
Miles de personas han participado en el evento celebrado en el Madrid Arena.
Este viernes dio comienzo en Madrid el Congreso de Vocaciones, el gran evento de la Iglesia en España para este 2025 y que ha congregado a unas 3.200 personas llegadas de todas las diócesis de España y con participación también de numerosas congregaciones, movimientos y realidades eclesiales. En la inauguración se leyó el mensaje del Papa Francisco y además intervinieron, entre otros, tanto el cardenal Cobo, arzobispo de Madrid, como monseñor Argüello, presidente de la Conferencia Episcopal Española.
En su mensaje, el Papa pidió a los presentes “llevar a Dios donde Él los envíe, esa es nuestra vocación”, por lo que pidió: “No tengan miedo y abandónense a la voluntad divina, el Espíritu a cada paso”.
De este modo, señaló que en el discernimiento de la propia vocación se siga “ese ejemplo para captar el valor de los bienes espirituales o materiales que estamos llamados a gestionar. Como aquel administrador deshonesto de la parábola recogida por san Lucas no los ‘derrochemos’, usándolos para alejar a los demás de nosotros y de Dios, sino busquemos poder decir que no nos debemos más que amor”.
“No pensemos que lo que tenemos no es suficiente”, afirmó el Papa apoyándose en el ejemplo de los apóstoles que no tenían “oro ni plata” pero que, después de recibir el Espíritu Santo, perciben la necesidad del pobre paralítico. También Felipe movido por el Espíritu, “consigue ver la necesidad del otro y, por encima de sus expectativas, anunciarle a Jesús, en la Palabra y los sacramentos, atendiendo una pobreza que no es material sino espiritual”.
En este Congreso de Vocaciones -agregó el Pontífice- “pidamos una mirada capaz de percibir la necesidad del hermano, no en abstracto, sino en lo concreto de unos ojos que se clavan en nosotros como los del paralítico del templo. En la oficina, en la familia, en el apostolado, en el servicio, lleven a Dios allí donde Él los envíe, esa es nuestra vocación”. Con la pregunta ‘¿para quién soy?’, concluyó, “nos introducimos en el misterio de Dios y de su proyecto sobre nosotros, pero no tengan miedo y abandónense a la voluntad divina, el Espíritu los sorprenderá a cada paso, haciéndoles bajar del tren de la vida, como a santa Teresa de Calcuta, para reducir las distancias que los separan de Dios y del hermano, para cambiar sus rumbos y encontrar a Jesús en el abrazo de aquel al que son enviados”.

Congreso de Vocaciones
Nuestra vida tiene sentido
También habló el cardenal Cobo, que alertó que “dedicamos mucho esfuerzo a nuestra personalidad online, pero la falta de preguntas nos hace volar muy bajo. Navegamos en la incertidumbre y nos da mucho miedo el futuro. Ante una pandemia como la que tuvimos olvidamos las preguntas y no hacemos nada ante el miedo”.
Además, añadió que el divorcio de la fe en el día a día es una grieta y limita la capacidad de vivir la fe en todos los aspectos de la vida. Por ello, el reto que nos propone es: integrar la fe en la vida cotidiana y así puede cumplir cada persona su misión en el mundo. “Él no nos propuso solo un ideal, Él se encarna. Nos propuso un encuentro con Él, vino a nuestro lado. 'Maestro, ¿dónde vives?' esta es la pregunta. Venid y veréis, la respuesta”, reflexionó.
También destacó que “nuestra vida tiene futuro, nuestra vida tiene sentido porque depende de la mirada Dios. Somos convocados, Dios llama en la Asamblea que es la Iglesia”. Así, indicó que “Dios nos saca de nuestras ideas que polarizan la convivencia, que no acepta a los otros”. Por ello, como toda vocación es un don y una vida, “todas las vocaciones deben ser acompañadas. La vocación es una llamada, la llamada del Maestro para seguirle. Vivimos un momento de gracia para la Iglesia. El Espíritu Santo nos empuja a descubrirnos como Pueblo de Dios. Todos somos discípulos de Cristo en misión. Vocación única que nos iguala a todos. En la comunidad todos nos sentiremos valorados. Pongámonos en camino y preguntémonos ‘¿Para quién soy?’”.
El bloque lo cerró monseñor Argüello, que puso de relieve el valor de la cruz, “donde vemos el corazón que se entregó por nosotros, la sangre que nos redime y alimenta y el aliento que nos hace descubrir que quiero ser santo”. También invitó a todos a esperar con María en los momentos de dificultad. Además de a vivir el domingo, día del Señor, día del hombre, día de la creación, para comunicar la alegría del Evangelio, como Pueblo que camina y que podamos decir: he descubierto un nuevo Yo, el Yo que es un nosotros, que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos”.
ReL
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