Una variedad de oraciones para aclamar a Jesús, adorar la Eucaristía, exaltar la cruz y unirse a Dios a través de la muerte y la resurrección de su Hijo
Te presentamos una serie de oraciones que puedes hacer durante la Semana Santa que estamos celebrando.
1
¡HOSANNA!
Alaba a Dios como lo hacen los ángeles (Isaías 6,3), con las palabras (inspiradas en el salmo 117) que usaron las multitudes para aclamar a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén (Mateo 21,9). Los católicos rezan esta oración en cada Misa y es posible que Jesús cantara una parte de ella en la Última Cena.
«Santo, Santo, Santo es el Señor: Hosanna en las alturas. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en las alturas».
2
SALMO 94
Ponle palabras a tu adoración con el salmo 94. Así lo hacen muchas personas que
rezan la Liturgia de las horas, la oración diaria de la Iglesia que marca los tiempos de cada día.
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba, y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras»
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».
3
PANGE LINGUA
Adora la Eucaristía con este himno escrito por santo Tomás de Aquino. En muchas iglesias resuena el Jueves Santo al final de la Misa de la Cena del Señor.
Canta, oh lengua, el glorioso
misterio del Cuerpo
y de la Sangre preciosa
que el Rey de las naciones
fruto de un vientre generoso
derramó en rescate del mundo.
Nos fue dado, nos nació
de una Virgen sin mancha;
y después de pasar su vida en el mundo,
una vez propagada la semilla de su palabra,
terminó el tiempo de su destierro
dando una admirable disposición.
En la noche de la Última Cena,
sentado a la mesa con sus hermanos,
después de observar plenamente
la ley sobre la comida legal,
se da con sus propias manos
como alimento para los doce.
El Verbo encarnado, pan verdadero
por su palabra hace su carne,
y el vino puro se convierte en la Sangre de Cristo.
Y aunque fallan los sentidos,
solo la fe es suficiente
para fortalecer el corazón en la verdad.
Veneremos, pues,
postrados a tan grande sacramento;
y la antigua imagen ceda el lugar
al nuevo rito; ¡La fe reemplace la incapacidad de los sentidos!
Al Padre y al Hijo
sean dadas alabanza y gloria, fortaleza, honor,
poder y bendición;
una Gloria igual sea dada a
Aquel que de uno y de otro procede.
Amén.
4
“DIOS MÍO, POR QUÉ ME ABANDONASTE”
Háblale al Padre con estas palabras que Jesús gritó en la cruz poco antes de morir. Son la primera frase del salmo 22, un clamor que va desde la angustia por la persecución hasta la confianza en Dios y su salvación.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste?
¡Las palabras que lanzo no me salvan!
Mi Dios, de día llamo y no me atiendes,
de noche, mas no encuentro mi reposo.
Tú, sin embargo, estás en el Santuario,
de allí sube hasta ti la alabanza de Israel.
En ti nuestros padres esperaron, esperaban y tú los liberabas.
A ti clamaban y quedaban libres, su espera puesta en ti no fue fallida.
Mas yo soy un gusano y ya no un hombre,
los hombres de mí tienen vergüenza y el pueblo me desprecia.
Todos los que me ven, de mí se burlan,
hacen muecas y mueven la cabeza:
«¡Confía en el Señor, pues que lo libre, que lo salve si le tiene aprecio!»
Me has sacado del vientre de mi madre,
me has confiado a sus pechos maternales.
Me entregaron a ti apenas nacido;
tú eres mi Dios desde el seno materno.
No te alejes de mí, que la angustia está cerca,
y no hay nadie que pueda ayudarme.
Me rodean novillos numerosos y me cercan los toros de Basán.
Amenazándome abren sus hocicos como leones que desgarran y rugen.
Yo soy como el arroyo que se escurre;
todos mis huesos se han descoyuntado;
mi corazón se ha vuelto como cera, dentro mis entrañas se derriten.
Mi garganta está seca como teja, y al paladar mi lengua está pegada:
ya están para echarme a la sepultura.
Como perros de presa me rodean, me acorrala una banda de malvados. Han lastimado mis manos y mis pies.
Con tanto mirarme y observarme
pudieron contar todos mis huesos.
