"Por encima de las cosas que hacemos, de los sacrificios que hacemos o de los éxitos que conseguimos, lo que realmente cuenta para ser felices es lo que llevamos en el corazón", explica el Papa Francisco en su catequesis semanal del miércoles 9 de abril de 2025, publicada por escrito por la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Desde su hospitalización el 14 de febrero, el Papa no ha podido celebrar su audiencia general semanal. Por tanto, su magisterio continuará impartiéndose por escrito durante su convalecencia en la Casa Santa Marta.
Continuando con su serie de catequesis sobre los encuentros en los Evangelios, el Papa Francisco habló del encuentro de Jesús con "un hombre que desde su juventud había respetado los mandamientos, pero que, a pesar de ello, aún no había encontrado el sentido de su vida".
¿Qué espacio puede tener el amor?
El Papa retoma la pregunta directa que este personaje anónimo hace a Jesús: "¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?" Francisco subraya la lamentable lógica contable que parece animar a este interlocutor de Jesús. "¡Lo que llama la atención es que este hombre no conoce el vocabulario de la gratuidad! Todo le parece debido. Todo es un deber", explica el Papa.
"Para él, la vida eterna es una herencia, algo que se obtiene por derecho, mediante el cumplimiento meticuloso de los compromisos. Pero en una vida vivida así, aunque sea ciertamente para el bien, ¿qué espacio puede tener el amor?"
Jesús anula esta rigidez "mirándose a sí mismo", nos recuerda el Papa. Del mismo modo, hoy Jesús "ve nuestra fragilidad, pero también nuestro deseo de ser amados tal como somos", sin reducir este amor a "una lógica de méritos".
El verdadero amor se recibe "gratuitamente, por gracia". Por el contrario, "mientras intentemos comprar el amor o mendigar afecto, estas relaciones nunca nos harán felices", advierte el pontífice argentino.
Pero Jesús reconoce que en este hombre hay "una carencia", un deseo de ser amado, que constituye "la herida por la que puede pasar el amor", explica Francisco. Por eso, Cristo le invita a cambiar de vida y a relacionarse con los demás y con Dios, en lugar de hacerlo desde una perspectiva individualista.
"Confiemos al Corazón de Jesús a todos los que están tristes e indecisos, para que puedan sentir la mirada amorosa del Señor, que se conmueve mirándonos con ternura desde dentro", concluye el Papa Francisco.
PAPA FRANCISCO
CATEQUESIS DEL SANTO PADRE
PREPARADA PARA LA AUDIENCIA GENERAL DEL 9 DE ABRIL DE 2025
Miércoles 9 de abril de 2025
Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. II. La vida de Jesús. Los encuentros. 4. El hombre rico. Jesús «lo miró con amor» (Mc 10,21)
Queridos hermanos y hermanas,
hoy nos detenemos en otro de los encuentros de Jesús narrados en los Evangelios. Esta vez, sin embargo, la persona que encuentra no tiene nombre. El evangelista Marcos la presenta simplemente como «un hombre» (10,17). Se trata de un hombre que desde joven ha observado los mandamientos, pero que, a pesar de ello, aún no ha encontrado el sentido de su vida. Lo está buscando. Quizá es alguien que no se ha decidido del todo, a pesar de parecer una persona comprometida. De hecho, más allá de las cosas que hacemos, de los sacrificios o de los éxitos, lo que realmente importa para ser feliz es lo que llevamos en el corazón. Si un barco debe zarpar y dejar el puerto para navegar en alta mar, aunque sea un barco maravilloso, con una tripulación excepcional, si no leva los lastres y las anclas que lo mantienen sujeto, nunca podrá partir. Este hombre se construyó un barco de lujo, ¡pero se quedó en el puerto!
Mientras Jesús va por el camino, este hombre corre a su encuentro, se arrodilla ante Él y le pregunta: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (v. 17). Observemos los verbos: «¿Qué debo hacer para tener en herencia la vida eterna?». Como la observancia de la ley no le ha dado la felicidad y la seguridad de ser salvado, se dirige al maestro Jesús. Lo que llama la atención es que este hombre no conoce el vocabulario de la gratuidad. Todo parece debido. Todo es una obligación. La vida eterna es para él una herencia, algo que se obtiene por derecho, a través de una meticulosa observancia de los compromisos. Pero en una vida vivida así, aunque ciertamente a fin de bien, ¿qué espacio puede tener el amor?
Como siempre, Jesús va más allá de las apariencias. Si por un lado este hombre pone ante Jesús su buen currículum, Jesús va más allá y mira en su interior. El verbo que usa Marcos es muy significativo: «lo miró con amor» (v. 21). Precisamente porque Jesús mira en el interior de cada uno de nosotros, nos ama tal como somos realmente. ¿Qué habrá visto, de hecho, en el interior de esta persona? ¿Qué ve Jesús cuando mira en nuestro interior y nos ama, a pesar de nuestras distracciones y nuestros pecados? Ve nuestra fragilidad, pero también nuestro deseo de ser amados tal como somos.
Mirándolo en su interior – dice el Evangelio – «lo miró con amor» (v. 21). Jesús ama este hombre antes de haberle dirigido la invitación a seguirlo. Lo ama tal como es. El amor de Jesús es gratuito: exactamente lo contrario de la lógica del mérito que atormentaba a esta persona. Somos realmente felices cuando nos damos cuenta de que somos amados así, gratuitamente, por gracia. Y esto también vale en las relaciones entre nosotros: mientras intentemos comprar el amor o mendigar afecto, esas relaciones nunca harán que nos sintamos felices.
La propuesta que Jesús le hace a este hombre es cambiar su forma de vivir y de relacionarse con Dios. Jesús reconoce que, dentro de él, como en todos nosotros, hay algo que falta. Es el deseo que llevamos en el corazón de ser queridos. Hay una herida que nos pertenece como seres humanos, la herida a través de la cual puede pasar el amor.
Para llenar este vacío no hay que «comprar» reconocimiento, afecto, consideración; en cambio, hay que «vender» todo lo que nos pesa, para liberar nuestro corazón. No sirve de nada seguir quedándonos con las cosas, sino más bien dar a los pobres, poner a disposición, compartir. compartir.
Finalmente, Jesús invita a este hombre a no quedarse solo. Lo invita a seguirlo, a estar dentro de un vínculo, a vivir una relación. Solo así, de hecho, será posible salir del anonimato. Podemos escuchar nuestro nombre solo dentro de una relación, en la que alguien nos llama. Si nos quedamos solos, nunca oiremos pronunciar nuestro nombre y seguiremos siendo «alguien», anónimos. Quizá hoy, precisamente porque vivimos en una cultura de autosuficiencia e individualismo, nos descubrimos más infelices, porque ya no oímos pronunciar nuestro nombre por alguien que nos quiere gratuitamente.
Este hombre no acoge la invitación de Jesús y se queda solo, porque los lastres de su vida lo retienen en el puerto. La tristeza es la señal de que no ha logrado partir. A veces pensamos que son riquezas y, en cambio, son solo pesos que nos están bloqueando. La esperanza es que esta persona, como cada uno de nosotros, tarde o temprano pueda cambiar y decidir ir a alta mar.
Hermanas y hermanos, encomendemos al Corazón de Jesús a todas las personas tristes e indecisas, para que puedan sentir la mirada de amor del Señor, que se conmueve al mirar con ternura dentro de nosotros.
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