No hay papeles predeterminados para el esposo y la esposa dentro de la vida matrimonial
Los roles y funciones que se le adjudican a los hombres y a las mujeres, dentro del matrimonio, se aprenden en el hogar de origen y en el contexto cultural en que crecimos. Tanto el hombre como la mujer pueden llegar al matrimonio con expectativas preestablecidas de lo que será su rol como cónyuge y con los hijos. Por tanto, es muy importante confrontar estas expectativas con su pareja, puesto que la falta de congruencia en este punto puede causar conflictos en el matrimonio.
Lo primero que habría que decirse aquí es que no hay papeles predeterminados para el esposo y la esposa dentro de la vida matrimonial.
Cada miembro de la pareja debe evaluar los roles y expectativas que tiene frente a su cónyuge y ajustarlos a las necesidades reales de la pareja.
Tradicionalmente, y sobre todo en nuestra mentalidad latina, el hombre se definió como el proveedor de todo lo necesario y la mujer como la que se quedaba en casa, encargada del cuidado de los hijos y de las mil tareas domésticas. Como consecuencia, el hombre aprendía que no tenía responsabilidades en los oficios domésticos ni en el cuidado de sus hijos, pues esas eran “cosas de mujeres”. La mujer por su parte, aceptaba además que ella era la que debía atender al esposo.
Eso fomentaba una división muy drástica entre las actividades masculinas y femeninas dentro de la relación matrimonial y traían un desbalance poco sano al matrimonio.
En algunos hogares latinos, aún en épocas actuales, la mujer tiene que trabajar muchas horas, sin goce de salario, sin derechos y sin ese “tiempo personal” para recargar sus baterías. Todavía hay quienes no consideran el trabajo doméstico como propiamente un trabajo, sino como una “obligación” que tiene la esposa en el matrimonio.
Hoy en día, por el contrario, la sociedad reconoce que el hombre y la mujer participan por igual en el campo laboral fuera de casa y el trabajo doméstico, aunque no es siempre remunerado, es visto como un verdadero trabajo. Así mimo, los hombres están tomando conciencia de que también ellos deben participar por igual en los oficios domésticos, tradicionalmente asignados a las mujeres.
El matrimonio es como un regalo que tanto el esposo como la esposa reciben. En ese regalo vienen ciertos privilegios y derechos, pero también vienen ciertas responsabilidades, obligaciones y tareas y no hay manuales que especifiquen cuáles tareas debe hacer el hombre y cuáles la mujer.
El que la mujer esté naturalmente mejor dotada para realizar ciertas tareas en el hogar, no impide que el hombre pueda aprender a hacerlas. El hogar, el matrimonio y los hijos no son sólo de uno, sino de los dos. Cada miembro de la pareja debe evaluar los roles y expectativas que tiene frente a su cónyuge y ajustarlos a las necesidades reales de la pareja. Comunicación clara y precisa es siempre una herramienta importantísima en este proceso.
Artículo originalmente publicado por Por tu matrimonio
Lo primero que habría que decirse aquí es que no hay papeles predeterminados para el esposo y la esposa dentro de la vida matrimonial.
Cada miembro de la pareja debe evaluar los roles y expectativas que tiene frente a su cónyuge y ajustarlos a las necesidades reales de la pareja.
Tradicionalmente, y sobre todo en nuestra mentalidad latina, el hombre se definió como el proveedor de todo lo necesario y la mujer como la que se quedaba en casa, encargada del cuidado de los hijos y de las mil tareas domésticas. Como consecuencia, el hombre aprendía que no tenía responsabilidades en los oficios domésticos ni en el cuidado de sus hijos, pues esas eran “cosas de mujeres”. La mujer por su parte, aceptaba además que ella era la que debía atender al esposo.
Eso fomentaba una división muy drástica entre las actividades masculinas y femeninas dentro de la relación matrimonial y traían un desbalance poco sano al matrimonio.
En algunos hogares latinos, aún en épocas actuales, la mujer tiene que trabajar muchas horas, sin goce de salario, sin derechos y sin ese “tiempo personal” para recargar sus baterías. Todavía hay quienes no consideran el trabajo doméstico como propiamente un trabajo, sino como una “obligación” que tiene la esposa en el matrimonio.
Hoy en día, por el contrario, la sociedad reconoce que el hombre y la mujer participan por igual en el campo laboral fuera de casa y el trabajo doméstico, aunque no es siempre remunerado, es visto como un verdadero trabajo. Así mimo, los hombres están tomando conciencia de que también ellos deben participar por igual en los oficios domésticos, tradicionalmente asignados a las mujeres.
El matrimonio es como un regalo que tanto el esposo como la esposa reciben. En ese regalo vienen ciertos privilegios y derechos, pero también vienen ciertas responsabilidades, obligaciones y tareas y no hay manuales que especifiquen cuáles tareas debe hacer el hombre y cuáles la mujer.
El que la mujer esté naturalmente mejor dotada para realizar ciertas tareas en el hogar, no impide que el hombre pueda aprender a hacerlas. El hogar, el matrimonio y los hijos no son sólo de uno, sino de los dos. Cada miembro de la pareja debe evaluar los roles y expectativas que tiene frente a su cónyuge y ajustarlos a las necesidades reales de la pareja. Comunicación clara y precisa es siempre una herramienta importantísima en este proceso.
Artículo originalmente publicado por Por tu matrimonio
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