La Pasión sufrida por Jesucristo el Viernes Santo fue tan brutal que el suplicio que la coronó, la Cruz, destinado a durar varios días, le produjo la muerte en tres horas. Es una de las observaciones de Luis Antequera, colaborador de ReL, en su reciente libro sobre este tormento: Crucifixión. Orígenes e historia del suplicio (Sekotia). En él cuenta cómo era esta forma de ejecución antes de convertirse en el símbolo por excelencia del cristianismo, y qué particularidades revistió en el caso de Cristo.
-¿Cuál es el origen de la crucifixión como tormento?
-Los primeros precedentes de la crucifixión que conocemos por las referencias que a ella hacen autores griegos y romanos, se dan en los reinos existentes en el oriente asiático: persas, asirios… De ahí, siempre hacia el Mediterráneo, se extiende en dos direcciones: al noroeste, hacia Grecia (Alejandro Magno practicará múltiples crucifixiones y masivas); y al sudoeste, hacia Cartago, en el norte de África. Es de los cartaginenses de quienes la aprenden los romanos, que la van a llevar, si se me permite la expresión, “a su máximo esplendor”.
-¿Cuándo dejó de usarse?
-En el ámbito del Imperio Romano, el emperador Constantino, el mismo que en 313 despenaliza el cristianismo mediante el Edicto de Milán, la prohíbe. Pero se ha seguido practicando en muchos ámbitos culturales diferentes. Particularmente en dos. Primero, en el islámico. No tenemos que irnos muy lejos: conocemos de crucifixiones masivas en el Califato de Córdoba, concretamente entre los años 850 y 859; y también en el reino de Granada, las crucifixiones de judíos de 1066. Y segundo, en Japón, donde se practicaron muchas crucifixiones contra cristianos, precisamente como método ejemplificante, como es el caso de los Veintiséis Mártires de Japón. De hecho, ¡hasta una foto! tenemos de un pobre japonés crucificado en torno a 1865, un tal Sokichi, por haber matado a su amo.
-La crucifixión con clavos, ¿fue una excepcionalidad de la de Cristo?
-La crucifixión consistía en colgar a un ser humano, para lo que se utilizaban cuerdas o clavos. La crucifixión sólo con clavos no es suficientemente firme. Un hombre no puede suspender de un árbol o de un poste, adherido sólo mediante clavos, y en poco tiempo acabaría cayendo de la cruz. Esto quiere decir que en los casos en los que los crucificados eran clavados a la cruz, con toda probabilidad estarían también atados a ella: tal como se ve, de hecho, en la película La Pasión. Digamos que lo del clavo es un aditamento más a la crucifixión. Aunque no disponemos, naturalmente, de datos sobre el tema, tengo la impresión de que eran más las crucifixiones con un simple “atamiento” con cuerdas que por clavado. Al fin y al cabo, la finalidad primordial de una cruz, y lo que la convierte en el más cruel de los tormentos, es la larga duración de la pena, algo a lo que un clavo no colabora.
-Normalmente las representaciones del Calvario presentan a los dos ladrones atados, no clavados...
-Lo más probable es que los ladrones sufrieran una crucifixión idéntica a la de Jesús. No veo razón para que su manera de colgar en la cruz fuera diferente a la de Él. Creo, por lo tanto, que los ladrones fueron clavados, al igual que su compañero de condena. Por cierto, si sabemos que Jesús fue clavado a la cruz no es porque ninguno, repito, ninguno, de los evangelistas nos lo diga explícitamente. Es por el episodio en el que los apóstoles informan a Tomás de que han visto a Jesús resucitado y éste les responde: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20, 25).
-¿No hubo, entonces, ninguna especificidad en la crucifixión de Jesús?
-Por lo que sin duda no pasaron los ladrones es por el proceso anterior por el que sí pasó Jesús. Ellos simplemente eran unos delincuentes o rebeldes que habían atentado contra Roma y había sido condenados a la cruz, mientras que Jesús es, más bien, un reo al que los propios judíos quieren condenar, y por ello, hubo de pasar por un rocambolesco proceso que se describe bien en los evangelios, el cual terminó incluyendo, por el contrario que los ladrones, una terrible flagelación.
-¿Por qué dice que fue particularmente terrible en este caso?
-¿En qué me baso para decir que la flagelación fue terrible? En una única pista, pero importantísima: a las tres horas de ser colgado a la cruz, Jesús -que era un hombre sano, casi diríamos un atleta, que había recorrido miles y miles de kilómetros por las tierras palestinas- ya estaba muerto, mientras que los ladrones aún seguían con vida… y lo habrían seguido por muchos días, de no haberles sido quebradas las piernas. No olvidemos que el objetivo principal de la cruz, y lo que la convierte en el peor de los tormentos, es la larga duración del suplicio.
-Además estuvo el duro camino del Calvario...
