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miércoles, 12 de febrero de 2025

Evangelio del día


 

Libro de Génesis 2,4b-9.15-17.

Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo,
aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo,
pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo.
Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado.
Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol del conocimiento del bien y del mal.
El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara.
Y le dio esta orden: "Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín,
exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte".

Salmo 104(103),1-2a.27-28.29bc-30.

Bendice al Señor, alma mía:
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Estás vestido de esplendor y majestad
y te envuelves con un manto de luz.

Todos esperan de ti
que les des la comida a su tiempo:
se la das, y ellos la recogen;
abres tu mano, y quedan saciados.

Si les quitas el aliento,
expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados,
y renuevas la superficie de la tierra.

Evangelio según San Marcos 7,14-23.

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!".
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.
El les dijo: "¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo,
porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?". Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.
Luego agregó: "Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle

San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Morales sobre el libro de Job, XII (SC 212. Morales sur Job, Cerf, 1974), trad. sc©evangelizo.org


Lo que hace impuro al hombre

“El que concibe malicia, engendra maldad, y sus entrañas están grávidas de mentira” (Jb 15,35). Los lamentables engaños los concibe cuando medita sus perversidades. Da lugar a la iniquidad cuando realiza lo que ha meditado. Sus lamentables engaños los concibe en la envidia, la iniquidad la produce con la calumnia. Iniquidad muy grave, ya que quiere demostrar que los perversos son los otros, con el fin de aparecer él mismo como santo, demostrando que los otros no lo son.
Hay que saber también, que en la Escritura santa, la palabra “entrañas” a veces designa al espíritu o al alma. De ahí esta palabra de Salomón: “El espíritu del hombre es una lámpara del Señor, que sondea hasta el fondo de sus entrañas” (Prov 20,27). Es la luz de la gracia que viene de lo Alto la que aporta al hombre el soplo que da la vida. Si es dicho que esta luz sondea los secretos de sus entrañas, es porque penetra las regiones escondidas del espíritu con el fin que lo que el alma no podía ver de su vida interior, le sea llevado delante de sus ojos para que lo llore. Por eso esta palabra de Jeremías “¡Mis entrañas, mis entrañas! ¡Me retuerzo de dolor!”. Y agrega para que se comprenda mejor “¡Las fibras de mi corazón! ¡Mi corazón se conmueve dentro de mí, no puedo callarme!” (Jer 4,19). (EDD)


Reflexión sobre el cuadro

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús habla del corazón humano. Con el día de San Valentín a la vuelta de la esquina, las representaciones de corazones están por todas partes en nuestras tiendas, simbolizando el amor, particularmente el amor romántico. Sin embargo, la enseñanza de Jesús va mucho más allá de estas representaciones populares, abordando el significado más profundo del amor en el corazón humano. Describe el corazón como el núcleo mismo de la persona, la sede interior de nuestros pensamientos, deseos y elecciones. Este núcleo, como nos recuerda Jesús, encierra el potencial tanto del bien como del mal. Por la forma en que vivimos nuestras vidas, damos forma a nuestros corazones, ya sea llenándolos de bondad y luz o permitiendo que la oscuridad y el daño se cuelen en ellos.

Una de las imágenes cristianas más perdurables de un corazón es la del Sagrado Corazón de Jesús. Muchos de nosotros hemos visto estas imágenes del Sagrado Corazón, que representan a Cristo revelando su propio corazón como una invitación a que sigamos su ejemplo. El Sagrado Corazón simboliza el amor sin límites de Cristo por la humanidad y nos invita a reflejar su amor divino en nuestros corazones. Nuestra vocación cristiana es cultivar corazones que reflejen el Sagrado Corazón, alineando nuestro ser interior con el amor divino y la misericordia de Dios.

Una representación temprana del Sagrado Corazón se encuentra en el cuadro de Pompeo Batoni de 1767. En esta obra maestra, Cristo aparece vestido con una túnica roja, que simboliza la sangre y el martirio, y un manto azul, que representa el cielo y la divinidad. En su mano izquierda, Jesús sostiene un corazón inflamado, rodeado de una corona de espinas y rematado con una cruz, símbolos de su sufrimiento y de su amor eterno por la humanidad. Esta pintura obtuvo un amplio reconocimiento y se convirtió en la imagen oficial de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, inspirando a innumerables creyentes.

La obra de Batoni está estrechamente vinculada a las visiones de Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), religiosa francesa que desempeñó un papel decisivo en la promoción de la devoción al Sagrado Corazón. En su visión, Santa Margarita María describió ver el Sagrado Corazón como "un trono de llamas, más resplandeciente que el sol, transparente como el cristal, con esta herida adorable". Estaba rodeado de una corona de espinas, símbolo de las heridas infligidas por el pecado, y llevaba una cruz encima, que significaba el peso del sufrimiento de Cristo desde el momento de su Encarnación. El cuadro de Batoni capta perfectamente esta descripción. El cuadro sigue expuesto sobre el altar de la capilla lateral norte de la iglesia del Gesù de Roma.

by Padre Patrick van der Vorst

 


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