Es domingo: Contemplar y Vivir el Evangelio
Pentecostés. “Recibid el Espíritu Santo”.
[Cincuenta días después de haber celebrado la resurrección de Jesús, concluimos la Pascua.. Pentecostés es la “Pascua granada”, la Pascua madura que produce su fruto más sabroso: el envío del Espíritu Santo; es el don de los dones que el Señor hace a sus discípulos misioneros para que puedan continuar su misión. ¡Aleluya!]
Si te ayuda, puedes empezar así: -Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra… En el silencio invócale con frecuencia…
Del Evangelio de san Juan 20,19-23. (Es mejor tener el texto a mano y leerlo ahora).
- Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.
-El evangelio de Juan no contiene un relato sobre la venida del Espíritu Santo semejante al que se lee hoy en la 1º lectura de la Misa (Hch 2,1-11) y que conviene leerla en este momento también. Pero sí hay un Pentecostés en el cuarto Evangelio, y es esta página del evangelio de hoy que ahora contemplamos. Es lo mismo pero realizado de otro modo. Está situado este Pentecostés; en una aparición de Jesús a los suyos y en el mismo día de la resurrección al atardecer. Es que, para san Juan, ambos misterios, la Resurrección y Pentecostés, van estrechamente unidos como elementos complementarios de una misma realidad. Se trata de “acontecimientos” que se experimentan en la fe. Y acontecen con la Resurrección de Cristo. Ahora, en la contemplación, disponte a vivirlo en la fe. ¿Por qué no? El Resucitado está contigo y quiere darte una efusión de su Espíritu. Deséalo… Pídelo: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles… El mío ahora. Ven… Espérale…
-Contempla ahora como Jesús da el Espíritu a sus discípulos. El contexto es sencillo, muy gráfico, familiar, íntimo, al mismo tiempo que solemne por su contenido: Él les envía del mismo modo que ha sido enviado por el Padre, es decir, que son los continuadores de la voluntad amorosa del Padre concretada en la persona y la misión de Jesús. Qué misión. Qué responsabilidad. Y tú, ¿eres consciente de ser hoy uno de esos enviados? Como creyente, bautizado y confirmado así es. Escucha despacio: “así también te envío yo”. Escucha, escucha… Quédate en silencio como los apóstoles: Miran, oyen, contemplan…
-Ahora contempla a Jesús y su gesto: sopló sobre ellos… No hay aquí ningún viento impetuoso ni llamas de fuego, sino simple y llanamente el mismo aliento vital de Jesús Resucitado. Es el mismo gesto que Dios hizo al crear al ser humano, ¿no? ¿Qué te sugiere a ti? Es algo delicado, muy íntimo, discreto pero de una potencia vital estremecedora, en la primea creación ante todo y mayor aún en la recreación: en los corazones humanos y creyentes; son personas recreadas, liberadas de su vieja condición de “encerrados” y los prepara para asumir y afrontar nuevos desafíos. Es eso lo que ocurre en quienes reciben el Espíritu Santo. Es eso lo que te puede ocurrir a ti en este momento. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Conoces a alguien que le haya pasado? Pregúntale… ¿No crees que sigue ocurriendo hoy a algunos o a muchos? Acoge su suave soplo… ¡Y…! Invócale y deséale…
-Jesús une al Espíritu Santo con el tema del perdón de los pecados. No deja de ser importante: así queda claro que la misión encomendada por Jesús a los discípulos es claramente una tarea de reconciliación universal. Sin perdón es imposible vivir reconciliados con Dios y con los demás. Es decisivo en la vida del seguidor enviado el pedir perdón a Dios y a los demás, saber perdonar siempre. Y que la Iglesia, en quienes han recibido el poder de perdonar los pecados, tenga siempre la mano tendida para dar el perdón de Dios a quien sea y donde sea. La cercanía y la misericordia entrañable del Padre-Dios-Amor no se pueden retrasar ni tarifar en horarios, siempre útiles pastoralmente; la impagable don de la gracia y libertad interior de la persona está antes. Es algo realmente divino y humano. ¿Cuál es tu experiencia de recibir y dar perdón? Unido a Jesús, y acogiendo al Espíritu Santo, aprovecha este momento para pedir y dar perdón. Te sentirás una persona nueva. Totalmente nueva. Haz la experiencia y verás.
No olvides nunca al Espíritu Santo. Invoca al Espíritu Santo. Déjate guiar e iluminar por el Espíritu santo. Eres templo de Espíritu.
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