39. Sacrificio añadido al sacrificio
(Cánon: Ofrecimiento)
El 6 de agosto de 258 se había reunido
secretamente la comunidad cristiana para celebrar la Misa. Se habían refugiado
en las catacumbas, el lugar subterráneo donde se sepultaban los muertos. La
asamblea vivía una atmósfera de angustia y tristeza. El emperador Valeriano
había firmado unos decretos que instauraban una persecución severa de los
cristianos. Todos debían temer de ser prendidos, encarcelados y enjuiciado.
Nadie tenia la vida asegurada. A todos amenazaba la confiscación de sus bienes.
En la capilla subterránea a apiñaban los
cristianos. Ante el altar estaba el Papa Sixto II, a su lado sus diáconos. Se
celebraba la Eucaristía. Se había cantado el canon. Había resonado el relato de
la ultima cena. En medio de sus fieles estaba presente Cristo, el Señor.
En medio de esta paz profunda se escucharon
pasos, ordenes, ruido de armas. Los militares habían invadido las catacumbas.
Entraron a la asamblea sagrada. El comandante controlaba los datos de los
presentes. El Papa confesó su fe y su cargo. El comandante pronunció la condena
de muerte. Debería ejecutarse en el acto en el mismo lugar. Brilló la espada
del verdugo. A los pies del altar se encontraba el cuerpo exánime del Papa.
También los diáconos fueron ejecutados. La sangre de los decapitados corría a
lo largo del altar donde estaba presente la sangre de Cristo. Al sacrificio de
Cristo se añadía el sacrificio de los mártires: "Hostia ad hostiam =
Sacrificio al sacrificio."
Varias veces se ha repetido esta escena en
la Iglesia. Sucedió algo muy similar en la muerte de Santo Tomas de Canterbury
y en el crimen contra el San Estanislao de Polocz. Morían a los pies del altar.
Se entregaban en sacrificio en el lugar donde se celebra el sacrificio de
Cristo nuestro Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario