Rafael Pérez del Solar, catholiclink
Soy un convencido de que las cosas que valen la pena en la vida siempre van a ser difíciles y van a demandar un gran esfuerzo de nuestra parte. Si quieres tener un título profesional debes estudiar duro, amanecerte, invertir dinero, etc,. Si quieres tener un buen trabajo que pueda sostener a tu familia, tienes que sacar todo tu ingenio, desarrollar todas tus habilidades al máximo y hasta hacer horas extras.
Si anhelas encontrar a la mujer –o al hombre en el caso de las chicas– con quien pasar el resto de tu vida, no es nada fácil. La búsqueda, el enamoramiento, el noviazgo y el matrimonio van a implicar que hagas (y que juntos hagan) opciones que traerán grandes alegrías, pero también momentos exigentes y hasta ocasiones de renuncia. Evidentemente las cosas buenas pasan, pero las mejores pasan a quienes se lanzan en busca de ellas. Cuando somos valientes y nos arriesgamos, logrando vencer ese miedo a la dificultad, conseguiremos abundantes frutos en todas las dimensiones de nuestra vida: personal, profesional, laboral, afectiva y relacional.
En este post te quiero presentar una virtud exigente, pero que vale totalmente la pena si te animas a vivirla: la castidad. Estas bonitas frases nos dan una pista (una muy buena pista) de esos frutos que recogeremos si nos proponemos, con todas las fuerzas de nuestro corazón, a vivir esta importante virtud.
El Papa Francisco nos da una buena clave sobre el valor de esta virtud cuando nos dice: «Si el amor está en los actos, en la comunicación, en no usar al otro, entonces vemos un amor que se sacrifica». La castidad es esa virtud que purifica el amor humano y dispone el corazón para vivir una entrega cotidiana por la persona amada. Por lo tanto la podemos vivir en cualquier estado (solteros, enamorados o casados).
Te voy a ser sincero: es muy exigente, sin embargo es posible si permites que el Amor te direccione, te enrumbe y le dé sentido a tu vida. Si tienes claro lo que aspiras a vivir comprenderás el alto valor de esta virtud y te esforzarás día a día por alcanzarla con la ayuda de Dios. ¿Por qué lo repito? Porque ¡Lo difícil vale la pena! ¿Y por qué en el caso de la castidad? Porque nos permitirá amar de una forma más libre, más disponible, más fuerte, más digna, más dueña de nosotros mismos y más afín a nuestros deseos más profundos. Esto se aplica aunque hayamos caído, ¡porque nuestro corazón siempre podrá renovarse desde la Misericordia del Señor, en la confianza de querer seguir sus ideales más nobles!
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