Entradas populares

lunes, 21 de abril de 2025

Evangelio del día

 


Libro de los Hechos de los Apóstoles 2,14.22-33.

El día de Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo: "Hombres de Judea y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a explicarles lo que ha sucedido.
Israelitas, escuchen: A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen,
a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles.
Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él.
En efecto, refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él está a mi derecha para que yo no vacile.
Por eso se alegra mi corazón y mi lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza,
porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la corrupción.
Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de gozo en tu presencia.
Hermanos, permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy.
Pero como él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se sentaría en su trono.
Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías, cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción.
A este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos.
Exaltado por el poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha comunicado como ustedes ven y oyen."


Salmo 16(15),1-2a.5.7-8.9-10.11.

Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor:
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,

¡tú decides mi suerte!
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:

él está a mi lado, nunca vacilaré.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:

porque no me entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,

de felicidad eterna a tu derecha.


Evangelio según San Mateo 28,8-15.

Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero,
con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Bulle

San Cirilo de Jerusalén (313-350)
obispo de Jerusalén, doctor de la Iglesia
Catequesis bautismal, 14 (Les catéchèses, coll. Les Pères dans la foi 53-54, Migne, 1993) trad. sc©evangelizo.org


Han recibido la verdad y la han proclamado

Los príncipes de sacerdotes y los fariseos hicieron sellar la tumba por Pilatos. Pero las mujeres contemplaron al Resucitado. Isaías, conociendo la pusilanimidad de los príncipes de los sacerdotes y la firmeza de la fe de las santas mujeres dijo “Mujeres que vienen de la visión, aproxímense. Porque este es un pueblo sin inteligencia” (cf. Is 27,11). Los príncipes de sacerdotes carecen de inteligencia, mientras que las mujeres ven con sus propios ojos. Y cuando los soldados fueron para encontrar a los príncipes de sacerdotes en la ciudad y les contaron lo que había ocurrido, ellos dieron a los soldados esta consigna: “Digan así: Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos” (cf. Mt 28,13). Isaías tiene razón de predecir, como si hablara de ellos “¡No nos vaticinen la verdad! ¡Háblennos de cosas agradables, tengan visiones ilusorias!” (cf. Is 30,10). El Resucitado se despertó y he aquí que ofrecen dinero a los soldados, para tratar de convencer. (…)
“Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo” (Mt 28,14). Lo podrán convencer, no convencerán al universo… Los soldados que cuidaban la tumba no fueron condenados cómo lo fueron los guardias, cuándo Pedro salió de su prisión. El castigo de Herodes cayó sobre estos últimos ya que no supieron encontrar justificación. (…) Los que han recibido la verdad, la han proclamado, con la fuerza del Salvador que no sólo ha resucitado de entre los muertos, sino que con él resucita a los muertos. Hablando en nombre de ellos, el profeta Oseas dice claramente: “Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia” (Os 6,2). (EDD)

Reflexión sobre el cuadro

Hoy escuchamos cómo las autoridades intentaron ocultar la verdad, que la tumba estaba vacía y que Jesús había resucitado. Y sin embargo, en cierto modo, podemos entender su reacción. La Resurrección no es sólo un acontecimiento extraordinario, sino sísmico, que sacude el mundo. Si todos hubieran creído inmediatamente, el mundo se habría transformado en un instante.

Pero Dios trabaja en silencio. Es paciente. No se precipita. La fe en la Resurrección no nace de repente... crece lentamente, de manera constante, con el tiempo. Es algo que construimos a lo largo de toda nuestra vida. La fe no es el trabajo de un solo momento, sino el trabajo de toda una vida.

Nuestro panel pintado por Andrea Mantegna representa a Cristo saliendo de la tumba, enmarcado contra una enorme roca. Está encerrado en una mandorla, un aura en forma de almendra que rodea toda la figura. La mandorla está formada por la intersección de dos círculos dibujados detrás de Cristo: uno simboliza su vida divina, el otro su plena humanidad. El espacio superpuesto, donde la divinidad y la humanidad están perfectamente unidas, crea la forma de almendra, que expresa el misterio de la Encarnación. Cada uno de los guardias que rodean la tumba tiene una expresión diferente ante la Resurrección: asombro, creencia, incredulidad, indiferencia (uno incluso está medio dormido), curiosidad, remordimiento. No son sólo reacciones históricas; son reacciones humanas. Podemos vernos a nosotros mismos en esos rostros.

Y así, si me lo permiten, les dejo en este Lunes de Pascua con la reflexión pascual más breve, algo que uno de ustedes tuvo la amabilidad de enviarme ayer mismo por correo electrónico:

1 Cruz + 3 Clavos = 4-dados

by Padre Patrick van der Vorst























No hay comentarios:

Publicar un comentario