Un hermoso testimonio de lo que significa ser catequista e inculcar a los niños el amor a la Eucaristía
La preparación de los niños para la primera comunión es uno de esos privilegios que algunos catequistas tienen. Almas puras, bellas, que pronto se convertirán en sagrarios vivos.
Tuve ese corto privilegio con una charla a la que me invitaron dirigida a los niños de primera comunión en el colegio de mi nieta. Fue un encuentro maravilloso en el que cantamos juntos a viva voz aquella canción infantil que tanto me gustaba:
Vamos niños al sagrario
que Jesús llorando está,
pero viendo tantos niños
muy contento se pondrá.
Cada vez que voy a una primera comunión o hablo de ella recuerdo estas inspiradoras palabras de san José María Escrivá y las hago mías:
Para acoger en la tierra a personas constituidas en dignidad hay luces, música, trajes de gala. Para albergar a Cristo en nuestra alma, ¿cómo debemos prepararnos? ¿Hemos pensado alguna vez en cómo nos conduciríamos, si solo se pudiera comulgar una vez en la vida?
Historias extraordinarias
Esta vez me encontré con una oración que te recomiendo leer:
Anteriormente les he compartido algunos testimonios y bellas reseñas de nuestros lectores. Me encanta compartirlos con ustedes, porque son parte de nuestra gran familia en Aleteia. Sus oraciones y generosas donaciones nos sostienen y nos permiten continuar. Gracias a todos por escribirnos y por el apoyo y cariño que nos brindan.
De cuando en cuando me llegan historias excepcionales. Esta que hoy publico, me llegó desde Italia y tuve que traducir para ustedes. Te la comparto con el beneplácito de la autora:
“Hola. Soy catequista y desde hace trece años ayudo a los niños a conocer a Jesús. Mi fe ha crecido con ellos, por la gracia de Jesús y María.
Durante la pandemia hicimos catequesis en la iglesia ya que las aulas eran demasiado pequeñas para permitir el distanciamiento.
Todos los sábados antes de partir pasábamos frente al sagrario a saludar a Jesús, para agradecerle las cosas buenas que pasaban durante la semana y pedirle que nos ayudara en nuestras dificultades.
Los niños le dirigían oraciones espontáneas y todos juntos cantamos: “te doy mi corazón, Jesús”.
Llamar a la puerta del sagrario
En algunas ocasiones les hice llamar a la puerta del sagrario para hacerles sentir que Jesús nos esperaba y deseaba más nuestra compañía que cualquier otra cosa.
Las reuniones de catequesis continuaban siempre en la iglesia y me inspiraba tanto, que a veces me bastaba leer un pasaje del Evangelio y pedirle a Jesús una oración que las palabras salían de mi boca sin tener que prepararme con actividades o juegos.
Los niños estaban siempre atentos, con un «corazón abierto», parecían sentir su presencia y hacían muchas preguntas, y a veces incluso lograban darse las respuestas ellos mismos, con su sencillez, pero ciertamente «guiados» por el Espíritu Santo.
Se prepararon para la primera comunión con un gran deseo de recibirlo y desde entonces siempre me piden que vaya a adorarlo (dicen que lo salude) antes de comenzar las reuniones.
Doy gracias al Señor por estos niños y le pido que los acompañe en su vida. Un fuerte abrazo para todos ustedes”.
Visita a Jesús
Qué bella experiencia la de esa catequista con los niños que empezaban a conocer y querer a Jesús, prisionero de amor en el sagrario.
Como ellos, a mí me encanta saludarlo. ¿Me harías el favor de saludar a Jesús de mi parte cuando lo visites? Dile: “amado Jesús, Claudio te manda saludos”.
Antes de terminar quisiera compartir contigo esta bellísima historia que inspira sobre una pequeña y su primera comunión, te va a encantar.
¿Sientes que Dios te llama a ser catequista?
¿Te gustaría compartir con nosotros tus simpáticas experiencias como catequista? Te dejo mi email personal cv2decastro@hotmail.com.
Vea también La Pedagogía de la Fe - Directorio General para la Catequesis
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