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viernes, 24 de marzo de 2017

¿Cómo calmar la rivalidad entre hermanos?

Los padres de dos o más hijos se enfrentan, tarde o temprano, a tensiones más o menos virulentas entre hermanos y hermanas…

Rivalidades entre hermanos y hermanas


MATHILDE DE ROBIEN, aleteia
Las familias de dos o más hijos aprenden una realidad nueva, triste, ruidosa, quizás violenta: las tensiones entre hermanos.
A causa de personalidades diferentes o por sentimientos de envidia, estas tensiones envenenan la vida familiar y explotan en forma de gritos, llantos y disputas. ¿Qué hacer para no exacerbar las rivalidades inherentes entre nuestros hijos?

Las comparaciones avivan las rivalidades.

Comparar a los hijos les predispone al conflicto o al odio mutuo
Las comparaciones, ya sean desfavorables (“Tu hermana se comporta mejor que tú”), o favorables (¡Bien hecho! ¡Se te da mejor que a tu hermano jugar a esto!”), lo mejor es evitarlas. Las primeras menosprecian al niño y pueden hacerle creer que el padre o madre prefiere al hermano o hermana que se comporta mejor. Las segundas, aunque de hecho feliciten al niño, lo hacen en detrimento de otro que, de escuchar el comentario, se sentirá rechazado.
Estas expresiones que a veces acompañan nuestro día a día se convierten en una fuente de conflictos, incluso de odio hacia el hijo considerado “favorito”. Y es que el objetivo de un niño es conseguir tener la primera posición en el corazón de sus padres.
Entonces, ¿qué decimos? La respuesta que dan Adele Faber y Elain Mazlish, autoras de varias obras sobre comunicación entre adultos y niños, es que describamos de manera objetiva lo que nos gusta (“Veo que la habitación está muy bien ordenada”), o lo que nos disgusta (“Veo una niña que no está comiendo como es debido”). De esta manera, el mensaje se transmite sin entrar en comparaciones, acusaciones o menosprecio de nadie.
Comparar a los niños les hace competir.
Catherine Dumonteil-Kremer, autora de obras sobre educación, explica: “Cada niño es único y tiene necesidad de ser reconocido en lo personal. Sin embargo, la comparación va en contra de esta necesidad porque hace competir a los niños por la atención de sus padres, les empuja a alejarse de quienes son realmente para obtener su aprobación y su amor”. Así que compararlos implica ir en contra de amarlos tal y como son.
Cuidado con la comparación inconsciente.
Incluso sin hacer comparaciones explícitas, los niños pueden sentirse comparados. Un cumplido que se hace a alguno puede sentirse como una desvalorización por otro. Así pues, Fulanita puede pensar: “Papá ha dicho que Menganita ha sido amable, así que quiere decir que yo no lo soy”.
Por este motivo Adele Faber y Elaine Mazlish sugieren a los padres que feliciten a sus hijos en un momento privado.
Véronique Lemoine, psicóloga y psicoterapeuta, cofundadora de la asociación francesa Conocer Mejor la Angustia de la Separación (MCAdS), añade: “La comparación es un reflejo incontrolable: hay que educar al niño a negarse a esta competición inútil, lo cual es un auténtico desafío, pero le abrirá las puertas de la felicidad”.
Fulanita necesitaría escuchar frases clave de la psicóloga: “Todos somos diferentes. No tenemos que compararnos ni competir entre nosotros. Al compararte no conseguirás más amor de tu padre y tu madre. Debes ser quien eres, con tus más y tus menos”.
Poner etiquetas es hacer una comparación implícita.
Decir constantemente que “ella es la más deportista” o que “él es el más inteligente de la familia” alimenta profundas rivalidades entre hermanos y hermanas que pueden perdurar durante mucho tiempo.
Además, engendran estrés, celos y desánimo: estrés en la medida en que el niño calificado de fuerte en tal o cual ámbito no se concede el derecho al fracaso, por miedo a decepcionar a sus padres; celos y desánimo por los hermanos y hermanas que no se atreven a aventurarse en el dominio “reservado” al elegido.

Satisfacer la necesidad de amor de cada uno de los hijos.

Establecer momentos cara a cara con cada hijo.
Un niño siente que cuenta realmente para sus padres y se siente amado por ellos si se encuentra a solas con ellos de vez en cuando. Tampoco es necesario organizar una cena a la luz de velas en un gran restaurante.
Lo importante es la disponibilidad de los padres para cada hijo y la calidad de la interacción. Véronique Lemoine afirma que al pasar un momento de exclusividad con cada hijo, los padres “rellenan su depósito emocional”. Al verse reafirmado en el amor de sus padres, el niño ya no ve rivalidad en sus hermanos o hermanas.
Demostrar equidad y no igualdad.
“No se puede responder con justicia a las necesidades de cada uno pretendiendo darle la misma cosa a todos”. Esta es la premisa que plantean Faber y Mazlish, a partir de la cual elaboran una teoría que afirma que los niños no tienen necesidad de ser tratados todos igual, sino de ser tratados cada uno según sus necesidades.
Las expertas escriben en su libro Jalousies et rivalités entre frères et sœurs (Celos y rivalidades entre hermanos y hermanas): “En lugar de dar la misma cantidad a todos, dar a cada uno según su necesidad: ¿quieres más o menos comida? En lugar de dedicar el mismo tiempo a todos, dedicar a cada uno el tiempo que necesite: sé que pasó mucho tiempo ayudando a tu hermana con su redacción. Es importante para ella. En cuanto haya terminado, quiero que me digas qué es importante para ti”.

¿Cómo curar los celos?

El hecho de sentir celos es normal y puede producirse a lo largo de toda nuestra existencia. Sólo la reacción provocada por esta envidia puede ser malsana: violencia, desobediencia, agresividad… Lo esencial es hacer entender al niño que es amado, tanto más cuando tiene hermanos y hermanas.
Véronique Lemoine propone“Los corazones”, un ejercicio concreto para hacer con el niño y explicarle que el amor de un padre hacia sus hijos no se divide, sino todo lo contrario, se multiplica:
Tomad un folio blanco, papel adhesivo post-it en forma de corazón y un bolígrafo. “Voy a mostrarte que mi corazón (representado por el folio blanco) es inmenso”. Coged uno de los post-it, escribid dentro el nombre de vuestro hijo y luego pegadlo en el folio.
“Desde que comenzaste a vivir en mi vientre, en mi corazón apareció otro corazón totalmente nuevo, precioso, lleno de amor únicamente para ti”.
Luego proceded de la misma forma escribiendo el nombre de cada uno de los otros hijos en un post-it distinto. “Las cosas que tengo que compartir, mis manos, mi tiempo, mis besos, mis abrazos, son sólo signos de amor. Pero mi corazón de amor hacia ti no ha cambiado, mi amor hacia ti sigue intacto”.


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