-Lo primero que se ha de decir es que sólo uno de los cuatro evangelistas, Juan, sostiene que Jesús cargó con la cruz. Juan, de hecho, ni siquiera menciona al Cireneo, por lo tanto, cargó con la cruz desde el pretorio hasta el Gólgota. En los sinópticos, la cruz la carga directamente el Cireneo, desde el principio. En resumidas cuentas, la versión tan extendida según la cual Jesús porta la cruz un rato, y al no poder continuar, se la pasan al Cireneo, no es evangélica. En los sinópticos, no la porta nunca; en Juan, la porta en todo momento. En esto, dada la terrible paliza que Jesús recibe en la flagelación, veo más verosímil la versión sinóptica.
-¿Cómo era esa cruz?
-Los evangelistas no nos dan la menor pista sobre cómo era la cruz que portaba Jesús. Es curioso porque mientras sobre algunos aspectos de la Pasión sí se muestran muy descriptivos (la “simple” bofetada que recibe en el casa de Anás; nos revelan la colocación de las cruces, Jesús en el medio), otros temas los despachan con diligencia inusitada, casi con urgencia: “y lo crucificaron”, es lo único que nos dicen, sin explicar cómo lo clavan a la cruz, si en el suelo o con la cruz previamente alzada; qué forma tenía la cruz; si era alta o era baja; cómo alzan la cruz en el supuesto caso de que fuera clavado en el suelo…
-¿Cómo interpretar ese silencio?
-Tal vez significa que tanto los judíos como los romanos a los que están dirigidos los evangelios estaban muy habituados a las crucifixiones, y no era necesario explicarles cómo se producían: ningún escritor explica lo que estima que el lector conoce sobradamente. Una prueba más, por otro lado, de que los evangelistas escriben para sus contemporáneos, y da buena cuenta de la cercanía de los escritos con los hechos que relatan.
-¿De qué tamaño debió ser la cruz?
-El estípite (el palo vertical) de la cruz que Jesús tiene que portar debía de tener más de dos metros y medio de largo: entre metro setenta y metro ochenta de la estatura del reo; más unos cuarenta centímetros que alzaba del suelo, de lo que nos da buena cuenta la rama de la que hubo de servirse el soldado romano para darle de beber (Jn 19, 29); más por lo menos otros cincuenta centímetros para hincarla en el suelo. Añádase a ello un patíbulo (palo horizontal) de entre metro y medio y dos metros de longitud. Y todo ello cruzado en el modo apropiado para darle forma de cruz. Algo así es difícil de transportar, pero no imposible… eso sí, cuando el reo se halla en plena forma, no, desde luego, cuando ha recibido una paliza formidable como la recibida por Jesús en la flagelación, según hemos tenido ocasión de explicar.
-Algunos sostienen que solo llevó el palo horizontal...
-No veo imposible tampoco que Jesús sólo portara el patíbulo (el palo horizontal), patíbulo que sería alzado in situ, en el propio Calvario, a un estípite previamente hincado en el suelo, tal como representa José de Ribera en su Crucifixión de San Felipe. Pero lo único cierto es que los evangelistas no nos dan ninguna pista. No puedo pronunciarme.
José de Ribera, Martirio de San Felipe (1639). Museo del Prado.
-En las últimas décadas parece haber un empeño en representar la Crucifixión de todas las maneras posibles, menos la iconográficamente consagrada. ¿No puede deberse a un deseo de desmerecer la Cruz como símbolo, quitándole sentido?
-Lo que dices puede ser, y es, de hecho, la intención de muchos de los que están haciendo tales interpretaciones, porque en este tema, efectivamente, hay algo más que rigurosos criterios históricos y mucho disparate. Pero con un ánimo menos “desmerecedor” y más “histórico”, yo no estoy en desacuerdo con las conclusiones que, en ese sentido, se están obteniendo.
-¿Cómo nace la iconografía cristiana sobre la crucifixión?
-La representación iconográfica de la cruz de Cristo es sumamente tardía en el cristianismo. Durante unos tres siglos (o más), los cristianos no utilizan la cruz como signo identificativo: es demasiado infamante. Usan otros símbolos como el crismón o el ictus (el pez). Sólo cuando Constantino prohíbe la crucifixión y se dejan de ver cruces en el Imperio, y de manera muy lenta, empiezan los cristianos a representar la cruz. La representación cristiana más antigua que tenemos de la crucifixión de Jesús data del año 420 más menos: es la que se halla en la puerta de madera de la basílica romana de Santa Sabina, la cual nos representa una crucifixión cuanto menos “extraña”, y de hecho, no muy coherente con el relato evangélico, pues Jesús aparece clavado a las vigas de un muro.
Representación de la crucifixión de Cristo en la basílica romana de Santa Sabina.
»La iconografía cristiana de la cruz empieza, pues, a aparecer en el siglo V. No tiene por qué corresponderse con la realidad histórica, y sí con la realidad religiosa, teológica y pastoral del momento. Jesús aparece siempre cubierto (cosa improbable, debió de colgar desnudo de la cruz), con los brazos bien abiertos, en una posición de acogida, de abrazo, que tampoco es necesariamente real… No olvidemos que la principal intención de la cruz es el escarnio, por lo que se solía crucificar en posiciones infamantes, ridículas incluso, en las que la propia posición del reo supusiera un motivo más de dolor y de incomodidad.
