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lunes, 12 de febrero de 2018

Hoy, en Misa, de pronto me ocurrió… (Un testimonio sorprendente)

El Señor te espera con los brazos abiertos


Domingo 11:00 a.m.
Fuimos a la Misa dominical, con Vida, mi esposa y mi cuarto hijo Luis Felipe. Por la hora decidimos ir la Iglesia María Auxiliadora, en Panamá.
La Santa Misa es en sí misma un Tesoro del cielo, una gracia que se nos da, un evento extraordinario en la tierra, un gesto de amor de Dios.
San Francisco de Asís decía emocionado:
“El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote”.
Estaban confesando dos sacerdotes.
―Estupendo ― pensé.
Me coloqué en la fila de los que esperaban su turno. En ese instante recordé algo que había leído sobre los dones sobrenaturales de don Bosco:
“Veía en sueños el estado exacto de la conciencia de sus discípulos y después los llamaba y les hacía una descripción tan completa de los pecados que ellos habían cometido, que muchos aclamaban emocionados: “Si hubiera venido un ángel a contarle toda mi vida no me habría hablado con mayor precisión”.
Por algún motivo reflexioné: “¿Qué pasaría si hoy me confesara con Don Bosco?”
Lo imaginé mirándome, leyendo en mi conciencia mis pecados, y luego repitiéndolos para que pudiera confesarlos.
Deseaba tener mi alma limpia, pura, para que la santísima Trinidad habitara en mí.
Somos templos vivientes, a veces mancillados por el pecado. Anhelaba algo digno que ofrecer a Dios. Hice un examen de conciencia, repasé los 10 Mandamientos y mi relación con Dios. ¿Lo he amado sobre todas las cosas? ¿Hago su santa voluntad?
En ese momento ocurrió.
Fue como abrir una puerta en las profundidades de mi alma. Y allí, acumulados en diferentes anaqueles estaban “escondidos” mis pecados del pasado, los que nunca confesé por vergüenza u olvido. No podía creerlo. Era como si cada uno me señalara acusándome: “Esto lo hiciste tú Claudio”.
Me confesé y a medida que el sacerdote decía:
“…Te absuelvo de tus pecados…”
Yo emocionado, agradecía este gran misterio… Un sacramento que nos devuelve la paz, la gracia, la posibilidad de encontrarnos de frente con Dios.
¿Mi consejo? Si puedes acude a Misa, busca un sacerdote y recupera la gracia.
¡Es algo maravilloso!
Claudio de Castro, aleteia

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