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jueves, 5 de enero de 2023

El primer funeral por un Papa emérito: Francisco predicó sobre cómo Dios usa instrumentos frágiles


El Papa Francisco medita ante el féretro de Benedicto XVI en su funeral en la Plaza de San Pedro... casi nunca un Papa presidió el funeral de otro

Decenas de miles de personas (unas 60.000 al empezar la ceremonia en una mañana fría) han acudido pronto a la misa funeral del papa emérito, Benedicto XVI, este jueves en la plaza de San Pedro, entre fuertes medidas de seguridad. Unos 1.000 policías se han desplegado en las calles de Roma y se ha impuesto una zona de exclusión aérea sobre la Ciudad del Vaticano.

A las 6 de la mañana se empezó a permitir el acceso a la plaza de San Pedro para los fieles. El rocío y la niebla los recibieron, aunque al avanzar la mañana se fue aclarando algo el día. Con orden y tranquilidad fueron tomando asiento. No se repartieron entradas ni se reservaron plazas: sólo hacía falta ponerse en la fila para entrar en el recinto.

La ceremonia de exequias

Se empezó con el rezo del Rosario, con numerosos obispos y cardenales. Se calcula que acudieron al funeral unos 400 obispos y casi 4.000 sacerdotes.  El rosario se terminó con el Salve Regina, sin letanías.

Al empezar la procesión de entrada, se pidió a los asistentes que reaccionaran a la ceremonia con "fe y recogimiento" y que no ondearan banderas ni levanten carteles. La procesión se acompañó con el canto de la antífona de entrada: "Dale Señor el descanso eterno".

La ceremonia la presidió el Papa Francisco, pero por sus problemas de rodilla el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio (de 88 años) se encargó de las partes más exigentes, incluyendo el canon de la misa en latín.

La Plaza de San pedro del Vaticano en las exequias de Benedicto XVI

Partes de la oración eucarística las recitaron el argentino cardenal Leonardo Sandri (de 79 años, responsable vaticano de Iglesias Orientales de 2007 hasta el pasado verano) y el cardenal nigeriano Francis Arinze, de 90 años, colaborador de Benedicto al frente de la Congregación para el Culto Divino de 2002 a 2008. 

La primera lectura, en español, era del Libro de Isaías: "¿Es acaso la vasija su artífice?" El salmo, el más breve, el 22, muy común en funerales: "El Señor es mi pastor, nada me falta". La segunda lectura, en inglés, de la primera carta de San Pedro, sobre la resurrección en Cristo, "aunque sea preciso sufrir ahora un poco, como el oro se aquilata al fuego". El Evangelio de San Lucas, proclamado en italiano, sobre los dos ladrones: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" y "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". 

La homilía del Papa Francisco fue bastante breve. Francisco, a partir de la imagen de las manos, habló de la sincatábasis (el abajamiento y condescendencia, especialmente para comunicarse y hacerse entender) de Dios, que se hace cercano y utiliza métodos humanos, frágiles, manos a veces débiles. Pero que Dios usa esa a esas personas si se apoyan en Dios y sus tiempos. Se refería a los servidores de Dios en general, pero era aplicable al frágil y anciano Benedicto XVI.

(La homilía completa más abajo)

El Papa Francisco presidiendo el funeral por Benedicto XVI

Citó al Papa San Gregorio Magno, que confiaba en las oraciones "y el auxilio de méritos" de sus amigos. El pastor puede pastorear acompañado por su pueblo. "Como las mujeres en el sepulcro estamos aquí con el perfume de la gratitud y esperanza", 

"Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu alegría sea perfecta al oír definitivamente para siempre, su Voz", finalizó el Papa, instalándose después un silencio orante.

Fue la única vez en la homilía que Francisco mencionó el nombre de Benedicto, quizá en homenaje a la humildad que todos le reconocían al difunto Papa emérito.

Ritos finales

Tras la comunión, el Papa en latín pronunció la oración final por el difunto, "el Papa emérito Benedicto". Mientras el coro cantaba en latín "Yo creo que el Señor ha resucitado y vive", el cardenal Re salpicó con agua bendita el ataúd del difunto, y después lo incensó.

