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miércoles, 24 de marzo de 2021

Evangelio del día

 


Evangelio según San Juan 8,31-42.

Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos:
conocerán la verdad y la verdad los hará libres".
Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: 'Ustedes serán libres'?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado.
El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre.
Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.
Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes.
Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre".
Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él.
Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso.
Pero ustedes obran como su padre". Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió:
"Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

Orígenes (c. 185-253)
presbítero y teólogo
Homilías sobre elÉxodo, nº 12, 4


«Si os mantenéis en mi palabra..., la verdad os hará libres»

« El Señor del que se habla es el Espíritu; y donde hay el Espíritu del Señor, hay libertad» (2C 3,17)... ¿Cómo podremos nosotros encontrar esta libertad, nosotros que somos esclavos del mundo, esclavos del dinero, esclavos de los deseos de la carne? Ciertamente que me esfuerzo por corregirme, me juzgo a mi mismo, condeno mis faltas. Que mis oyentes examinen, por su cuenta, qué es lo que piensan en su propio corazón. Pero, lo digo de pasada, mientras estoy atado por una de estas ligaduras, es que no me he convertido al Señor, no he alcanzado la verdadera libertad, puesto que tales cuestiones, tales preocupaciones me retienen todavía...
Sabemos que está escrito: «Cada uno es esclavo de lo que le domina» (2P 2,19). Aunque yo no esté dominado por el amor al dinero, aunque no estoy atado por la preocupación de bienes y riquezas, sí estoy, sin embargo, ávido de alabanzas y deseos de gloria humana cuando tengo en cuenta el rostro que me muestran los hombres y lo que dicen de mí, cuando me preocupa saber qué piensa de mí tal persona, cómo me aprecia la otra, cuando temo desagradar a uno y deseo dar gusto a otro. En tanto que tengo estas preocupaciones, soy su esclavo. Pero quisiera esforzarme y saber liberarme, intentar deshacerme del yugo de este vergonzoso esclavo y llegar a esta libertad de la que nos habla san Pablo: «Manteneos firmes y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud» (Ga 5,13; 1C 7,23). Pero ¿quién me hará llegar a esta liberación? ¿Quién me liberará de esta esclavitud vergonzosa, si no es el que ha dicho: «Sólo si es el Hijo quien os hace libres, seréis verdaderamente libres?»... Sirvamos pues, fielmente «amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas al Señor nuestro Dios» (Mc 12,30) para merecer recibir de nuestro Señor Jesucristo el don de la libertad. (EDD)

Oración

Hoy me consagro a ti, Dios mío, entregándome a tu providencia poderosa, a tu ojo vigilante, a tu oído atento, a tus manos protectoras, a tu palabra intercesora, a tu escudo protector. (cf. Patricio de Irlanda).




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