Cada domingo, la cesta de la colecta se pasa entre las filas en el ofertorio y siempre se plantea la cuestión de la cantidad correcta. ¿Es ésta realmente la manera correcta de enfocar este gesto primordialmente litúrgico?
Como suele ocurrir cuando se trata de dinero, la Iglesia es prudente y más sugestiva que directiva a la hora de dar la cantidad justa en la colecta dominical.
La colecta es uno de los recursos financieros de la Iglesia, especialmente en los países en los que el laicismo impide la financiación pública del culto. Se añade al casuel, vinculado a la celebración de los sacramentos, a las ofrendas de misa y al denarius, que es una parte de los ingresos que se da para participar concretamente en la vida de la comunidad, como indica el quinto y último mandamiento de la Iglesia.
Diferentes tipos de donación
Algunas personas tienden a confundir estos diferentes tipos de donativos. Sin embargo, dos detalles deberían despertar la curiosidad: la colecta está siempre en el centro de la misa y no hay recibo fiscal. Solo hay una razón importante para ello: este gesto, que puede parecer trivial, es ritual y litúrgico.
Mientras el pan y el vino son llevados al altar antes del sacrificio, los fieles de la congregación recogen el dinero que cada uno está dispuesto a dar. El misal precisa que puede tratarse de «otros donativos en favor de los pobres o de la Iglesia» (§ 73), por eso, este es el momento en el que en muchas parroquias se presentan las despensas que los fieles compraron en favor de los más necesitados. A través de esta participación tan material, se invita a cada uno a darse por entero, como sugiere el nombre dado a este momento litúrgico, el «ofertorio».
Cristo, cuya ofrenda suprema está a punto de cobrar vida en el altar, en realidad solo espera que respondamos con amor, con la conciencia y la voluntad de confiarle toda nuestra vida, como nos invita a hacer el apóstol Pablo (2 Co 8, 9):
Ya conocéis el generoso don de nuestro Señor Jesucristo: el que era rico se hizo pobre por vosotros, para que vosotros, con su pobreza, os enriquecierais.
Entendida así, la colecta adquiere una dimensión totalmente nueva, y la cuestión de la cantidad se vuelve casi relativa. Se trata de dar nada menos que la propia vida en respuesta a la vida eterna prometida por la resurrección.
Valdemar de Vaux, Aleteia
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