Después de rezar el Papa la 'Valedictio', el coro cantó "In Paradisum", invocando la intercesión de los ángeles para acompañar al difunto a la presencia de Dios. Y después, cantó el Magnificat, mientras empezaban a retirarse los cardenales.

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En el cortejo funerario final, tras el ataúd, caminaban su secretario de muchos años, Georg Gänswein, y las religiosas Memores Domini, vestidas de negro de luto, que vivieron con él en su retiro en la casa Mater Ecclesiae. El Papa Francisco, ya sentado en silla de ruedas, apoyó su mano en el ataúd como gesto de despedida.

Políticos y autoridades que acudieron

Como Benedicto XVI ya no era jefe de Estado, el funeral no se ha considerado funeral de Estado. Hay dos delegaciones especiales con palco o espacio oficial por decisión del propio Papa emérito: Italia y Alemania. El resto de países está representado por sus embajadores ante la Santa Sede o por algunos enviados especiales, a veces de rango bastante bajo.

No han acudido representantes institucionales de la Unión Europea, pese a todo el esfuerzo que Benedicto XVI hizo por potenciar la identidad del continente (incluyendo la selección del nombre "Benedicto").

Por parte de España, estuvo la reina emérita, Sofía, de 84 años, en representación de la Corona, y el ministro español de la Presidencia, Félix Bolaños. Bélgica, que es una monarquía católica, estuvo representada al máximo nivel por el rey Felipe de Bélgica y la Reina Matilde. No acudieron más monarcas.

Por parte de Italia, acudieron el presidente Sergio Mattarella y la primera ministra Giorgia Meloni.

Polonia, Portugal y Hungría también enviaron a representantes del máximo nivel, sus presidentes, que son, respectivamente, Andrzej Duda, Marcelo Rebelo de Sousa (quien acaba de aplazar por tercera vez la aprobación de la eutanasia remitiéndola otra vez al Constitucional) y Katalin Novák.

Marcelo de Sousa, que es católico, declaró según Rádio Renascença, que iba a Roma "representando al Estado portugués", que "como ciudadano no iría allí; lo que importa es representar al Estado portugués porque Portugal organiza las Jornadas Mundiales de la Juventud, y eso es un factor muy relevante en las relaciones entre el Vaticano y Portugal".

También acudió Gitanas Nausėda, presidente de Lituania. La presidenta de Eslovaquia, Zuzana Čaputová, había anunciado su asistencia, pero enfermó y al final acudió el primer ministro interino, Eduard Heger. Sí acudió la presidenta de Eslovenia, Natasha Pirc Musar y el primer ministro de la República Checa, Petr Fiala.

Al parecer, los altos mandatarios que llegaron de más lejos vinieron de África: el  presidente de Togo, Faure Essozinma Gnassingbe, y la primera ministra de Gabón, Rose Christiane Ossouka Raponda; 

La delegación alemana fue completa: el presidente del país, Frank-Walter Steinmeier, el canciller Olaf Scholz, el Presidente del Parlamento Bärbel Bas (socialista) y el presidente del Consejo Federal Peter Tschentscher (socialista). Fuera de la delegación oficial, el líder de la oposición, Friedrich Merz (de la CDU).

Francia, el país más laicista de Europa, envió sólo a Gérald Darmanin, ministro de Interior "y de cultos". Pero es más que las Islas Británicas. El Gobierno de Irlanda, pese a ser un país de tradición católica, no envía a nadie y se lo deja a su embajador.

E Inglaterra sólo envió como su representante a la Secretaria de Estado de Educación, Gillian Keegan, de 54 años, católica y diputada del Partido Conservador (pese a que Benedicto XVI visitó el país, donde beatificó al intelectual inglés J.H. Newman).

Entre los países que enviaron sólo ministros está Croatia (envió su ministro de Exterior y a la Ministra de Cultura), Colombia (el ministro de Exterior, Álvaro Leyva Duràn) y Chipre (el ministro de Exterior).

