En 2024 se celebran los 150 años del nacimiento del inventor de la radio, Guillermo Marconi (1874-1937), cuya relación con la fe católica examina Francesco Agnoli en el número de febrero de Il Timone:
Italia se prepara para celebrar los 150 años del nacimiento de Guillermo Marconi. Intentemos también nosotros, aunque sea con la inevitable brevedad, reconstruir el personaje en su totalidad. Es decir, no solo al científico, sino también al hombre.
Nacido en Bolonia el 25 de abril de 1874, de madre escocesa-irlandesa y anglicana y de padre italiano, Guillermo aprendió física en parte de manera autodidacta y en parte en la escuela del físico Augusto Righi.
No se licenció y era ajeno al mundo universitario; sin embargo, se obstinó en conseguir su plan. En particular, amaba la electricidad y muy pronto sus intereses pasaron de la electroquímica a las ondas electromagnéticas.
En esa época eran dos las tecnologías que dominaban la comunicación a través de cable: el telégrafo de Samuel Morse, que tenía al planeta envuelto en hilos, y el teléfono. Pero Marconi mira más allá: quiere una comunicación sin hilos, que atraviese todos los mares, que supere las montañas viajando en ondas electromagnéticas... imagina los radares, prefigura el móvil.
Así, el hombre que "ha dado voz al silencio" hizo en 1896 la primera transmisión, a 10 kilómetros de distancia; y en 1901 realizó el gran salto transoceánico, conectando América con Europa y consiguiendo demostrar que el obstáculo de la curvatura terrestre no era insuperable.
Fama mundial
Algunos hechos concretos ayudan a consagrarle mundialmente.
En 1909, el año del Premio Nobel, el transatlántico Republic es embestido. Por primera vez en la historia de la navegación, el telégrafo sin hilos de Marconi lanza un SOS: el "marconista" de a bordo lanza la llamada de ayuda, permitiendo así que llegue una nave de salvamento para los 1.700 pasajeros.
En 1912, mientras el Titanic se hundía (también Marconi debía haber estado a bordo, pero ¡rechazó la invitación!), unos 750 pasajeros se salvaron gracias al radiotelegrafista, que consiguió contactar con la nave rusa Karpatia y pidió ayuda.
El contacto por radio del Titanic con el Karpatia, en la miniserie 'Titanic' dirigida por Robert Liberman en 1996, un año antes de la legendaria película de James Cameron.
Salvar a náufragos y hacer crónicas deportivas en la radio son solo algunos de los primeros usos de este nuevo y extraordinario medio que Marconi imagina que sirva para "promover el conocimiento mutuo entre los pueblos, permitiéndonos satisfacer cada vez más un deseo esencialmente humano, a saber: el de poder comunicarnos entre nosotros con facilidad y rapidez, eliminando ese elemento de separación que se llama distancia".
Tal como sucedió con la prensa, creada para fines religiosos y humanitarios y rápidamente transformada en un instrumento de propaganda y de guerra, la radio también sufre el mismo destino: muy pronto los comunistas, los nazis y los fascistas la utilizan para difundir su palabra en el mundo o en sus países.
"El ángel de mi conversión"
Sin embargo, hay una radio distinta de las demás: es Radio Vaticana. El propio Guillermo Marconi dirige su construcción, entre 1929 y 1931.
Unos años antes, en 1925, se había casado en segundas nupcias, tras la anulación de su primer matrimonio, con María Cristina Bezzi-Scali, una mujer de profunda fe a la que Marconi describe, en una carta, como "el ángel de mi conversión, de mi redención, un ángel como el que detuvo a San Pablo en el camino de Damasco".
María Cristina frecuenta la curia romana y conoce tanto al pontífice [Pío XI] como al cardenal Pacelli [futuro Pío XII]; su marido se convierte en confidente y amigo de ambos. Le gusta hablar con ellos de ciencia, fe, actualidad, hasta convertirse en una persona "muy sensible a los humores de los palacios apostólicos" (Riccardo Chiaberge).
Por esta razón, Marconi se alegra cuando, gracias a su invento, el mensaje papal "de paz cristiana entre todos los pueblos" llega a todo el orbe. En esa época, Radio Vaticana es lo más avanzado que existe: Marconi experimenta "por primera vez las microondas en un servicio permanente al mundo".
De izquierda a derecha, el cardenal Eugenio Pacelli (secretario de Estado, futuro Pío XII), Guillermo Marconi y el Papa Pío XI, el 12 de febrero de 1931, en la inauguración de Radio Vaticana.