Reparten entre sí mis vestiduras
y mi túnica la tiran a la suerte.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
¡fuerza mía, corre a socorrerme!
Libra tú de la espada mi alma,
de las garras del can salva mi vida.
Sálvame de la boca del león,
y de los cuernos del toro lo poco que soy. Yo hablaré de tu Nombre a mis hermanos,
en medio de la congregación te alabaré.
5
CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA
Pide misericordia al Padre confiando en la pasión salvadora de su Hijo, con esta repetitiva oración rezada por primera vez por santa Faustina Kowalska. Es tradición hacerlo a las tres de la tarde, hora en que murió Jesús.
Después de rezar un Padrenuestro, un Ave María y un credo, se reza con las cuentas
del Rosario:
Al comienzo de cada decena (1 vez):
Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo
Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo
entero.
En cada cuenta de la decena (10 veces):
Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Al terminar (3 veces):
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.
6
VIA CRUCIS
Acompaña a Jesús en su camino de la cruz reviviendo su pasión y su muerte. Puedes
meditar 14 momentos sucedidos en Jerusalén desde el pretorio de Pilatos hasta el
Calvario. Al final de cada uno de ellos, llamados estaciones, suele rezarse esta oración:
Te adoramos, Señor Jesucristo, y te bendecimos, porque con tu santa Cruz redimiste al mundo”.
7
STABAT MATER
En la Virgen María al pie de la cruz se enfoca esta oración medieval con la que puedes compartir su sufrimiento. Grandes artistas han puesto música e imagen a este sobrecogedor momento de la vida de la Madre de Jesús.
De pie la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa,
mientras pendía el Hijo.
Cuya ánima gimiente,
contristada y doliente
atravesó la espada.
¡Oh cuán triste y afligida
estuvo aquella bendita
Madre del Unigénito!
Languidecía y se dolía
la piadosa Madre que veía
las penas de su excelso Hijo.
¿Qué hombre no lloraría
si a la Madre de Cristo viera
en tanto suplicio?
¿Quién no se entristecería
a la Madre contemplando
con su doliente Hijo?
Por los pecados de su gente
vio a Jesús en los tormentos
y doblegado por los azotes.
Vio a su dulce Hijo
muriendo desolado
al entregar su espíritu.
Oh, Madre, fuente de amor,
hazme sentir tu dolor,
contigo quiero llorar.
Haz que mi corazón arda
en el amor de mi Dios
y en cumplir su voluntad.
Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.
De tu Hijo malherido
que por mí tanto sufrió reparte conmigo las penas.
Déjame llorar contigo
condolerme por tu Hijo
mientras yo esté vivo.
Junto a la Cruz contigo estar
y contigo asociarme
en el llanto es mi deseo.
Virgen de Vírgenes preclara
no te amargues ya conmigo,
déjame llorar contigo.
Haz que llore la muerte de Cristo,
hazme socio de su pasión,
haz que me quede con sus llagas.
Haz que me hieran sus llagas,
haz que con la Cruz me embriague,
y con la Sangre de tu Hijo.
Para que no me queme en las llamas,
defiéndeme tú, Virgen santa,
en el día del juicio.
Cuando, Cristo, haya de irme,
concédeme que tu Madre me guíe
a la palma de la victoria.
Cuando el cuerpo sea muerto,
haz que al ánima sea dada
del Paraíso la gloria.
Amén.
8
SECUENCIA DE PASCUA
Celebra la resurrección de Cristo con este himno triunfal cantado desde la Edad Media. Se reza en la Misa de Pascua, el domingo y toda la octava.
A la Víctima pascual
ofrezcan alabanzas los cristianos.
El Cordero redimió a las ovejas:
Cristo inocente
reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la Vida se enfrentaron
en lucha singular.
El dueño de la Vida, que había muerto,
reina vivo.
Dinos, María,
¿qué has visto en el camino?
Vi el sepulcro de Cristo viviente
y la gloria del que resucitó:
a unos ángeles,
el sudario y los vestidos.
Resucitó Cristo, mi esperanza:
precederá en Galilea a los suyos
Sabemos que Cristo verdaderamente resucitó
de entre los muertos.
Tú, Rey victorioso, ten piedad.
Amén, Aleluya.
Patricia Navas, Aleteia
Vea también Via Crucis: Acompañar a Jesús en su pasión y muerte
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