«El Señor me estaba llamando a una verdadera entrega,no a la tibieza»
Marie-Caroline es una joven de Versalles de 37 años
que tiene una discapacidad física que no le permite andar.
Marie-Caroline es una joven francesa de 37 años que nació con una discapacidad física que le obliga a tener que ir siempre en silla de ruedas. Pero no ha sido impedimento para peregrinar ella sola por el Camino de Santiago hasta la tumba del apóstol.
400 kilómetros para abandonarse completamente a Dios, salir de su zona de confort para vivir lo inesperado y dejarse ayudar por el prójimo.
Esta joven partió desde León y recorrió con su silla eléctrica los caminos de Castilla y luego los complicados montes que dan acceso a Galicia, hasta acabar recorriendo los caminos gallegos hasta Santiago. Una proeza complicada para una persona con su discapacidad que va sola y por un recorrido nada sencillo.
Según cuenta en Famille Chrétienne, lo único que en principio llevaba preparado eran los alojamientos, pues debía garantizarse que pudiera recargar cada noche la silla eléctrica. Para el resto debería vivir el momento, con rutas de 30 o 40 kilómetros por sendas o pasos que no sabría si su silla podría superar.
“No caminaba sola, iba sobre las rodillas de la Virgen María. También llevé conmigo, a través de la oración, a los niños de los barrios marginales de Manila a los que cuida el padre Dauchez y con los que pude intercambiar opiniones por vídeo unos días antes de mi partida”, afirma.
Además, recuerda que sus amigos también le habían confiado numerosas intenciones de oración para llevar al apóstol Santiago. “Cuando tenía frío, cuando estaba cansada y empapada, me aferraba a todas aquellas personas que contaban conmigo: eran mi razón para seguir adelante, dieron sentido a todos los momentos difíciles”, agrega.
Mientras Marie-Caroline peregrinaba durante tres semanas por las tierras de España una multitud de personas rezaba por ella y la acompañaba espiritualmente: su familia, amigos, comunidades religiosas, colegios, grupos de oración…
Nunca se sintió sola ya que el Señor le fue poniendo por todo el camino personas para ayudarla en cada situación que lo requiriera. Ya fuera para superar caminos con piedras o con demasiado barro, para poder cubrirse si llegaba la lluvia, para llegar a la litera por las noches o incluso para superar una cuesta con demasiada pendiente para la batería de su silla…
“¡Ser dependiente me predispone necesariamente a conocer gente!”, afirma. Y así fue. Nunca en estas tres semanas le faltó una mano que la ayudase en su peregrinación.
Así lo ve ella: “Todos necesitamos ayuda. Yo pido ayuda para mi vida diaria, y a cambio, soy fuente de sanación para algunas personas, porque al ofrecer mi dependencia se forjan fuertes lazos, creando momentos para la confianza. Despierto la humanidad de quien nunca ha tenido la oportunidad de ayudar a una persona dependiente y para quien entrar en la intimidad del otro es muy difícil. Entonces nos encontramos directamente en nuestras debilidades. Siempre rezaba al Espíritu Santo para que me dirigiera a la palabra adecuada”.
Durante todo el camino experimentó bonitas sorpresas que logró disfrutar y saborear ante su predisposición a tener su corazón abierto a lo inesperado.
“Mientras caminaba hacia Santiago me encontré con San Francisco de Asís: todo comenzó con mi encuentro con un fraile franciscano en León que me reveló que el Camino de Santiago era un camino para hacer las paces con los propios miedos porque impiden la buena acogida del Amor de Dios. Tuve que cerrar el capítulo actual de mi vida y al llegar abrir uno nuevo”, comenta esta joven católica francesa.
Además, el último consejo que le dio el religioso marcaría su peregrinación: “tener el coraje de tomarse tiempo para contemplar el espíritu de Dios en la creación”. Y así lo hizo primero por los campos de Castilla y luego por los verdes paisajes de Galicia como si fuera un signo de Resurrección, transformándose en gracia.
Y no faltó una gran anécdota relacionada con este consejo, pues su reloj se paró por lo que vio más clara esa señal de tomarse su tiempo durante el Camino. Dios es amor, pero también humor, cree Marie-Caroline.
“Sentí que la planificación de todo era un obstáculo para la gracia, por lo que cancelé todas mis reservas en los albergues. El Señor me estaba llamando a una verdadera entrega, no a la tibieza. Cuantos más pobres somos, más capaces somos de ver los dones que Dios nos da, y me pude maravillar de la creación”, confirma.
La joven llegó a Santiago dos días antes de lo previsto y en medio de un gran aguacero. En la Plaza del Obradoiro frente a la catedral se encontró con muchas de las personas con las que se cruzó durante su peregrinación. “¡Llorábamos de alegría! Es una alegría difícil de explicar… El Camino de Santiago es un verdadero camino de paz”, concluye.
J.L., ReL
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