»Lo cierto, a modo de conclusión, es que, una vez más, los evangelistas no nos ofrecen pistas, y hay terreno abundante para la especulación.
-Dios escogió para Sí una forma de muerte horrible...
-La realidad es que el hecho de que Jesús acabara colgado en una cruz es un verdadero accidente de la Historia, y tiene que ver con un acontecimiento en el que no se ha puesto suficientemente el acento: dicho hecho no es otro que la presencia de Poncio Pilatos en Jerusalén. Porque la sede de Poncio Pilatos no era Jerusalén, era Cesarea Marítima, una ciudad volcada al mar, el gran puerto de Israel. Por encima de todas las cosas, a los romanos les interesaba el Mediterráneo.
-¿Por qué estaba en Jerusalén?
-Pues indudablemente porque era la fiesta de la Pascua, una fiesta peligrosa para el poder establecido, en la que se produce una gran concentración de público en la ciudad santa de los judíos, y en la que los hebreos se ven particularmente henchidos de “ardor patriótico”, si se me permite la expresión. Cabe esperar importantes desórdenes públicos, agravados, ¡por qué no!, por la presencia en la ciudad de un enigmático profeta itinerante que, sólo cinco días antes, ha hecho una entrada triunfal en ella, y en el que muchos ven la figura del nuevo rey de Israel…
-¿Qué cambia el hecho de que él estuviera allí?
-Si Poncio Pilatos no se hubiera hallado en Jerusalén, los judíos habrían resuelto las cosas a su manera. Capturado, linchado y lapidado, sin juicio de ninguna clase, con las autoridades judías haciendo oídos sordos y ojos ciegos a lo ocurrido, sin implicarse en modo alguno... ese habría sido el final de Jesús. Así iban a liquidar el expediente de la adúltera a la que Jesús salva sólo unos días antes de su propia crucifixión. Y de hecho, en hasta dos ocasiones como poco, recogen los evangelios momentos en los que Jesús está a punto de ser lapidado o despeñado sumariamente, sin juicio alguno.
A partir del minuto 36:51 de esta entrevista en EWTN, Luis Antequera habla sobre la crucifixión con motivo de la aparición de su libro.
»Como Poncio Pilatos se halla en Jerusalén, las cosas no se pueden hacer de esa manera. Es necesario “hacer buena letra”. Entre otras cosas, porque dada la situación de especial rebeldía de la provincia de Judea, los romanos han retirado a los judíos el llamado ius gladi, es decir, la potestad de aplicar la pena de muerte. Una pena de muerte que practican cuando les viene en gana, pero no, claro está, cuando nada menos que el mismísimo Poncio Pilatos se halla en la ciudad.
»“Nosotros no podemos dar muerte a nadie”, le responden cínicamente los judíos al prefecto romano, cuando éste, queriendo desentenderse de un caso que le incomoda profundamente, intenta devolver el expediente y propone a los judíos que juzguen al reo y lo condenen de acuerdo con su ley.
»Se reúne, pues, el sanedrín, realiza una pantomima de juicio que apenas sirve para presentar la acusación ante la autoridad romana… Y dado que es ésta la que finalmente condena, entonces la pena aplicable es la que establece el derecho romano, una pena que, aunque se aplicó también profusamente “entre” judíos, y “por” judíos, no era propiamente judía: la cruz.
-¿Qué consideración espiritual te sugiere la muerte de Jesucristo de esta forma tan dolorosa e infamante?
-La muerte de Jesús, desde un punto de vista teológico, representa la sublimación del chivo expiatorio que entre los judíos servía para lavar los pecados de la comunidad. Una sublimación tan espectacular que, en vez del sacrificio de un chivo, incluye el de un hombre. Hombre que, además, no es cualquier hombre, sino la encarnación misma de Dios. Y todo ello, porque el pecado es inmenso: no es el pecado de una pequeña comunidad, la judía, durante un espacio de tiempo más o menos limitado. Es la expiación del pecado de toda la Humanidad, y durante toda la Historia.
»Ese es el sentido que van a dar los cristianos a la terrible e infamante muerte de Jesús, y a la cabeza de todos ellos, el primero de sus grandes teólogos, San Pablo, que lo presenta así a través de sus cartas. Desde este punto de vista, ¿por qué la cruz y no otro modo más benévolo? Una vez más, por lo mismo: la sublimación del sacrificio en su grado máximo. La cruz porque es la pena máxima de todos los summa suplitia que recogía el derecho de la época, que preveía el derecho romano.
»Esa muerte, además, es culminada por la resurrección, que representa, a la vez, dos cosas: la consumación de la reconciliación de Dios con el ser humano (principal de sus creaciones), impenitentemente pecador; y la confirmación para éste de que después de la muerte hay vida. Ese es el mensaje de la cruz, y con él, el de la resurrección que le sigue.
Carmelo López-Arias, ReL
Vea también El pecado renueva la pasión de Jesucristo - Sermón del Santo Cura de Ars
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