La historia de Aurora Leoni, que luchó valientemente por traer al mundo la vida que llevaba dentro, a pesar de su corta edad
Sola contra todos, porque cuando Aurora quedó embarazada a la edad de 12 años, los adultos que la rodeaban sólo tenían una respuesta: el aborto. Ella se opuso valientemente y protegió a su hijo, a pesar de que era casi solo una niña.
Con ocasión de la 40ª Jornada Nacional por la Vida Aurora Leoni dio su testimonio durante la fiesta diocesana celebrada por la archidiócesis de Udine (Italia) junto a la campeona paralímpica Nicole Orlando.
Avvenire cuenta la historia de esta mamá hoy de 19 años, pelo liso, ojos grandes y azules, que siente la urgencia de decir a las chicas que no se dejen engañar, que no crean que el aborto es la solución, porque abortar significa matar al propio hijo.
“Todo el mundo de los adultos se movió para ‘ayudarme’ a abortar”
Aurora creció con la abuela, no conoce a su padre y su madre la abandonó cuando tenía un año de edad.
La noticia del embarazo le suscita un amor grande por esa vida que crece en ella, a pesar del miedo, pero los asistentes sociales de Forlì se activan para hacerle interrumpir el embarazo…
“Durante semanas no nos dimos cuenta de que estaba embarazada, porque en el primer mes tuve igual el ciclo (…) así que la abuela Valentina y yo lo descubrimos con un mes de retraso. Vivía desde siempre con ella, porque mi madre se fue cuando yo tenía un año y nunca conocí a mi padre, por esto me llevaban los servicios sociales de Forlì y obviamente nos dirigimos a ellos: tenía 12 años, era una niña y esperaba un hijo. Todo el mundo de los adultos se movió para ‘ayudarme’, pero ayudarme a abortar, en cambio aquella cosita era ya mía y yo nunca había sentido la felicidad que sentía desde que lo tenía dentro” (Avvenire).
“(…) mi niño fue el coscorrón en la cabeza que me dio el Cielo para salvarme”
“Te arruinarás la vida”, le decían, “hablarán todos de ti, también los periódicos”, y sin embargo Aurora se sentía feliz como nunca se había sentido antes. Y conservó esta alegría también cuando el papá del niño, un chico de catorce años, le pidió que no lo tuviera y sobre todo que no le dijera nada a su madre.
“Entonces yo era rebelde y transgresora, un coscorrón en la cabeza detrás de otro… pero mi niño fue el coscorrón en la cabeza mandado del Cielo para salvarme. Sin él hoy estaría seguramente en la ruina” (Avvenire)
Incluso la abuela de Aurora, que la quiere y está contra el aborto, no ve alternativas, así que queda todo decidido.
A los doce años ella no tiene voz ni voto, es capaz de concebir un hijo pero no puede elegir, así que los asistentes sociales fijan las visitas y la fecha para el aborto. Pero…
“Estaba ya de tres meses y medio”
Durante la ecografía, el ginecólogo se da cuenta de que el hijo de Aurora tiene ya tres meses y medio, él se queda mal mientras que ella explota de gratitud a pesar de las preocupaciones. La Vida gana a la ley 1 a 0.
“El ginecólogo descubrió que estaba ya de tres meses y medio, los plazos de la ley del aborto ya habían pasado. Él estaba enfadado, yo felicísima. Pero la ley 194 prevé que por gravísimos problemas a nivel psíquico se puede interrumpir el embarazo fuera de plazo, así que me llevaron corriendo a un neuropsiquiatra infantil, para que él nos diera la solución” (Avvenire).
Durante la charla con el especialista, la valiente Aurora, joven pero mamá dispuesta a luchar por su hijo, afirma sin miedo que quiere tenerlo y amarlo, y así la pesadilla del aborto se termina.
Aurora y Stefano en el CAV de Forlì
Aurora se traslada al Centro de Ayuda a la Vida (CAV) de Forlì, donde vive aún hoy con Stefano (6 años), su precioso niño que tiene dos faros azules por ojos igual que su madre.
“Al cuarto mes de embarazo llegué al CAV de Forlì donde vivo aún con Stefano. No es verdad que no hay ayudas, las hay y no hace falta asustarse del futuro. Yo también tenía miedo, pero justo Stefano me dio la fuerza para seguir adelante” (Vatican News).
Hoy Aurora ayuda a los colaboradores y voluntarios del CAV, de día está ocupada con el servicio civil en una escuela primaria para ayudar a estudiantes con problemas, y de noche estudia el último año como técnico dental. Todo junto a su Stefano, su fuerza, su prioridad.
“No quería cometer con él el mismo error que mi madre había hecho conmigo. Soy hija de una mujer que dio a luz ocho hijos de cuatro padres distintos, Stefano sabrá siempre en cambio que él es mi prioridad, todo el mundo viene detrás de el” (Avvenire).
“Las mujeres tienen que saber la verdad”
Desde que cumplió 18 años no deja de llevar su testimonio, de contar que a pesar de la opinión contraria de los adultos, se puede traer al mundo un hijo, que el miedo a no lograrlo no debe obstaculizar el embarazo, que existen comunidades como los CAV que apoyan a las madres en dificultad, que un hijo nunca arruina la vida, ni siquiera cuando tienes 12 años. Al contrario, la salva.
“Las mujeres tienen que saber la verdad, es inhumano engañarlas, hay que decir que abortar es matar a tu hijo. La ley habla claro, los asistentes sociales deberían ayudar a la maternidad cuando es difícil, no hacerte creer que el aborto es algo normal”.“El día en que me hice la primera ecografía le vi, era pequeñísimo pero tan hermoso, era mi dulce niño ya amado y deseado. Si hubiera hecho caso a los adultos, sí, hoy iría a la discoteca y sería libre, pero mi vida sería desesperada: entonces iba con no muy buenas compañías y veo lo mal que acabaron los demás, cuánta angustia sienten mis amigas que abortaron. Esa pequeña cosita dentro de mi me salvó” (Avvenire).
La maternidad me ha dado la felicidad
El nacimiento de Stefano ayudó a Aurora a superar los traumas de su infancia, a comprender que la vida es un don precioso que debe custodiarse, un misterio que da la verdadera felicidad, y que todos los niños tienen derecho a nacer y a tener una mamá y un papá.
“Esta experiencia, aunque tan joven, me ha dado la felicidad, me ha hecho una mejor persona, me ha dado a entender que puedo razonar por mi misma sin seguir las malas compañías. Un hijo no arruina la vida, un hijo te la cambia a mejor, y para mí apegarme a Stefano ha sido un remedio al abandono sufrido. (…) Los niños tienen que estar con sus padres, con todos los sacrificios que esta decisión conlleva. No se debe hacer sufrir a los pequeños, un niño es una vida y tiene que nacer” (Vatican News).
SILVIA LUCCHETTI, aleteia
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