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miércoles, 6 de marzo de 2024

Por qué luchar contra los «pequeños pecados» en Cuaresma

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Aunque ciertamente debemos luchar contra cualquier pecado mortal durante la Cuaresma, a veces los "pequeños pecados" que cometemos cada día pueden amenazar nuestra paz

La Cuaresma es una batalla espiritual en contra de los pecados, nos demos cuenta o no. Es un tiempo en el que imitamos los 40 días de tentación de Jesús en el desierto.

El Papa Benedicto XVI señaló este aspecto de la Cuaresma en una homilía que pronunció el Miércoles de Ceniza de 2006:

Otro aspecto de la espiritualidad cuaresmal es el que podríamos calificar de «combativo», como se desprende de la «Colecta» de hoy, en la que se mencionan las «armas» de la penitencia y la «batalla» contra el mal.

Cada día, pero sobre todo en Cuaresma, el cristiano debe afrontar una lucha, como la que Cristo vivió en el desierto de Judea, donde durante 40 días fue tentado por el diablo, y luego en el Getsemaní, cuando rechazó la tentación más dura, aceptando hasta el final la voluntad del Padre.

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Una batalla espiritual

Para nosotros, «es una batalla espiritual librada contra el pecado y, finalmente, contra Satanás. Es una lucha que implica a toda la persona y exige una vigilancia atenta y constante».

Es el momento perfecto para examinar nuestra propia vida y ver a qué pecados nos aferramos, ya sean grandes o pequeños.

El Papa Benedicto XVI explica que, a veces, los «pequeños pecados» que cometemos merecen el mismo esfuerzo para erradicarlos:

San Agustín observa que quien quiere caminar en el amor de Dios y en su misericordia no puede contentarse con librarse de los pecados graves y mortales, sino que «debe hacer la verdad, reconociendo también los pecados considerados menos graves…, y salir a la luz realizando acciones dignas. Incluso los pecados menos graves, si se ignoran, proliferan y producen la muerte» (In Io. evang. 12, 13, 35).

Por eso, aunque debemos tratar de eliminar nuestros pecados más graves, no debemos descuidar los pequeños que pueden sembrar las semillas de la muerte en nuestra vida espiritual.

Los «pequeños pecados» alejan de Dios

Para san Agustín, de hecho, ni siquiera los «pecados pequeños» deben ser descuidados porque, aunque no sean grandes, pueden ser numerosos y dañar el alma. Como dice el santo, un pecado pequeño no es un león que te puede derribar de un solo mordisco pero si son muchos, pueden matar como el ataque de los animales pequeños. 

¿Cuáles son entonces estos pequeños pecados? Son pecados veniales, es decir, omisiones y actos que no nos separan del todo del amor y de la gracia de Dios, sino que nos alejan de ellos poco a poco. El pecado venial no desobedece la ley divina, sino que daña a Dios, al prójimo y a uno mismo. 

Es el caso de pecados como la pereza, la vanagloria, la tristeza o el desánimo excesivo. Por eso, aunque debemos intentar eliminar nuestros pecados más graves, es necesario no descuidar los más pequeños que pueden sembrar la semilla de la muerte en nosotros. La vida espiritual de uno.

Si ignoramos los «pequeños pecados» en nuestras vidas, pueden convertirse en los grandes que nos alejan de Dios.

Phillip Koloski, Aleteia

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