En su audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco continuó su catequesis sobre el celo apostólico, que en esta ocasión ejemplificó la santa sudanesa Josefina Bakhita, cuya fama "ha traspasado fronteras y llegado a todos aquellos a los que se les niega la identidad y la dignidad".
Una identidad que, en el caso de esta santa nacida en Darfur en 1869, fue "arrebatada" por su esclavitud desde los siete años y un "sufrimiento físico y moral, maldad y violencia" que se plasmó en las más de cien cicatrices en su cuerpo.
Tras una breve semblanza, Francisco se preguntó por cuál fue el secreto de Santa Bakhita, que no encajó en el fácil patrón por el que "el herido hiere a su vez y el oprimido se convierte en opresor".
Ella, dijo, cumplió la "vocación del oprimido, liberarse a sí mismo y a los opresores convirtiéndose en restauradores de la humanidad".
"Sólo en la debilidad del oprimido puede revelarse el poder del amor de Dios que libera a ambos. Santa Bakhita expresa muy bien esta verdad. Un día su tutor le regaló un crucifijo, y ella, que nunca había poseído nada, lo guardó como un celoso tesoro. Mirándolo experimenta una profunda liberación interior porque se siente comprendida y amada y, por tanto, capaz de comprender y amar a su vez", detalló Francisco.
Citó la visión y "ánimo de Bakhita" con sus propias palabras: "El amor de Dios siempre me ha acompañado de un modo misterioso... El Señor me ha amado tanto: hay que amar a todos... ¡Hay que compadecerse de ellos!".
Francisco se dirigió a los presentes para destacar que "la tarea que nos enseña es humanizar": "Compadecerse significa tanto sufrir con las víctimas de tanta inhumanidad del mundo, y también compadecerse de los que cometen errores e injusticia, no justificando, sino humanizando. Cuando entramos en la lógica de la lucha, de la división, uno contra el otro, perdemos la humanidad".
También destacó como Bakhita "fue transformada" y "se convirtió en una parábola existencial del perdón. Ha sido capaz [de perdonar] siempre. A ella el perdón la liberó. El perdón primero recibido a través del amor misericordioso de Dios, y luego el perdón dado la convirtió en una mujer libre y alegre".
Por su "capacidad de amar", dijo Francisco, la santa convertida en sierva forzada y vendida como esclava "eligió libremente convertirse en sirvienta, para llevar sobre sus hombros las cargas de los demás".
"Con su ejemplo, nos muestra el camino para liberarnos finalmente de nuestras ataduras y miedos. Ella nos ayuda a desenmascarar nuestras hipocresías y egoísmos, a superar resentimientos y conflictos. Nos anima siempre", concluyó.
José María Carrera, ReL
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