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miércoles, 5 de febrero de 2025

Evangelio del día - Memoria de Santa Águeda


 

Hermanos:
En la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes.
Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo.
Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre?
Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella.
Por eso, que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean.
Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se cure.
Busquen la paz con todos y la santificación, porque sin ella nadie verá al Señor.
Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad.


Salmo 103(102),1-2.13-14.17-18a.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles;
él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo.

Pero el amor del Señor permanece para siempre,
y su justicia llega hasta los hijos y los nietos
de los que lo temen y observan su alianza.


Evangelio según San Marcos 6,1-6.

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos?
¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo.
Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa".
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Buenaventura (1221-1274)
franciscano, doctor de la Iglesia
Meditación sobre la vida de Cristo; Opera omnia, t. 12, p. 530s


«¿De dónde saca todo eso?... ¿No es este el carpintero, el hijo de María?»


El Señor Jesús, habiendo regresado con sus padres, del Templo y de Jerusalén a Nazaret, vivió con ellos hasta los 30 años «y les estaba sometido» (Lc 2,51). En las Escrituras no se encuentra nada que nos diga qué ha hecho durante este tiempo, lo que parece sorprendente... Pero pon atención y verás claramente que, no haciendo nada, hizo maravillas. En efecto, cada uno de sus gestos revela su misterio. Y puesto que actuaba con poder, se calló con poder, y permaneció retirado y en la oscuridad con poder. El soberano Maestro que nos había de enseñar los caminos de la vida, desde su juventud empieza a actuar con poder, pero de manera sorprendente, desconocida e inaudita, pareciendo, a los ojos de los hombres, inútil, ignorante, y viviendo en la abyección...
Apreciaba cada vez más esta forma de vivir a fin de ser juzgado por todos como un ser insignificante y sin importancia; esto lo había anunciado ya el profeta que en su nombre dijo: «Soy un gusano, no un hombre» (Sl 21,7). Ves lo que hacía no haciendo nada. Se volvió despreciable... ¿crees que esto es poca cosa? Es cierto, no es él quien tenía necesidad de esto, sino nosotros. No conozco nada más difícil ni más grande. Realmente me parece que han llegado al más alto grado los que de todo corazón y sin fingir, se tiene por nada a fin de no buscar nada más que ser despreciados, no ser tenidos en cuenta para nada y vivir en un abajamiento extremo. Es esto una victoria mucho más grande que tomar una ciudad. (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Santa Águeda de Sicilia (c. 231-251 d.C.) nació en Catania, en la provincia romana de Sicilia, en el seno de una noble familia cristiana. Conocida por su belleza y piedad, se comprometió a una vida de virginidad consagrada, dedicando su cuerpo y alma enteramente a Cristo. Su fe fue puesta a prueba bajo la persecución del emperador Decio. Un oficial romano, Quinciano, enamorado de su belleza y riqueza, trató de obligarla a casarse. Cuando ella se negó, declarando que su único esposo era Cristo, fue sometida a horribles torturas. Tras ser encarcelada, Ágata sufrió crueldades indecibles, incluida la mutilación de sus pechos, un tormento que soportó con notable valentía. Según la tradición, San Pedro se le apareció en prisión, curando sus heridas y fortaleciendo su espíritu. A pesar de las torturas, Ágata se mantuvo firme y murió en el año 251 d.C., con sólo 20 años, convirtiéndose en una de las primeras y más veneradas mártires cristianas.

Una de las historias más bellas y perdurables asociadas a Santa Águeda ocurrió después de su martirio. Se cuenta que un año después de su muerte, el Etna entró en erupción amenazando con destruir Catania, su ciudad natal. Los fieles de la ciudad corrieron a su tumba, recogieron su velo y lo mantuvieron en alto mientras rezaban por su intercesión. Milagrosamente, la lava detuvo su avance, salvando a la ciudad de la devastación. Este acontecimiento cimentó la reputación de Santa Águeda como poderosa protectora, y desde entonces se la venera como patrona de Catania y de quienes padecen enfermedades relacionadas con el pecho, como el cáncer.

El Retrato de Santa Águeda de Cariani (Giovanni Busi), pintado entre 1516 y 1517, es una cautivadora representación de la joven mártir. El cuadro muestra a Santa Águeda con una expresión serena y decidida, que encarna su fe inquebrantable ante el sufrimiento. Está ataviada con ricas vestiduras, reflejo de su rico y noble patrimonio, con un velo delicadamente pintado que alude a su consagración a Dios. En sus manos sostiene los símbolos de su martirio, una bandeja con sus pechos cortados y una rama de palma, símbolo general del martirio. Cariani la ha plasmado maravillosamente como una figura tanto de la vulnerabilidad humana como de la gracia divina. El fondo muestra vistas de Catania y el zócalo pétreo tallado en primer plano representa escenas de las persecuciones romanas.

by Padre Patrick van der Vorst

 Oración

Señor Jesús, que has querido que tu mártir santa Agueda sea invocada como especial abogada de aquellas mujeres que se ven aquejadas con enfermedades en sus senos y en tu clemencia y bondad, que supera toda razón humana, te has dignado escuchar los ruegos de tus siervos por mediación de tan gran santa.
Te doy gracias Señor por tu compasión y te pido que nos asista tu misericordia. Concede a cuantos se acercan a esta imagen de tu virgen santa Agueda, la paz que necesitan y el remedio que solo tú puedes dar y que libra al mal y al cuerpo de males y enfermedades.
Concédenos que los ruegos y méritos de santa Agueda ayuden a tantas almas que sufren afligidas en sus cuerpos el terrible mal del cáncer te encomiendo en especial a (nombrar a la persona que padece enfermedad).
Dígnate a escuchar nuestras súplicas, que son las que santa Agueda lleva en sus manos y te presenta. Concédeles el consuelo que necesitan y especialmente la curación que tanto anhelan, si es tu santa voluntad. Concédenos imitar a santa Agueda en la fortaleza, en la constancia y en la resignación, para que como ella podamos merecer una día la recompensa eterna de estar en la gloria, donde vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén





















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