Un caso peculiar es el de Andorra, representada por el arzobispo de Urgel y copríncipe, Joan-Enric Vives (único obispo jefe de Estado en el mundo, excepto el Papa reinante). Le acompañan dos vicarios de la diócesis y el embajador de Andorra ante la Santa Sede.

Unos 120 cardenales

La Santa Sede envió invitaciones a todo el colegio cardenalicio, que en la actualidad son 224 cardenal, de los que 125 son electores. Precisamente los que más conocieron a Benedicto son los más ancianos y menos dispuestos a viajar, pero unos 120 han llegado a la ceremonia.

Entre los cardenales que consiguieron llegar está el anciano cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, a quien el Gobierno chino le quitó el pasaporte pero se lo devolvió con un permiso de 5 días para salir del país.

Entre los cardenales presentes están los de la Curia, el cardenal Müller que fue prefecto de Doctrina de la Fe, el cardenal Adalberto Martínez (primer cardenal en la historia de Paraguay), el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, el cardenal australiano George Pell, el cardenal de Sri Lanka, Malcolm Ranjith (que de 2005 a 2009 fue Secretario de Doctrina de la Fe, hasta que Benedicto XVI le envió a la isla), el cardenal de Barcelona Juan José Omella; el cardenal de Madrid Carlos Osoro, el cardenal arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez, los cardenales coreanos Andrés Yeom Soo-jung y Lázaro You Heung-sik...  y varios obispos y Patriarcas de iglesias católicas orientales.

En cambio, desde Siberia, el obispo de Saratov, Clemens Pickel, de etnia alemana, confirmó con tristeza, que ningún obispo católico de Rusia iba a poder acudir. No explica las causas, pero es evidente que la situación de guerra no lo favorece.

Representantes ecuménicos

El Patriarcado ecuménico de Constantinopla, greco-ortodoxo, estuvo representado por el número dos de su organigrama, Emmanuel, metropolita de Calcedonia. 

Su rival, la Iglesia Ortodoxa Rusa, envió también a su recientemente ascendido número dos, el joven Antonio de Volokolamsk -de 37 años, no conoció a Benedicto- y su ayudante Ivan Nikolaev. 

La representación de la Comunión Anglicana la encabezó Ian Ernst, antiguo obispo anglicano de Isla Mauricio, en  Roma como enlace ecuménico desde 2019. 

En representación del Consejo Mundial de Iglesias estuvo su máxima autoridad desde hace unos meses, el obispo luterano alemán Heinrich Bedford-Strohm.

El ataúd y la tumba

El mismo ataúd de madera de ciprés en el que 200.000 fieles han visto sus restos en la basílica fue el que le acogió durante el funeral.

Al acabar la ceremonia, fue trasladado de nuevo a la basílica de San Pedro y se introdujo en otros dos féretros, que se contienen el uno a otro. Después fue enterrado en la cripta bajo la basílica de San Pedro, en la misma tumba que ocupó Juan Pablo II de 2005 a 2011, cuando fue declarado beato y trasladado a una zona más accesible a la veneración de los fieles. En la tumba quedará solo escrito su nombre y las fechas de su pontificado: siete años, 10 meses y nueve días.

Esta parte final, de entierro en la cripta, se realizó sin presencia de cámaras de televisión y en presencia de muy pocas personas, como se ha hecho también con los anteriores pontífices.

P.J.Ginés, ReL


***

Homilía del Papa Francisco en la Misa de Exequias por el Sumo Pontífice Emérito Benedicto XVI

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc23,46). Son las últimas palabras que el Señor pronunció en la cruz; su último suspiro —podríamos decir— capaz de confirmar lo que selló toda su vida: un continuo entregarse en las manos de su Padre.

Manos de perdón y de compasión, de curación y de misericordia, manos de unción y bendición que lo impulsaron a entregarse también en las manos de sus hermanos. El Señor, abierto a las historias que encontraba en el camino, se dejó cincelar por la voluntad de Dios, cargando sobre sus hombros todas las consecuencias y dificultades del Evangelio, hasta ver sus manos llagadas por amor: «Aquí están mis manos» (Jn20,27), le dijo a Tomás, y lo dice a cada uno de nosotros: “aquí están mis manos”.

