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martes, 4 de febrero de 2025

Evangelio del día



Carta a los Hebreos 12,1-4.

Hermanos:
Ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.
Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.


Salmo 22(21),26b-27.28.30.31-32.

Cumpliré mis votos delante de los fieles:
los pobres comerán hasta saciarse
y los que buscan al Señor lo alabarán.
¡Que sus corazones vivan para siempre!
Todos los confines de la tierra
se acordarán y volverán al Señor;

todas las familias de los pueblos
se postrarán en su presencia.
Todos los que duermen en el sepulcro
se postrarán en su presencia;
todos los que bajaron a la tierra
doblarán la rodilla ante él,

y los que no tienen vida
Glorificarán su poder.
Hablarán del Señor a la generación futura,
anunciarán su justicia
a los que nacerán después,
porque esta es la obra del Señor.


Evangelio según San Marcos 5,21-43.

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Ambrosio (c. 340-397)
obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Lucas, 6, 60-63; SC 45


“¡A ti te lo digo, levántate!”

Antes de resucitar a la niña, para suscitar la fe de la gente, Jesús comienza por curar a la mujer aquejada de flujo de sangre. Este flujo cesa para nuestra instrucción: cuando Jesús se acerca a la mujer, ésta ya queda curada.
Lo mismo, para creer en nuestra vida eterna celebramos la resurrección temporal del Señor que siguió a su pasión... Los criados de Jairo que le dicen “no molestes al Maestro”, no creen en la resurrección anunciada en la Ley y realizada en el evangelio. Así, cuando Jesús llega a la casa, lleva consigo a pocos testigos de la resurrección que va a realizar: en un principio no ha sido la multitud la que ha creído en la resurrección. La gente se mofaba de Jesús cuando declara: “La niña no está muerta, duerme”. Los que no creen se mofan. Que lloren, pues, a sus muertos los que creen que están muertos. Cuando se cree en la resurrección, no se ve en la muerte un final sino un descanso...
Y Jesús, tomando a la niña de la mano, la cura; luego les dice que le den de comer. Es un testimonio de la vida para que nadie crea que se trata de una ilusión sino que es la realidad. ¡Feliz la niña a quien la Sabiduría toma de la mano! Quiera Dios que nos tome también de la mano en nuestras acciones. Que la Justicia sostenga mi mano; que el Verbo de Dios la tome, que me introduzca en su intimidad y aparte mi espíritu de todo error y me salve. Que me dé de comer el pan del cielo, el Verbo de Dios. Esta Sabiduría que ha puesto sobre el altar los alimentos del cuerpo y de la sangre del Hijo de Dios ha declarado: “Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado” (Prov. 9,5)   (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

La lectura del Evangelio de hoy contiene dos historias entrelazadas: la curación de la hija de Jairo y la curación de una mujer que padecía una enfermedad de larga duración. La mujer, aquejada de un flujo de sangre, había gastado todo lo que tenía en médicos, pero no encontró cura. Su enfermedad no sólo la habría debilitado físicamente, sino que también la habría marginado social y religiosamente, pues se la habría considerado ritualmente impura y se le habría prohibido asistir a la sinagoga. De camino a casa de Jairo, Jesús es abordado inesperadamente por esta mujer. En un discreto acto de desesperación, toca el borde de su manto y queda inmediatamente curada. Aunque Jesús tiene una misión urgente, se detiene al percibir el toque de fe en medio de la multitud.

En lugar de permitir que el encuentro se quede en algo impersonal, Jesús busca activamente a la mujer, invitándola a un intercambio más profundo. Ella había buscado la curación en secreto, pero Jesús quería que su fe fuera reconocida abiertamente. Cuando la mujer se acerca, Jesús se dirige a ella con ternura y la llama "hija", devolviéndole así su lugar en la comunidad. Aunque muchos en la multitud habían tocado a Jesús, su contacto estaba marcado por la fe, que permitió que el poder vivificador de Dios fluyera en ella. Esta historia nos recuerda que las interrupciones en nuestro camino pueden tener un significado profundo, ofreciendo oportunidades inesperadas de gracia y transformación. A veces, lo que parece un retraso es tan significativo como el propio destino.

Nuestro cuadro es obra del artista coreano contemporáneo Yongsung Kim, uno de los principales artistas cristianos contemporáneos del momento. En un mundo a menudo ensombrecido por la violencia y la oscuridad, Yongsung Kim trata de llevar la luz de Jesucristo a una nueva generación a través de su arte, caracterizado por centrarse en el estallido de coloridas pinturas. En esta obra en concreto, vemos la mano extendida de la mujer que sufre una hemorragia, anhelando simplemente tocar a Jesús. No vemos sus rostros; sólo vemos el dobladillo y la mano de la mujer. El cuadro capta una notable sensación de fluidez y movimiento, que nos introduce en la profunda conexión entre la buscadora y Jesús.

by Padre Patrick van der Vorst

 








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