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viernes, 7 de febrero de 2025

Evangelio del día

 


Carta a los Hebreos 13,1-9a.

Perseveren en el amor fraternal.
No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles.
Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.
Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros.
No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré.
De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?
Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.
No se dejen extraviar por cualquier clase de doctrinas extrañas. Lo mejor es fortalecer el corazón con la gracia, no con alimentos que de nada aprovechan a quienes los comen.


Salmo 27(26),1.3.5.8c-9abc.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?

Aunque acampe contra mí un ejército,
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.

Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña
en el momento del peligro;
me ocultará al amparo de su Carpa
y me afirmará sobre una roca.

Yo busco tu rostro, Señor,
no lo apartes de mí.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda.


Evangelio según San Marcos 6,14-29.

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos:
Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré".
Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.
Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.


Bulle

San Cipriano (c. 200-258)
obispo de Cartago y mártir
Exhortación al martirio, 13; CSEL 3, 346


Juan Bautista, mártir por la verdad

"No existe comparación entre los sufrimientos del tiempo presente y la gloria que un día Dios nos revelará " (Rm 8,18). ¿Quién pues, no trabajaría con todas sus fuerzas para obtener tal gloria, para hacerse amigo de Dios, regocijarse para siempre en compañía de Jesucristo, y recibir la recompensa divina después de los tormentos y los suplicios de este mundo?
Para los soldados de este mundo, es glorioso volver triunfalmente a su patria después de haber vencido al enemigo. ¿No es una gloria mucho mayor volver triunfalmente, después de haber vencido al demonio, al paraíso de donde Adán había sido expulsado a causa de su pecado? ¿De devolver el trofeo de la victoria después de haber abatido al que lo había perdido? ¿De ofrecerle a Dios, como botín magnífico, una fe intacta, un coraje espiritual sin desfallecimiento, una devoción digna de elogios?... ¿De llegar a ser coheredero con Cristo, de ser igualado a los ángeles, de gozar con felicidad del reino de los cielos con los patriarcas, los apóstoles, los profetas? ¿Qué persecución puede vencer tales pensamientos, que pueden ayudarnos a superar los suplicios?...
La tierra nos encarcela por sus persecuciones, pero el cielo permanece abierto... ¡Qué honor y qué seguridad salir de este mundo con alegría, de salir glorioso atravesando pruebas y sufrimientos! ¡Cerrar un instante los ojos que veían a los hombres y al mundo, para volverlos a abrir enseguida y ver a Dios y a Cristo!... Si la persecución asalta a un soldado tan preparado, no podrá vencer su coraje. Aunque seamos llamados al cielo antes de la lucha, la fe que se había preparado así, no quedará sin recompensa... En la persecución Dios corona a sus soldados; en la paz corona la buena conciencia. (EDD)

Reflexión sobre la acuarela

La lectura del Evangelio de hoy relata cómo algunas personas creían que Jesús era Juan el Bautista resucitado tras su ejecución por Herodes. Esta creencia pone de relieve las sorprendentes similitudes entre ambas figuras. Juan fue un profeta que proclamó sin miedo la palabra de Dios, incluso cuando no era bien recibida o resultaba incómoda. Fue su inflexible fidelidad a esta misión lo que finalmente le llevó a la muerte. Del mismo modo, Jesús se describió a sí mismo como un profeta, que proclamaba con valentía la palabra de Dios incluso cuando desafiaba a los que detentaban el poder. Al igual que Juan, el compromiso inquebrantable de Jesús de vivir y proclamar la verdad de Dios le llevó a la muerte. Sin embargo, mientras Juan reconocía humildemente su indignidad incluso para desatar las sandalias de Jesús, Jesús era más que un profeta. Era el Hijo de Dios. No sólo hablaba la palabra de Dios, sino que la encarnaba, siendo el Verbo hecho carne.

Nuestra lectura también nos dice que Herodes Antipas, gobernante de Galilea, creía que Jesús podría ser Juan el Bautista resucitado de entre los muertos, un pensamiento posiblemente arraigado en la culpa por la ejecución de Juan. El Evangelio cuenta que Herodes temía y respetaba a Juan, lo reconocía como un hombre bueno y santo, y disfrutaba escuchándolo, aunque las palabras de Juan a menudo lo dejaban perplejo. A pesar de su buen juicio, Herodes mandó decapitar a Juan debido a un imprudente juramento público que hizo a su hijastra, lo que aprovechó Herodías, la esposa de Herodes, para exigir la ejecución de Juan. Herodes dio prioridad a su honor público sobre la vida de un buen hombre. Herodes sucumbió a la presión en lugar de actuar de acuerdo con su profundo sentido del bien. El dilema de Herodes refleja una lucha universal para todos nosotros: la llamada interior a hacer lo que es bueno, frente a las presiones externas para actuar de forma egoísta o simplemente para complacer al mundo.

Nuestra acuarela sobre papel de James Tissot retrata al rey Herodes Antipas, tetrarca nombrado por los romanos y gobernante de Galilea. Tissot presenta a Herodes con un traje sorprendentemente colorido, adornado con ricos tejidos, joyas y bordados intrincados, creando un marcado contraste con la austera simplicidad de la vestimenta de pelo de camello de Juan el Bautista y el manto blanco puro de Jesús, ambos representados por Tissot en obras separadas. La expresión de Herodes es a la vez intimidatoria y arrogante, su mirada penetrante se dirige directamente al espectador. Es como si nos desafiara en silencio, preguntándonos: "¿Qué habrías hecho tú en mi lugar?". Esta poderosa composición invita a reflexionar sobre los dilemas morales de querer complacer al mundo frente a hacer lo correcto.

by Padre Patrick van der Vorst

 















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