Evangelio según San Lucas 12,39-48.
Jesús dijo a sus discípulos: "Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. |
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada". |
Pedro preguntó entonces: "Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?". |
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? |
¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! |
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. |
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, |
su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. |
El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. |
Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más." |
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Comentario
San Juan Casiano (c. 360-435) |
“Esperé confiadamente en el Señor” (Sal 39,2)
El remedio más eficaz para el corazón humano es la paciencia, según las palabras de Salomón en el libro de los Proverbios: “el hombre manso es el médico del corazón”. No extirpa sólo la cólera, la tristeza, la pereza, la vana gloria o el orgullo, sino también la voluptuosidad y todos los vicios a la vez. “La longanimidad”, dice también Salomón, “hace la prosperidad de los reyes”. El que es siempre manso y tranquilo, no se inflama con cólera, ni se consume en las angustias del tedio y la tristeza, no se dispersa en las fútiles búsquedas de vana gloria ni se eleva en la presunción del orgullo: “Los que aman tu ley gozan de una gran paz, nada los hace tropezar” (Sal 118,165). Realmente, el Sabio tiene razón cuando expresa: “El que tarda en enojarse vale más que un héroe, y el dueño de sí mismo, más que un conquistador” (Prov 16,32). |
Pero hasta que obtengamos esta paz sólida y durable, debemos aguardar múltiples embestidas. Frecuentemente, debemos repetir entre lágrimas y gemidos: “Mis heridas hieden infectadas, a causa de mi insensatez; estoy agobiado, decaído hasta el extremo y ando triste todo el día” (Sal 38,6-7). Hasta que el alma llegue al estado de pureza perfecta, pasará frecuentemente por esas alternativas necesarias a su formación, en la espera que por fin la gracia de Dios llene sus deseos, afirmándolo para siempre. Entonces podrá decir con toda verdad: “Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa infernal, del barro cenagoso; afianzó mis pies sobre la roca y afirmó mis pasos” (Sal 39, 2-3). |
Oración
Señor Padre celestial, me presento ante ti como tu hijo y te pido valor y lucidez para afrontar todas mis dificultades y todos estos problemas, no permitas que mi ánimo decaiga. Tú Dios eres único que puede ayudarme, mi fortaleza en medio de la aflicción y mi roca firme, eres mi escudo protector en medio de todas las dificultades.
Muchos somos los que confiamos en ti y nos presentamos delante de ti, te pido que nunca quedemos confundidos, que seamos recompensados porque nuestra fe y nuestra esperanza eres solo tú. En mi corazón se encuentra la confianza de que tu escucharás mi clamor porque quien es mayor que tú? que sé que cumpliré mis metas y propósito porque mi confianza está solo en ti.
Ayúdame Padre a ser digno de ti y de tu presencia, quiero entregarme plenamente a la bondad y pureza de tu amor, quiero que tu palabra sea mi centro, que me sostenga y que me impulse superar todos los obstáculos que el día de hoy se me presentan. Ayúdame a conocer completamente, escudríñame padre y quita todo aquello que estorbe dentro de mí, revélame mis dones y talentos que tú me has otorgado, sé que lograre el éxito y tendré felicidad en medio de todo.
Sé que en tu nombre tendré victoria y con tu ayuda lograre vencer todos mis obstáculos; porque tú jamás abandonas aquel que ha puesto su fe y esperanza en ti. Amén
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