Mirar al mundo con mirada sobrenatural, cuánto me cuesta.Sé que todo es pasajero, que algún día partiré de este mundo, que nada temporal llevaré conmigo. Y aun así me aferro a las cosas.
Me doy cuenta que tengo muchas dudas y preguntas. Converso con sacerdotes amigos, leo libros de espiritualidad, procuro pasar ratos a solas con Dios, y no siempre encuentro lo que busco. Comprendí que algo importante me faltaba. Y lo encontré en los maravillosos momentos que pasaba con Jesús en el Sagrario. Allí, con Él experimente el amor a manos llenas, una paz sobrenatural que me movía a perdonar y amar más, a ver al otro como a mi hermano.
Murió por mí. Y por ti. ¿lo has pensado? ¿Alguna vez has reflexionado en ello? ¿Lo has visto en la cruz?
“Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados.” (Isaías 53,5)
¿Quién puede comprender tanto amor?No podemos, salvo en el amor, amando.
Suelo preguntarle: “¿Cómo puedes amarnos siendo como somos, haciendo lo que hacemos?”
La respuesta siempre es la misma: “Dios es amor y su naturaleza es amar”.
Esto es lo que hace Jesús en el sagrario: “Ama”. Y el que ama se da por entero a los demás.
Me encanta esta descripción, que de alguna forma describe a nuestro buen Dios, me gusta repetirla cuando tengo alguna duda o no percibo su dulce presencia:
“El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad.” (1 carta a los Corintios 13, 4-6)
Por eso, cuando alguien me cuenta que tiene dudas o no comprende algo que le ocurre sin merecerlo, o no soporta la adversidad y no sabe cómo enfrentarla, inexorablemente lo envío con el Amor.
“Ve al sagrario”, le sugiero. “Busca el sagrario en tu parroquia. Allí habita Jesús. Anda, habla con Él. Acompáñalo, cuéntale tus inquietudes. Te aseguro que no quedarás sin respuesta. Jesús es amor y no puede más que amar. Por tanto no saldrás nunca igual que como entraste. Su amor te toca y transforma, te cambia el alma. Y si no te das cuenta al principio, persiste, no dejes de visitarlo y verás cómo ese Amor infinito se derrama por ti”.
Jesús es un gran amigo, no te dejara sin respuesta.
Cuando vayas, por favor dile:
“Jesús, Claudio te manda saludos”.
¡Dios te bendiga!
Claudio de Castro, aleteia
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