrente, lo abrazó inesperadamente y le dijo al oído: “Te perdono”. Luego continúo su camino con una gran paz interior.
Fue una historia sorprendente que te impacta. Siempre la he tenido presente al momento de perdonar. Me lo digo a menudo: “Si otros han podido, ¿por qué yo no?”
Hace poco me acusaron injustamente y quisieron hacerme daño. Me sentí terriblemente mal. No comprendía por qué lo hicieron. Me costó mucho, pero al final encontré una fórmula sencilla para perdonarlos.
Algunos autores te enseñan a perdonar en 7 pasos. Los he leído y tienen mucho sentido. Yo lo aprendí de otra fuente, un maestro del perdón, el príncipe de la paz, quien fue injustamente acusado, ultrajado y cruelmente asesinado en una cruz.
Estas palabras suyas, dichas en aquella cruz, le dieron sentido a todo:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 34).
No imaginas cuánto me emocioné al traerlas a mi mente. Eran la respuesta que tanto buscaba. De pronto pude comprender que era posible perdonar:“porque no saben lo que hacen”. Y perdoné.
Había algo más que debía hacer: Orar por ellos.
Esto ya no era tan simple. Una cosa es perdonar y tratar de olvidar. Otra muy diferente rezar por los que me estaban haciendo daño. Me encontraba en la incertidumbre cuando encontré otras palabras que me sacudieron el alma.
“Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen” (Mateo 5, 44).
Se nos pide ser bondadosos y compasivos.
¿Cómo lograrlo? Amando.
Yo he decidido perdonarlos a todos, libremente, de corazón, y rezar por aquellos que desean causarme un mal.
Rezo por todos y cuando me falta amor, se lo pido a Dios. Él suple lo que me falta y me muestra los caminos del amor, la humildad y la misericordia.
Debo reconocer que estos problemas que ahora enfrento me han acercado más a Dios, he intensificado mi oración. Llevo conmigo el “Rosario” que me obsequió un fraile franciscano y lo rezo cada vez que puedo. Pido por todos, amigos y no tan amigos.
Debes rezar. La oración te fortalecerá.
Nos permite tener esos momentos de unidad en la dulce presencia de Dios.Te ayuda a reflexionar en Su voluntad y descubrir lo te pide:
“Sé misericordioso hijo mío, perdona y ámalos a todos, puesto que ustedes son hermanos”.
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