Consulta
Saludos Padre y bendiciones para Ud:
Quisiera hacerle una consulta. Mi amor y yo estamos muy enamorados. Ambos somos católicos practicantes, por lo que intentamos mantener la castidad en nuestra relación (de más de 4 años), pero a veces nos dejamos llevar por la tentación. ¿Qué podemos hacer para evitarla?
Gracias por adelantado.
Respuesta
:
1-.Buena señal que, estando tan enamorados y confesándose católicos practicantes, se esfuercen ambos en mantener la virtud sobrenatural de la castidad a pesar de todos los obstáculos que contra ella puedan ir surgiendo.
2-.Y ya que de ese tema tan especial y delicado trata tu Nota déjame indicarte unas cuantas observaciones en torno a tan excelsa, tan necesaria y tan desprestigiada virtud.
- Lo cual es debido a la mala prensa de que goza en un mundo tan materializado y hedonista como el que nos ha tocado vivir.
- Pienso que cada vez es más importante destacar lo positivo de la existencia cristiana así como los auténticos valores que la enriquecen frente a esa oleada de paganismo bárbaro que pretende invadirlo y anegarlo todo.
- Y es muy elocuente que existan todavía jóvenes como uds. interesados en mantener la castidad en su relación de noviazgo y reconociéndose con valentía tan enamorados y ello, a pesar de tantas dificultades y problemas que encaran.
3-.Pues bien, la virtud de la castidad es, junto con la virginidad, una de las dos especies en que se subdivide la virtud cardinal de la templanza cuya misión principal consiste en moderar la inclinación a los placeres que provienen del gusto y del tacto
4-.La castidad se define en teología moral como la virtud sobrenatural que modera el apetito genésico y se la conoce como la virtud angélica porque hace a quien la practica semejante a los ángeles.
- Es una virtud delicada y difícil cuya práctica perfecta sólo podrá obtenerla de modo ordinario quien se somete a una contínua vigilancia y a una severa austeridad, sin la cual será casi imposible mantenerla y perfeccionarla.
- Tiene varias formas como son: la virginal, que es la abstención voluntaria y perpetua de toda delectación contraria; La juvenil, que se abstiene totalmente de ellas antes del matrimonio y la conyugal y la vidual que regula las relaciones legítimas de los casados según el dictado de la razón y de la fe.
- Y para regular los actos secundarios de la relación amorosa entre las personas existe también la pudicicia que no es virtud distinta de la castidad sino una circunstancia de la misma.
5-.Y a tu última pregunta:"¿qué podemos hacer para evitar la tentación?" responderé con las siguientes indicaciones extraídas de la doctrina católica.
- Hay que tener presente que la tentación es algo común y corriente en toda vida humana y mucho más en la ascética cristiana que pugna por la perfección. De modo que no es tan fácil evitarla y hay que contar con ella y prevenirse bien puesto que la lucha contra la propia sensualidad no termina sino con la vida.
- Y para contrarrestarla al razón natural sugiere algunos remedios que no dejan de ser útiles en la práctica; pero los verdaderamente eficaces provienen de la fe y son de tipo estrictamente sobrenatural. Cito algunos de cada apartado:
6-.Remedios contra la concupiscencia puramente naturales se señalan los siguientes: la mortificación en cosas lícitas - El aficionarse al sufrimiento y a la cruz - Combatir la ociosidad, "madre de todos los vicios" - Huir de manera sistemática las ocasiones peligrosas que pueden arrastrar al pecado.
7-.Remedios que nacen de la fe y son de orden sobrenatural: Considerar la propia dignidad cristiana, como lo señala San Pablo en 1Cor 6,15-20 - El recuerdo de la Pasión de Cristo - La oración humilde y perseverante y la frecuencia de los sacramentos - La devoción filial y entrañable a la Virgen María.
- Si pones en juego todos estos medios con humildad y sencillez vas a lograr lo que pretendes y van a llegar ambos al sacramento del matrimonio como Dios espera de los dos y uds. necesitan para dignificar su relación. Pero no la alarguen demasiado que nunca es recomendable. Ténganlo presente...
Saludos
P.Vallina O.P.
¿Es “amar” lo mismo que “estar enamorados”?
Lo que llamamos “estar enamorados” es un estado glorioso y, de diferentes maneras, bueno para nosotros. Contribuye a hacemos generosos y valientes, nos abre los ojos no sólo a la belleza de la amada sino a toda belleza, y subordina (especialmente al comienzo) nuestra sexualidad meramente animal; en ese sentido, el amor es el gran vencedor de la lujuria. Nadie en sus cinco sentidos negaría que estar enamorado es mucho mejor que la sensualidad común o el frío egocentrismo. Pero, como dije antes, “lo más peligroso que se puede hacer es tomar cualquiera de los impulsos de la propia naturaleza e instituirlo como aquello que debemos seguir a toda costa”.
Estar enamorado es algo bueno, pero no es lo mejor. Hay muchas cosas que están por debajo, pero también hay otras que están por encima. No puede hacerse de ello la base de la vida en su totalidad. Es un sentimiento noble, pero no deja de ser un sentimiento. Y no se puede confiar en que sentimiento alguno perdure en toda su intensidad, o incluso que perdure. El conocimiento puede durar, los principios pueden durar, los hábitos pueden durar, pero los sentimientos vienen y van. Y, de hecho, más allá de lo que diga la gente, el estado conocido como “estar enamorado” generalmente no dura. Si se toma el viejo final de los cuentos de hadas, “vivieron felices para siempre” como “sintieron por los siguientes cincuenta años exactamente lo mismo que el día antes de casarse”, entonces está diciendo algo que probablemente nunca fue ni podría ser verdad, y que sería muy poco deseable si lo fuera. ¿Quién podría vivir en ese estado de exaltación siquiera por cinco años? ¿Qué sería de tu trabajo, tu apetito, tu sueño, tus amistades?
Pero, por cierto, dejar de estar “enamorado” no necesariamente significa dejar de amar. El amor en este segundo sentido —el amor en tanto distinto al “estar enamorado”— no es meramente un sentimiento. Es una unidad profunda, mantenida por la voluntad y deliberadamente fortalecida por el hábito; reforzada (en los matrimonios cristianos) por la gracia que cada uno de los integrantes de la pareja pide, y recibe, de Dios. Pueden tener este amor por el otro incluso en los momentos en que no se gustan mutuamente, tal como te amas a ti mismo incluso cuando no te gustas. Pueden retener este amor incluso cuando cada uno podría, si se lo permitiera, estar “enamorado” de otra persona. “Estar enamorados” primero los llevó a prometer fidelidad; este amor más tranquilo les permite mantener la promesa. Es con este amor que funciona la maquinaria del matrimonio; estar enamorados fue la explosión que la hizo partir.
C.S. Lewis, Mero Cristianismo
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