Es bueno para el hombre que lleve el yugo en su juventud. Que se siente solo, en silencio, cuando lo haya cargado; que ponga su boca en el polvo, pues aún puede haber esperanza; que dé su mejilla al que lo golpea, y se llene de insultos. Porque el Señor no desechará para siempre, sino que, aunque cause dolor, tendrá compasión, según la abundancia de su amor constante.
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