Potentes palabras para tener al alcance de la mano “ahora y en la hora de nuestra muerte”
JOANNE MCPORTLAND, aleteia
La muerte puede dar miedo, incluso a los católicos, porque somos humanos. Conocemos la pérdida y el dolor, comprendemos el sufrimiento. Nuestra sociedad no soporta la contemplación de nuestra muerte, ni como abstracción futura, en base a nuestra edad y a nuestras condiciones de salud, ni como perspectiva más o menos inminente. Y, sin embargo, nos damos cuenta que vivimos en un mundo en que, como nos recuerda Jesús en los Evangelios, nuestro fin llegará probablemente como un ladrón en el corazón de la noche.
Es una bendición, entonces, que el tesoro de oración de la Iglesia nos ofrezca palabras de consuelo y preparación para aquellos momentos en que deberíamos enfrentar el temor a la muerte. Mira cinco oraciones y algunas sugerencias procedentes de oraciones familiares y la Escritura.
1 – Dirígete a san José
La tradición nos dice que José murió pacíficamente entre los brazos de la amada esposa y el hijo adoptivo. ¿A qué mejor persona dirigirse para que interceda para hacernos tener un final tan bendito (que significa “feliz”)?
Oración a san José para una buena muerte (tradicional)
Oh, José bendito, tú que expiraste en el abrazo amoroso de Jesús y María.
Cuando el sello de la muerte se cierne sobre mi vida, ven en mi auxilio junto con el Señor Jesús y Santa María.
Obténme este solaz para que en esa hora pueda morir con sus santos brazos a mi alrededor.
Jesús, María y José, les encomiendo mi ser, viviente y agonizante, en sus santos brazos. Amén.
2 – Pide la gracia de derrotar al enemigo
El miedo a la muerte es uno de los más grandes engaños del diablo. Ora para recibir la gracia de resistir a las mentiras del enemigo durante tu vida y fortalecerte en la batalla final.
Oración a Cristo para obtener la gracia (de iBreviary)
Señor Jesús,
infunde en mí el espíritu de tu amor,
para que en la hora de mi muerte
pueda ser digno de vencer al enemigo
y recibir la corona celestial. Amén.
3 – “Entra” en Cristo
Si morimos con Cristo, se nos asegura que resucitaremos con Él. Cuando el miedo a la muerte nos invade, esta espléndida letanía nos recuerda nuestro refugio.
Anima Christi (tradicional)
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos
Amén.
4 – Haz amistad con la Hermana Muerte
San Francisco de Asís concluye su espléndida alabanza a la creación de Dios con la oración a la Hermana Muerte. Cuando la encontramos y la reconocemos como nuestra hermana, podemos prepararnos y estar listos para cuando llegue.
Del Cántico de las Criaturas
Loado seas, mi Señor,
por nuestra hermana la muerte corporal
de la cual ningún hombre vivo puede escapar.
¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal!
Bienaventurados
los que encuentre en tu santísima voluntad,
pues la muerte segunda no les hará mal.
Load y bendecid a mi Señor,
y dadle gracias y servidle con gran humildad.
5 – Reposa en la certeza de que “todo irá bien”
La anacoreta inglesa medieval Juliana de Norwich surgió de las puertas de la muerte –vivida como enfermedad espantosa y depresión– con una visión de la verdadera realidad del amor eterno de Dios. Repetir esta oración basada en sus escritos puede ser un medio de consuelo frente a cualquier tipo de miedo o ansiedad.
Oración para el consuelo (basada en los escritos de santa Juliana de Norwich)
Dios, tú eres mi ayuda y mi consuelo;
Tú me reparas y me rodeas de un amor tan tierno
que puedo sentir tu presencia junto a mí ahora y siempre.
Amén.
Otras sugerencias
Además de las cinco oraciones mencionadas, sírvete de oraciones tradicionales como el Ave María (“ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”) y la oración al Ángel de la Guarda. Como invocación repetida, usa las palabras de Jesús en el momento de su muerte: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”, del Salmo 31 (una buena resolución para cada día). Se puede encontrar consuelo también en tres salmos: 23 (“El Señor es mi pastor”), 46 (“Dios es mi refugio y mi fuerza”) y el 91 (“Tú que habitas al reparo del Altísimo y habitas a la sombra del Omnipotente”). Lee los salmos en voz alta, a menudo ayuda a descubrir nuevos niveles de significado.
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