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viernes, 12 de marzo de 2021

Gänswein urge a una «desmundanización» de la Iglesia ante la tentación de «querer ser como el resto»

 En un libro habla de cómo «la Iglesia puede restaurar nuestra cultura»


Georg Gänswein tiene una visión privilegiada de la Iglesia al ser puente entre dos Papas,
el emérito y el actual / Captura de Youtube

Georg Gänswein es el hombre entre dos Papas, el emérito y el actual. Secretario personal y fiel colaborador de Benedicto XVI, el arzobispo alemán ha ejercitado también estos años el servicio como prefecto de la Casa Pontificia con Francisco. Pero él mismo tiene también un recorrido propio marcado por un importante bagaje intelectual que unido a la experiencia ganada acompañando a los sucesores de Pedro le han hecho tener una visión privilegiada de la Iglesia.

Este análisis desde dentro de la Iglesia, pero visto desde cerca de su cabeza, lo ha mostrado a través del libro Cómo la Iglesia católica puede restaurar nuestra cultura (Rialp), donde monseñor Gänswein presenta una serie de observaciones sobre el estado de la Iglesia y su futuro en una sociedad ya postcristiana.

Como discípulo de Benedicto XVI, el arzobispo alemán reflexiona en un capítulo sobre la necesaria “desmundanización” de la Iglesia de la que ya hablaba el Papa emérito y su relación con la nueva evangelización.

El 25 de septiembre de 2011, en Friburgo, en su Alemania natal, Benedicto XVI realizaba una afirmación que generó un gran debate: “para cumplir su misión, deberá continuamente también tomar distancias respecto a su entorno, deberá, por decirlo así, desligarse del mundo”.

Esta afirmación generó polémica y muchos acusaron al entonces Papa de revocar el Concilio Vaticano II y su llamada a abrirse al mundo. En opinión de su secretario, "la fe cristiana reconoce tanto el movimiento de Dios hacia el mundo, que alcanzó su culminación inigualable en la Encarnación de la Palabra de Dios en Jesucristo, como el necesario movimiento de distanciamiento del mundo, porque la fe no ha de conformarse a los estándares del mundo ni ha quedar enredada en su trama”.

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Este es el punto de partida que utiliza Gänswein para su reflexión, donde recalca que “los cristianos viven en el mundo y son llamados a servir al mundo y a trabajar en él”, pero que no “han de conformarse” al mundo.

Debido a esto, considera que “se producirán inevitablemente fricciones entre la esfera del mundo y la esfera de la cristiandad, algunas de las cuales pueden llegar al odio hacia quienes en los tiempos actuales no dejan sencillamente que la corriente del mundo se los lleve por delante”.

Con el fin de evitar este odio al que se refería tanto la Iglesia como los cristianos pueden experimentar la “tentación” –agrega- de “conformarse al mundo y querer ser como el resto”.

Una crisis de fe

Sin embargo, Gänswein llama a estar en guardia ante esta tentación a la que han sucumbido muchos católicos y recuerda que “la adaptación que se pide una y otra vez a los cristianos y a la Iglesia no es principalmente una adecuación a los tiempos modernos y a su espíritu, sino la adaptación a la verdad del Evangelio”.

Recordando nuevamente al Papa emérito, el arzobispo alemán alerta de una “crisis pastoral” y de otra más profunda en la que estamos inmersos, “un cambio de época” en la historia de la Iglesia que “puede describirse como constantiniana” de la que no vislumbramos “nuevos horizontes que nos indiquen cómo deberíamos continuar”.

“La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no logramos una verdadera renovación de la fe, todas las reformas estructurales serán ineficaces”. Sobre esta afirmación de Benedicto XVI, monseñor Gänswein insiste en que esta “desmundanización” no es una exigencia que el Papa emérito lleve a la Iglesia desde fuera sino que más bien se desprende “de una observación atenta de la situación de la Iglesia”.

Monseñor Gänswein, con el Papa Francisco

De este modo, Georg Gänswein explica que la “desmundanización” conmina a “una discusión intensa sobre la calidad de esta crisis que vivimos actualmente en la Iglesia” que "sólo podremos caminar por una senda común hacia el futuro si tenemos claro el diagnóstico respecto a las infecciones peligrosas a las que nos exponemos. Pero es justamente lo que no funciona”.

Es más, el prelado cree que a primera vista “hay que hablar antes que nada de una profunda crisis de la Iglesia que se viene articulando desde los años sesenta bajo el eslogan ‘Jesús sí, Iglesia no’. Porque este lema eleva ya la mencionada crisis al nivel de la fe”.

Siguiendo con este análisis, Gänswein asegura que “desmundanización” significa “ante todo redescubrir que el cristianismo es, en su esencia, creer en Dios y vivir en una relación personal con Él, y que todo lo demás es consecuencia de ello”.

“Dado que la nueva evangelización consiste esencialmente en llevar a Dios a las personas y acompañarlas en su relación personal con Dios, la nueva evangelización y la ‘desmundanización’ son dos caras de la misma moneda”, añade.

Así se comprende mejor el remedio que proponía Benedicto XVI: "volver a colocar la cuestión de Dios en el centro de la vida de la Iglesia y de la predicación”.

El objetivo de dar testimonio

En opinión, de su secretario personal “la centralidad de la cuestión de Dios y la predicación cristocéntrica son los contenidos elementales en juego en esta ‘desmundanización’ que ha de emprender la Iglesia, y que llevará a su verdadera renovación”, que no provendrá de fuera sino de sus propias entrañas.

Ahondando en este concepto, Gänswein pretende aclarar que “la propuesta de esta ‘desmundanización’ tiene como objetivo dar testimonio. El programa no consiste, por tanto, en alejarse del mundo, sino en que ese testimonio misionero de una Iglesia que no es de este mundo no sólo salga a la luz, sino también que parezca creíble”.

Los cristianos no eligen en qué tiempo viven y a día de hoy tratan con una “mayoría de no cristianos y de cristianos que no conocen la fe y la Iglesia”, explica el religioso.

“Este hecho parece ir abriéndose camino lentamente en nuestras conciencias, de modo que aún no se ve reflejado en la predicación y lenguaje de la Iglesia. A nivel del cuidado pastoral de los más próximos, un buen punto de partida sería comprobar si la homilía y la catequesis dominical o festiva resultan comprensibles para quienes no hablan el idioma interno de la Iglesia. Ser conscientes de esta inmensa tarea es el requisito previo para iniciar una nueva vida en la Iglesia. Porque la nueva evangelización no constituye una tarea adicional, sino que significa sencillamente un cambio de perspectiva para la Iglesia y sus creyentes”.

Javier Lozano / ReL


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