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domingo, 21 de marzo de 2021

Evangelio del día

 


Evangelio según San Juan 12,20-33.

Entre los que habían subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos
que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: "Señor, queremos ver a Jesús".
Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
El les respondió: "Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.
El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: 'Padre, líbrame de esta hora'? ¡Si para eso he llegado a esta hora!
¡Padre, glorifica tu Nombre!". Entonces se oyó una voz del cielo: "Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar".
La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel".
Jesús respondió: "Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;
y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí".
Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Beato Columba Marmion (1858-1923)
abad
La humildad (Le Christ Idéal du Moine, DDB, 1936), trad. sc©evangelizo.org


“Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32)

Cristo Jesús decía un día: “Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, en la cruz, tal será mi poder que podré elevar hasta mí a quienes tengan fe en mi” (cf. Jn 12,32).
“Quienes en el desierto miraban hacia la serpiente de bronce, eran sanados. Igualmente, los que me miran con fe y amor, a pesar de sus faltas, heridas e indignidad, serán atraídos hacia mí y yo los elevaré hasta el cielo. Yo, que soy Dios, he consentido por amor a ustedes a ser suspendido de la cruz como un maldito. Por esa humillación, tengo el poder de elevar conmigo hasta los esplendores del cielo a quienes creen en mí. Vengo del cielo y volveré a él, pero llevando conmigo a quienes esperan en mi gracia. Esta gracia es tan poderosa que puede unirlos a mí, unirlos tan indisolublemente que nadie arrancará de mi mano a quienes me ha dado el Padre y que rescaté por pura misericordia con mi preciosa sangre” (cf. Jn 10,29).
¡Qué perspectiva de consuelo para el alma humilde! ¡Gracias a los méritos de Jesús, poder compartir un día su exaltación! San Pablo nos habla con palabras sublimes de esta suprema exaltación de Nuestro Señor, contrapartida de su abajamiento (Flp 2,7-9). Jesús es exaltado porque se humilló. Ya que se abajó hasta sufrir la ignominia de los malditos atado a un patíbulo, Dios ha exaltado su Nombre hasta lo más alto del cielo. No habrá nunca otro nombre por el que los hombres puedan ser salvados. Único es ese Nombre, sublime es la gloria, soberano es el poder que posee el Hombre-Dios, sentado a la derecha del Padre en los esplendores eternos. (…) Ese triunfo incomparable es fruto de una humildad sin medida. (EDD)

Oración

Señor, sánanos y cura las heridas abiertas. Con cicatrices - no importa - podemos acercarnos a Ti con nueva fuerza y nueva alegría de vivir contigo, por Ti y por los demás. Amén



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