Sin embargo, la construcción de la radio del Papa no es la única manifestación pública de su fe. El 12 de octubre de 1931, el inventor participa en la inauguración de la estatua del Cristo Redentor de Río de Janeiro, donde hizo encender la iluminación con una señal de radio transmitida a Brasil desde Italia. El 12 de agosto de 1934 hizo construir para el Papa un mando de radio con el que pudiera accionar, desde Castel Gandolfo, la iluminación de la estela votiva dedicada a la Virgen de la Carta en Messina.
El alejamiento del Duce
Como científico famosísimo que vive bajo el fascismo, Marconi tiene una relación ambigua y cambiante con Mussolini. Su hija Degna recuerda: "Mi padre, ignorante de la política, en un primer momento miró al fascismo con sospecha, pues lo juzgaba un movimiento violento y oportunista. En consecuencia desconfió de su jefe". Más adelante, con el tiempo, cuando el fascismo pareció normalizarse, se adhirió al nuevo orden sin convertirse nunca en un fanático.
Guglielmo [Guillermo] Marconi, a la izquierda de la foto, junto al Duce, Benito Mussolini.
Por su parte, el Duce necesitaba un hombre de fama internacional como Marconi y lo nombró presidente del Consejo Nacional de Investigación y de la Real Academia de Italia. Marconi es un sincero patriota y lo sigue siendo durante los años en los que el fascismo no parece proclive a la guerra. Más adelante empezó a alejarse progresivamente, como les sucedió a gran parte de los italianos, cuando Mussolini se acercó a Hitler, alrededor de los años 1935-1936.
A partir de este momento, los encuentros con el Duce se hicieron cada vez más difíciles. Marconi no consigue convencerle de que se mantenga alejado de Hitler y de la guerra. En una ocasión, la respuesta de Mussolini fue lapidaria: "Usted habla así porque su madre era inglesa".
La alarma que crea en Marconi la alianza con Alemania la siente también en su mente y su corazón su amigo el Papa Pío XI, que el 14 de marzo de 1937 publica su encíclica contra al nacionalsocialismo, Mit brennender Sorge.
La última audiencia
Unos meses después, Marconi le pide una cita personal, urgente. Le recibe el 17 de julio. ¿Qué es lo que tiene que decirle al pontífice que tiene tanta importancia? No lo sabemos. Y no lo sabremos nunca.
Guillermo Marconi, en su estudio.
Se sospecha que Marconi tenía escrúpulos de conciencia y se sentía presionado por el régimen, que quería poner a sus científicos al servicio de la guerra. Marconi, al final de la Primera Guerra Mundial, y en referencia a las nuevas armas introducidas por los alemanes (gas, lanzallamas), había declarado: "Era opinión común que el progreso de la ciencia significaba inevitablemente la paz. Esta idea ha fracasado. Alemania ha utilizado la ciencia al máximo, pero tengo que decir con dolor y pesar que en esta guerra ha prostituido sus conquistas científicas".
El hecho es que dos días más tarde, el 19 de julio, Marconi tenía que ver al Duce, pero se encontró mal y anuló el encuentro. Murió a las 3:45 del 20 de julio.
La llamada telefónica de Pío XI
María Cristina, la esposa que le devolvió la fe y una serenidad que antes no tenía, y que lo transformó de inquieto donjuán a marido fiel y feliz, se encontraba lejos. Escribió: "Ellos (los que lo asistieron) me contaron con cuánta fe Guillermo, en los últimos instantes de su vida, besó repetidamente el pequeño crucifijo. Expiró con gran valor y resignación cristiana".
Al día siguiente, La Stampa, periódico de Turín, describió así los últimos instantes de su vida: Marconi, "como cristiano militante que era, recibió el consuelo religioso y rezó el Padrenuestro con las religiosas... Poco después sonó el teléfono, era el pontífice en persona", que quería informarse sobre el estado de salud de su amigo.
Recordándolo en la misa matinal, inmediatamente después de su muerte, Pío XI subrayó en particular el hecho de que la suprema aspiración del difunto había sido "contribuir con su actividad científica a alcanzar la verdadera paz cristiana entre todos los pueblos". Todo hace pensar que la paz fue el tema secreto de la reunión del 17 de julio.
La muerte liberó al gran inventor de una pesadilla: tener que ver otra guerra y estar presionado por las peticiones belicosas del Duce.
Traducido por Verbum Caro.
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