el decálogo se convierte en súplica | |
Junto al enfermo y la familia, cómo no, es importante la labor de
los médicos. Puede resultar interesante recordar aquel «decálogo del
médico» que nos dejó Salomón ben Maimón, Maimónides,
médico y filósofo cordobés, autor de varias obras científicas, teológicas
y filosóficas.
Maimónides escribió su decálogo en forma de plegaria.
«Primero, llena mi alma de amor por el arte y sus criaturas;
segundo, no permitas que la sed de lucro y la ansiedad de
gloria influyan en el ejercicio de mi profesión, pues, como
enemigos de la verdad y del amor al prójimo, fácilmente
podrían alucinarme y apartarme del noble deber de hacer
bien a tus hijos;
tercero, sostén las fuerzas de mi corazón para que siempre
se halle dispuesto a servir a ricos y a pobres, a amigos y
a enemigos, a buenos y a malvados;
cuarto, haz que yo no vea en quien sufre sino al
prójimo, que mi espíritu permanezca siempre claro junto
al lecho del paciente, sin pensamiento extraño alguno capaz de
distraerlo para que recuerde todo cuanto la ciencia y la experiencia
me hayan enseñado, pues son grandes y sublimes las investigaciones
científicas cuyo objeto es conservar la salud y la vida de tus criaturas;
quinto, induce a mis enfermos a confiar en mí y en mi profesión,
a obedecer mis prescripciones y consejos;
sexto, aleja de ellos la turba de charlatanes, de parientes y de intrusos,
cuyas miles de opiniones, inspiradas por la vanidad y la presunción
de saberlo todo, los hacen casta peligrosa que frecuentemente perturba y
daña las mejores intenciones del arte y conduce hacia la muerte de
las criaturas;
séptimo, si los ignorantes me critican y se mofan,
hazme una coraza de amor al arte que me conserve invulnerable para
perseverar en la verdad a despecho del prestigio, de la edad y de la
fama de mis enemigos;
octavo, Dios mío, concédeme paciencia e indulgencia ante los
enfermos tercos y malcriados;
noveno, hazme siempre moderado, insaciable solamente en
el amor a mi ciencia; aleja de mí la pretensión de saber y de poderlo todo;
décimo, dame fuerza, voluntad y ocasión para acrecentar
incesantemente mis conocimientos y descubrir en mi labor
los errores ayer no sospechados, pues es grande el arte y
en él puede penetrar más y más el espíritu del hombre».
Luces en mi agenda, ReL
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Dios nos ama tanto que hasta ha querido amarnos con un corazón humano traspasado.
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jueves, 22 de febrero de 2018
Decálogo del médico
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