Nos demos cuenta o no de ello, la misa es el momento más importante de la semana. O del día, para quienes tienen la gracia de poder asistir a diario. Pero lo más probable es que no caigamos en cuenta de la magnitud de este misterio y que por este motivo no asistamos con la frecuencia con la que deberíamos hacerlo.
Si así fuera, sería más fácil evitar las distracciones cuando asistimos o no buscaríamos tantas excusas para decir «no puedo» cuando Cristo nos invita a su banquete. Pero de la importancia de la misa en la vida de un cristiano ya hablé en otra oportunidad. Ahora me dirijo a quienes han descubierto lo maravilloso que es ese momento en que se renueva el sacrificio de Cristo en el Calvario y piensan «como me gustaría que durase más tiempo». No hablo de duración en horas. A propósito, a veces una hora ya se nos hace larga y tenemos que recordar lo que decía un santo: «La Misa es larga, dices, y añado yo: porque tu amor es corto».
Pero no, no me refiero a la duración de la celebración eucarística, sino a que nos gustaría que toda la semana pudiésemos tener presente la Palabra y el Cuerpo de Cristo, llevarlo en nuestros corazones y a nuestras obras cada día. ¡Te cuento que es posible! Es tan rica la Misa, que sobreabundan las maneras de que su gracia siga derramándose en nuestro día a día, toda la semana.
1. Meditar la palabra
Podemos meditar y rezar con las lecturas dominicales, preparándonos para el encuentro con Él o prolongando el que ya tuvimos. La mejor manera de hacer esto es leyendo los textos sagrados y preguntarnos tres cosas: qué dice, qué me dice, qué le digo.
2. Sacar jaculatorias
Del salmo o de las antífonas podemos sacar jaculatorias. Oraciones breves que podemos repetir en cualquier momento de la jornada, al terminar una tarea en la oficina, o un capítulo que estamos estudiando. Quizás mientras vamos caminando por las calles.
3. Rezar la homilía
El sacerdote suele hablar de muchos temas en la homilía. Sí, se refiere a un tema principal, pero de él desglosa otros pequeños aspectos que nos pueden servir para rezar un poco cada día. Meditando cómo incorporar esa enseñanza en nuestras vidas.
4. Sacar un propósito
Los santos han tenido sus propios exámenes particulares, es decir, un punto de lucha en el cual se examinaban específicamente. De lo que el sacerdote habla en la misa podemos aprovechar para tomar ideas de cuál puede ser nuestro próximo examen particular.
5. Tener presencia de Dios
Al comulgar, Él habita en nosotros, nos diviniza y acompaña. Meditar esta realidad puede llevarnos a obrar de tal manera que nuestras obras sean Sus obras, nuestras palabras la Suya y que realmente seamos otros Cristos en la tierra.
6. Hacer un sacrificio
Luego de vivir la renovación del sacrificio magno, el sacrificio de la Cruz, podemos sentirnos movidos a hacer también alguno pequeño, por los demás o por el mismo Cristo. Por los demás, como hablar menos de nosotros y escuchar más al otro, sonreír cuando cuesta, ayudar con los platos en la casa, etc. O simplemente uno escondido, imperceptible, que solo Dios apreciará, como llevar con paciencia el calor, no pedir que cambien una música que nos incomoda, sonreír a quien nos parece intratable, etc.
7. Hacer una obra de misericordia
Solemos dar limosna en la misa y ahí nos acordamos de la Iglesia y de los pobres. Pero podemos hacer esto toda la semana, todos los días, al menos una buena obra de misericordia por día. ¡Tenemos 14 para elegir!
8. Tener una oración personal
Repetir la oración que hicimos al recibir a Jesús en la Eucaristía, puede mantenernos unidos a ese momento y recordar los buenos propósitos de mejora que hicimos cuando le tuvimos cerca del corazón.
9. Hacer comuniones espirituales
Aunque no lo recibamos físicamente todos los días, podemos recibirle espiritualmente, todo el día, a cada momento, repitiendo con frecuencia comuniones espirituales. La que yo conozco es bastante breve y quizás podría servirte: «Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos».
Espero que estos consejos te puedan servir y puedas implementarlos progresivamente. Recuerda compartirlos con tus amigos y familiares para que encuentren otras formas de sentir más cerca a Dios a cada instante.
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