40 años, hasta llegar a la Tierra Prometida. Hablar de Cuaresma es hablar de ayuno, la oración y la limosna. Las tres actitudes nos recuerdan tres aspectos importantes
de todo peregrinar: escasez de alimentos, actualización del objetivo
que nos conduce y caridad con quienes nos acompañan en el camino.
A su vez, son reflejo de las tres Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y
Caridad. Entendimiento, sentimientos y voluntad, que se hacen realidad vital
en cada uno de nosotros ¿Podemos peregrinar sin sentir la debilidad que
nuestra condición humana? ¿Podemos acercarnos al Misterio Pascual sin
haber sido conducidos por la oración? ¿Podemos vivir la Cuaresma enemistados
con nuestros compañeros de viaje?
En la situación eclesial que vivimos, la Cuaresma es una oportunidad
para reconciliarnos unos con otros. Olvidar las etiquetas que nos
arrojamos sin piedad. Olvidar los prejuicios que nos petrifican y detienen
durante el camino. Una vez que lleguemos al final del peregrinaje ¿Cómo
vamos a ofrecer en el altar nuestros rencores y resentimientos? ¿Los aceptará
Dios como ofrenda?
Tal como el mismo Dios me lo inspiró, os he aconsejado siempre que al
llegar las fiestas... os acerquéis al altar del Señor vestidos con la luz
de la pureza, resplandecientes con las limosnas, adornados con las
oraciones, vigilias y ayunos, como con valiosas joyas celestiales y
espirituales, en paz no sólo con vuestros amigos, sino
también con vuestros enemigos, en una palabra, que os lleguéis
al altar con la conciencia libre y tranquila, y podáis recibir el cuerpo y
la sangre de Cristo, no para vuestro juicio, sino para vuestro r
emedio. (San Ambrosio de Milán, Sobre la Cuaresma. Sermón IX)
Vivir siempre es encuentro y desencuentro. No es raro que en nuestra
Cuaresma aparezcan disgustos, rencillas o hasta peleas. La misma
Cuaresma contiene aspectos que generan dudas y rencillas entre nosotros.
Para unos el ayuno es una cosa, para otros, algo muy diferente. Orar
se puede entender de tantas formas, que a veces no somos capaces de
unirnos con una misma oración en la mente, corazón y voluntad. Estas
tensiones hacen que nos alejemos o incluso que nos enfrentemos unos con
otros. El maligno hace su trabajo eficientemente y nosotros le solemos
seguir el juego. Por ello, es aún más importante la negación de nosotros mismos
y el silencio interior.
¿Es la Pascua un remedio para nosotros o un momento de discordia? Para que
no sea un tiempo más en el año, es importante centrar nuestra mirada en la
pureza. La pureza es un don de Dios. Un don que hemos de solicitar con la
oración y que debemos trabajar con limosna y ayuno. Ojalá podamos
compartir oración, ayuno y limosna en comunidad. Pero aunque esto no sea
posible, intentemos vivir la Cuaresma interiormente.
La Pascua es el momento culmen de año Litúrgico y tal como San Ambrosio
nos indica, el Señor espera que lleguemos al altar con la conciencia
libre y tranquila, y podáis recibir el cuerpo y la sangre de Cristo, no para
vuestro juicio, sino para vuestro remedio.
Posiblemente discrepemos incluso del entendimiento de la Eucaristía. No
perdamos la esperanza por ello. La Eucaristía no puede ser espacio de
prejuicio y condena mutua. La Eucaristía es remedio, porque es camino
privilegiado para que la Gracia de Dios se haga presente en cada uno de nosotros.
Quiera el Señor que lleguemos a la Pascua vestidos de luz y resplandecientes.
La Providencia/ReL
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