48. El prisionero bendice
(Bendición)
El 22 de noviembre de 545 el Papa Virgilio celebraba la
Santa Misa en el templo romano de Santa Cecilia. Después de la comunión
quisieron presentar al Papa el misal para la oración y la bendición final. En
ese momento un alto general de emperador Justiniano de Constantinopla se abrió
paso entre los fieles. Se acercó al Papa y le ordenó con voz fuerte de seguirlo
enseguida por orden del emperador y partir a Constantinopla.
Virgilio quiso concluir la Santa Misa, rezar la oración
final y decir la bendición. El general no se lo permitió. Obligó al Papa de
salir en el acto. Los fieles salían del templo y rodeaban al papa y a los
militares. Estos empujaron al papa hacia la orilla del Tíber donde estaba
esperando un buque militar. El Papa subió al barco. Los fieles comenzaron a
llorar y dijeron: "Por lo menos danos la bendición. Siempre has concluido
la Misa con la bendición". El Papa Virgilio extendió las manos y dijo la
oración de la bendición sobre el pueblo, pero también sobre sus carceleros.
Recién entonces el barco se puso en movimiento.
El Papa permaneció 10 años en Constantinopla. Vivía allí
como prisionero del emperador. Cuando finalmente en el año 555 volvió a Roma,
en el camino, en Sicilia lo sorprendió la muerte. Regresó a Roma muerto.
En la Santa Misa la oración final es breve. Luego del
diálogo personal con el Señor se dice una oración de acción de gracias. Se
llama: Oración final. Luego viene la oración de la bendición. Tiene tres
formas: señal de la cruz con breve palabra de bendición; o también una oración
sobre el pueblo que corresponde la tradición como se bendecía en Roma;
finalmente una bendición triple a la cual se responde cada vez con
"Amén". Así como comenzó la Misa "en el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo", así termina con la invocación de la santísima
Trinidad. El obispo da la bendición trazando tres cruces. - El que bendice debe
estar dispuesto a cargar con Cristo la cruz que traza sobre los presentes igual
que el Papa perseguido. También el que recibe la bendición en forma de cruz. La
Señal de la Cruz no es una fórmula, no es un gesto, sino realidad dolorosa del
sufrimiento como la bendición del Papa Virgilio.
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