Francisco celebró este domingo en la basílica de San Pedro la misa dominical en la Jornada Mundial de los Pobres, convocada por él mismo y que celebraba este año su sexta edición. Posteriormente, a las doce, rezó el Angelus como es habitual en la Plaza de San Pedro.
Ni horóscopos ni conspiraciones
En la homilía, que leyó sentado, el Papa comentó en primer lugar el Evangelio del día, que habla de los últimos tiempos y da instrucciones sobre cómo vivirlos. "No os dejéis engañar", dice Jesucristo (Lc 21, 8).
"¿De qué engaño quiere liberarnos Jesús?", se preguntó el pontífice: "De la tentación de leer los hechos más dramáticos de manera supersticiosa o catastrófica, como si ya estuviéramos cerca del fin del mundo y no valiera la pena seguir comprometiéndonos en cosas buenas. Si pensamos de esta manera, nos dejamos guiar por el miedo, y quizás luego buscamos respuestas con curiosidad morbosa en las fábulas de magos u horóscopos, que nunca faltan... o bien, confiamos en fantasiosas teorías propuestas por algún 'mesías' de última hora, generalmente siempre derrotistas y conspirativas".
Ahí "no está el Espíritu del Señor", advirtió: "No se dejen deslumbrar por curiosidades ridículas, no afronten los acontecimientos movidos por el miedo, más bien apréndanlos a leerlos con los ojos de la fe" y a convertirlos en "ocasión, que significa tener la oportunidad de hacer algo bueno a partir de las circunstancias de la vida, incluso cuando no son ideales. Es un hermoso arte, típicamente cristiano", subrayó, "no quedarnos como víctimas de lo que sucede -el cristiano no es víctima y la psicología del victimismo es mala, nos hace mal-, sino aprovechar la oportunidad que se esconde en todo lo que nos acontece, el bien que es posible".
La basílica de San Pedro, en la misa de la Jornada Mundial de los Pobres. Foto: Vatican Media.
Francisco remató esta parte de su homilía rescatando una expresión de Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II: "No escuchemos a los profetas de desventura". Y añadió: "No nos dejemos seducir por los cantos de sirena del populismo, que instrumentaliza las necesidades del pueblo proponiendo soluciones demasiado fáciles y apresuradas. No sigamos a los falsos 'mesías' que, en nombre de la ganancia, proclaman recetas útiles solo para aumentar la riqueza de unos pocos, condenando a los pobres a la marginación. Al contrario, demos testimonio".
Amar a los descartados
Ese testimonio ocupó la segunda parte de sus palabras, centradas en la Jornada Mundial de los Pobres que había motivado la celebración solemne en San Pedro: "Comprometámonos con valentía por la justicia, la legalidad [sic: la palabra está traducida de la misma forma en español que en francés (legalité), italiano (legalità), inglés (the rule of law) y alemán (Gesetzlichkeit)] y la paz, estando siempre del lado de los débiles... Mirando a los hermanos y a las hermanas que están en necesidad, mirando esta cultura del descarte que descarta a los pobres, que descarta a las personas con menos posibilidades, que descarta a los ancianos, que descarta a los que están por nacer…"
Ante todo esto, ¿qué hemos de hacer como cristianos? "Amados por Él, decidámonos a amar a los hijos más descartados. El Señor está allí".
"Cuidemos de los pobres, en quienes está Cristo, que se hizo pobre por nosotros", concluyó: "No podemos quedarnos, como aquellos de los que habla el Evangelio, admirando las hermosas piedras del templo, sin reconocer el verdadero templo de Dios, que es el ser humano, el hombre y la mujer, especialmente el pobre, en cuyo rostro, en cuya historia, en cuyas heridas está Jesús. Él lo dijo. Nunca lo olvidemos".
Perseverar en el bien
Posteriormente, en el Ángelus, Francisco desarrolló una tercera idea en torno a la perseverancia, a la que también exhorta Jesús en el Evangelio del día ante los acontecimientos de los últimos tiempos.
¿Qué es la perseverancia? "La palabra indica ser 'muy severos'" en el sentido de "disciplinados, persistentes en lo que a Él le importa, en lo que importa", pues "lo que realmente importa, muchas veces no coincide con lo que atrae nuestro interés", cosas que pueden ser importantes, pero que "pasan".
Fieles en la Plaza de San Pedro para rezar el Ángelus con el Papa.
Por el contrario, Jesús nos pide centrarnos "en lo que permanece". Perseverar es, pues, "construir el bien cada día, permanecer constantes en el bien, especialmente cuando la realidad circundante empuja a hacer otra cosa".
Por lo que invitó a los presentes a interrogarse: "¿Mi oración y mi servicio dependen de las circunstancias o dependen de un corazón firme en el Señor? Si perseveramos, nos recuerda Jesús, no tenemos nada que temer, ni siquiera en los acontecimientos tristes y difíciles de la vida, ni siquiera en el mal que vemos a nuestro alrededor, porque permanecemos anclados en el bien... La perseverancia es el reflejo del amor de Dios en el mundo, porque el amor de Dios es fiel, es perseverante, nunca cambia", concluyó.
C.L., ReL
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