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Cómo llevar el mensaje del Evangelio a los alejados y a los
jóvenes con un lenguaje que entiendan y de una manera que
sea capaz de llamarles la atención. Esta es una cuestión muy común
a la que evangelizadores y catequistas se enfrentan de manera constante en
una sociedad en constante cambio y ya secularizada, que ya no entiende
el lenguaje religioso.
El propio Papa Francisco habla del anuncio de la Palabra que se da en
la catequesis aunque destacando igualmente la necesidad de una “adecuada ambientación y una atractiva motivación”. Es precisamente aquí donde
pretende arrojar luz el sacerdote Manuel María Bru, doctor en Periodismo, presidente de la Fundación Crónica Blanca y profesor en varias universidades.
En su nuevo libro Asombro y empatía (Ciudad Nueva) ofrece “dos claves
para renovar el lenguaje de la evangelización y de la catequesis”.
El libro ofrece algunas claves para una nueva evangelización cada vez más
urgente.
La importancia del "asombro" En primer lugar, Bru destaca la importancia del “asombro” en la evangelización,
un lenguaje que lleve a recuperar “una verdadera catequesis de la experiencia, de iniciación y de conversión cristianas”.
Esta experiencia lleva a superar “una catequesis meramente doctrinal” que no entienden los que no han tenido la experiencia religiosa del asombro. Pero también debe ir más allá de aquella catequesis que para intentar conectar con el joven o el alejado no abre “una puerta a la experiencia del asombro ante Dios y de la conversión e Él”. “Sólo es capaz de contagiar el asombro quien vive del asombro”, explica el autor. Sin empatía la evangelización no cala No menos importante que el asombro es la empatía, la forma de presentarse ante el otro para anunciar el Evangelio. No sólo es ofrecer esta Buena Nueva sino cómo ofrecerla. Es por ello por lo que el Papa Francisco habla de que es “bueno que puedan vernos como “alegres mensajeros”. Es importante tener un lenguaje y una forma de transmitir que “conecte” con una sociedad que el autor define como “la cultura débil del tiempo posmoderno, de la sociedad de la información y, entre otras muchas cosas, líquida y desvinculada". Un cambio en el lenguaje y en el enfoque Atendiendo a esta cultura de hoy, la evangelización y sobre todo la catequesis necesitan un formato diferente al que se ha llevado a cabo durante décadas. El lenguaje religioso y el lenguaje de hoy necesitan cambiar los verbos. Hay que pasar de explicar, entender y aprender a otros “más adecuados a la naturaleza misma de la catequesis”. Estos son los verbos a utilizar hoy que propone este libro: 1. Provocar e inquietarse En primer lugar el catequista o cualquier cristiano tienen que
“provocar” interrogantes e inquietudes vitales propias
del anhelo religioso en el catecúmeno o en el alejado.
La respuesta deseable por parte del destinatario
de este mensaje sería el “inquietarse” ante una provocación que
despierta una dimensión latente en este catecúmeno. Sin este paso,
“difícilmente pueden darse los siguientes, menos aún si el planteamiento
sigue siendo el de enseñar/aprender, pues, como expresa la parábola del
sembrador, la semilla caería en piedra, no entraría en la entraña vital del evangelizado, y resbalaría”.
2. Promover y acoger En este proceso catequético se pretende de manera paulatina
“promover” una experiencia de Dios en la vida de la persona.
En este caso, el catequista en particular y la comunidad cristiana en general
tienen que ayudar, empujar y alentar este movimiento paulatino que está
realizando el catecúmeno y que debe hacer suyo.
Por ello, no se trata tanto de enseñar como de promover ni de
aprender como de acoger.
3. Asombrar y asombrarse Esta debería ser el punto al que se debería llegar pero “no tanto como fase final del proceso, sino momentos en que el testigo es capaz de asombrar con su testimonio y el acompañado en el itinerario catequético es capaz de asombrarse”. Y es que sin asombro ante el Misterio de Dios, explica el autor, no hay verdadera experiencia religiosa y por tanto iniciación cristiana. Por todo ello, el cristiano “debería identificarse ante todo por ser un asombrado, y como tal, alguien capaz de asombrar a quienes lo rodean”. |
Dios nos ama tanto que hasta ha querido amarnos con un corazón humano traspasado.
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jueves, 14 de diciembre de 2017
Cómo adaptar el lenguaje de hoy a la evangelización: Tres cambios fundamentales para el catequista
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