Manos llagadas que salen al encuentro y no cesan de ofrecerse para que conozcamos el amor que Dios nos tiene y creamos en él (cf.1 Jn4,16).[1]

«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» es la invitación y el programa de vida que inspira y quiere moldear como un alfarero (cf. Is 29,16) el corazón del pastor, hasta que latan en él los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf.Flp2, 5).

Entrega agradecida de servicio al Señor y a su Pueblo, que nace por haber acogido un don totalmente gratuito: “Tú me perteneces… tú les perteneces”, susurra el Señor; “tú estás bajo la protección de mis manos, bajo la protección de mi corazón. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas”.[2]

Es la condescendencia de Dios y su cercanía, capaz de ponerse en las manos frágiles de sus discípulos para alimentar a su pueblo y decir con Él: tomen y coman, tomen y beban, esto es mi cuerpo, cuerpo que se entrega por ustedes (cf.Lc22,19). La synkatabasis total de Dios.

Entrega orante que se forja y acrisola silenciosamente entre las encrucijadas y contradicciones que el pastor debe afrontar (cf.1 P1,6-7) y la confiada invitación a apacentar el rebaño (cf.Jn 21,17).

Como el Maestro, lleva sobre sus hombros el cansancio de la intercesión y el desgaste de la unción por su pueblo, especialmente allí donde la bondad está en lucha y sus hermanos ven peligrar su dignidad (cf.Hb 5,7-9). Encuentro de intercesión donde el Señor va gestando esa mansedumbre capaz de comprender, recibir, esperar y apostar más allá de las incomprensiones que esto puede generar. Fecundidad invisible e inaferrable, que nace de saber en qué manos se ha puesto la confianza (cf.2 Tm1,12).

Confianza orante y adoradora, capaz de interpretar las acciones del pastor y ajustar su corazón y sus decisiones a los tiempos de Dios (cf.Jn21,18): «Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia».[3]

Y también entrega sostenida por la consolación del Espíritu, que lo espera siempre en la misión: en la búsqueda apasionada por comunicar la hermosura y la alegría el Evangelio (cf. Exhort. ap.Gaudete et exsultate, 57), en el testimonio fecundo de aquellos que, como María, permanecen de muchas maneras al pie de la cruz, en esa dolorosa pero recia paz que no agrede ni avasalla; y en la terca pero paciente esperanza en que el Señor cumplirá su promesa, como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre (cf.Lc1,54-55).

También nosotros, aferrados a las últimas palabras del Señor y al testimonio que marcó su vida, queremos, como comunidad eclesial, seguir sus huellas y confiar a nuestro hermano en las manos del Padre: que estas manos de misericordia encuentren su lámpara encendida con el aceite del Evangelio, que él esparció y testimonió durante su vida (cf.Mt25,6-7).

San Gregorio Magno, al finalizar la Regla pastoral, invitaba y exhortaba a un amigo a ofrecerle esta compañía espiritual: «En medio de las tempestades de mi vida, me alienta la confianza de que tú me mantendrás a flote en la tabla de tus oraciones, y que, si el peso de mis faltas me abaja y humilla, tú me prestarás el auxilio de tus méritos para levantarme».

Es la conciencia del Pastor que no puede llevar solo lo que, en realidad, nunca podría soportar solo y, por eso, es capaz de abandonarse a la oración y al cuidado del pueblo que le fue confiado.[4]

Es el Pueblo fiel de Dios que, reunido, acompaña y confía la vida de quien fuera su pastor. Como las mujeres del Evangelio en el sepulcro, estamos aquí con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde; queremos hacerlo con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años. Queremos decir juntos: “Padre, en tus manos encomendamos su espíritu”.

Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre Su Voz.

[1] Cf. Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 1.
[2] Cf. Íd., Homilía en la Misa Crismal, 13 de abril de 2006.
[3] Íd., Homilía en la Misa de inicio del pontificado, 24 de abril de 2005.
[4] Cf. ibíd.

 












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